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PUBLICACIONES DE PSICOANÁLISIS DE ORIENTACIÓN LACANIANA

Nuevas formas de familia, un debate para el S.XXI

Circulo de bellas artes de Madrid.

Notas a propósito del debate sobre lo nuevo.

Nuestra época no se caracteriza como la época de Freud por la prohibición del goce que estaría a cargo del padre. Al contrario, nuestra época es la época del permiso al goce, incluso la época en la que cada uno reivindica el derecho a gozar a su manera.

Jacques Lacan en su seminario “El reverso del psicoanálisis” desarrolla la tesis según la cual el permiso para gozar, tan característico de nuestra época no cambia para nada la estructura del goce,  y una vez que el psicoanálisis se quita el lastre del padre y su prohibición, se puede establecer que  es el propio goce el que conlleva una entropía, un agujero, que hace que una parte excesiva deba ser sustraída. A este respecto podemos considerar que tanto el padre freudiano como el Dios del monoteísmo han sido la vestimenta de esta entropía. Hay una perdida propia al goce, que no tiene necesidad de un padre que prohíba, para encontrar su funcionamiento, su régimen.

Hace unos meses tuve la oportunidad de participar en una mesa redonda celebrada en el Circulo de Bellas Artes de Madrid, cuyo título era: “Nuevas formas de familia: un debate para el siglo XXI”. A la misma estaban invitados, además de la autora del libro “Padres como los demás “, Anne Cadoret, representantes de varias asociaciones ciudadanas, entre ellas una asociación de adopción y otra asociación de gays y lesbianas.

Realmente esta mesa redonda no dio lugar a un debate sino que más bien se manifestó una reivindicación de igualdad ante la Ley por parte de los representantes de las asociaciones de gays y lesbianas : “somos padres como los demás y tenemos los mismos derechos”, reivindicación  sostenida en la constatación de que las nuevas formas de familia son un hecho. En este contexto el discurso del psicoanálisis introdujo otra dimensión de las cosas. En palabras de una joven allí presente: “el psicoanálisis aporta matices interesantes a problemas complejos”

Para participar en los debates sobre lo nuevo, me parece imprescindible no renunciar a los términos de nuestro discurso, se trata, a mi entender, de mantenerse dentro de los  límites  del discurso analítico y no responder a las demandas o a las reivindicaciones que plantean otros discursos. Se trata de transmitir lo que la experiencia analítica nos enseña, y no de entrar en una interlocución ideológica en los términos que nos proponen los otros, ya sea el discurso de la ciencia, o el de una política, que en definitiva, no es la nuestra.

Al hacerlo se hace patente la dificultad para el debate, cada discurso quiere hacerse oír, frente a un público, al que se dirige, pero los discursos no dialogan entre ellos, si es que esto fuera posible. O si se prefiere, lo hacen tangencialmente, ciertos puntos son abordados de distintas perspectivas y  desde distintas lógicas.

Así por ejemplo, el discurso gay trata “lo nuevo” por medio del sentido cuando reivindica “la normalidad”, “los mismos derechos”. “Lo normal”es en nuestra época, lo que posibilita que algo tenga sentido. Sólo “lo normal” tiene sentido, por lo tanto reivindicar la normalidad es una manera para poder dar sentido a lo nuevo.

No es esta la posición del Psicoanálisis frente a lo nuevo. El tratamiento que el psicoanálisis da a lo nuevo, -como el que da a lo real, de donde proviene lo nuevo en esta época- no pasa por llenarlo de sentido. Lo real para el discurso analítico se presenta bajo la forma del síntoma, y su tratamiento está por fuera del sentido.

El Psicoanálisis no se desentiende del hecho de que hay cortes en el discurso, en la cultura y que estos cortes tienen consecuencias en la subjetividad. El mismo Freud afirmaba en “Moisés y la religión monoteísta” que el triunfo del monoteísmo trajo como consecuencia en la subjetividad la eternización de la deuda al padre. Por otra parte el propio psicoanálisis ha contribuido a estos cambios, ¿puede ahora desentenderse de ellos? La clínica psicoanalista es el lugar donde el psicoanálisis recoge los efectos que estos cambios tienen sobre los sujetos, fundamentalmente en la clínica con niños.

1.   “Padres como los demás”.

El libro de Anne Cadoret, “Padres como los demás” que centraba el debate, es un estudio antropológico sobre estas nuevas formas de familia: Familias mixtas, familias de adopción, familias  de acogida, madres de alquiler, familias mono- parentales, familias homosexuales. Este libro nos proporciona también interesantes testimonios recogidos por la autora en los que “el deseo de tener  un hijo” muestra una gran variabilidad de un caso a otro. Desde un sujeto que quiere tener un hijo, pero que no tiene ningún interés en ocuparse de él, que no lo va a hacer, ni siquiera a darle su nombre y sobre el que cabe preguntarse ¿Qué clase de deseo lo anima? ¿Qué es este hijo para este sujeto? Hasta otros cuatro sujetos preocupados por cuidar al máximo todos los detalles y a las personas que intervienen en una concepción asistida entre dos parejas, una de gays y otra de lesbianas, que van a compartir el futuro hijo. Se producen encuentros entre ellos, largas conversaciones con la finalidad de llegar a un acuerdo, a un pacto sobre el modo en que cada uno de los cuatro intervendrá en el proceso. Hay un esfuerzo entre estos cuatro padres, para establecer un orden simbólico, una alianza entre ellos, en definitiva para darle dignidad a un “deseo compartido”. Las nuevas familias se ven obligadas a inventar nuevos lazos, los lazos que inventan estas nuevas familias son fruto de un pacto.

2.  El discurso capitalista y las transformaciones del lazo social en la época.

El discurso capitalista, tal como Lacan lo define, ha contribuido de un modo radical a redoblar la soledad de los individuos. Lo que el lazo social propio del discurso del amo establecía claramente como lugares y relaciones establecidas entre ellos, al punto de llevar a algunos sujetos a rebelarse contra el “lazo social establecido”, ha estallado bajo el régimen del discurso capitalista. Al  no distinguir lugares, el discurso capitalista ataca directamente el fundamento del lazo social, dejándolo  a cada uno más solo para inventarse sus propios lazos, sus propias relaciones.

3.  El discurso Gay-la identidad Gay.

El discurso gay es la nueva forma de presentarse la homo- sexualidad en nuestra época, no siempre ha sido así. Este discurso no sólo reivindica los mismos derechos, busca también crear una nueva identidad: la identidad gay. En su esfuerzo por hacer existir el Uno gay, algunos de ellos, se ven llevados por la pendiente de la segregación, esta vez reivindicada por los propios gays, al proponer que haya residencias de ancianos sólo para gays o a que los gays solo se puedan analizar con analistas gay.

Al producir la afirmación de lo mismo y el rechazo de lo Otro, el discurso gay tiene consecuencias en el orden de la segregación. En su intento de construir el Uno gay, la identidad gay, se ven llevados a tener que separarse de los demás, a auto segregarse -¡Qué paradoja!.

A pesar de lo que la homosexualidad le ha enseñado al psicoanálisis, especialmente la homosexualidad femenina y de lo que el propio discurso analítico ha colaborado a que la homosexualidad sea aceptada y haya salido del campo de las desviaciones, el discurso analítico no puede dejar de oponerse al discurso Gay, en tanto éste propone una identidad que pretende borrar la división del sujeto y suturar la dimensión sintomática de su goce. Sin embargo sí podemos abordar la homosexualidad como síntoma, como un síntoma entre otros, que como todo síntoma viene a suplir  la imposibilidad de escribir la relación entre los sexos.

En “la época del hombre sin atributos” [1], en la época del hombre contable, del hombre «metrosexual», cuando hay este empuje para borrar las diferencias entre los sujetos, la política del psicoanálisis hace valer las diferencias y su clínica acoge lo más singular que cada sujeto tiene: su síntoma.

4.  En la sociedad moderna la ciencia avanza.

Lo que se hace patente en nuestra sociedad moderna, es el estallido del Uno de lo universal, el de la lógica del todo y la excepción, estamos ante lo que Jean Claude Milner llama “lo ilimitado de la sociedad moderna” [2]. En la sociedad moderna la ciencia y la técnica progresan, pero el progreso científico no elimina la dimensión sintomática que tiene el goce para los sujetos.

Es evidente que los avances de la ciencia -sobre todo de la biogenética- han hecho estallar al padre tal y como lo conocíamos. La ciencia y la técnica ofrecen posibilidades inéditas respecto a lo que era la reproducción “natural”. Hoy no sólo es posible la procreación sin padre, o con este “padre enlatado” que sería el donante anónimo de los espermatozoides que van a producir la fecundación del óvulo, sino que el óvulo por su parte, puede ser fecundado, “In Vitro”, estar en el cuerpo de la futura madre o en el vientre de una madre de alquiler. La sexualidad queda radicalmente separada de la reproducción. La reproducción “a la manera científica”, permite posibilidades nuevas, las nuevas ofertas crean demandas nuevas y no se sabe dónde poner el límite. Lo que es ilegal en unos lugares está permitido en otros. Por ejemplo, ya es posible la selección de los genes de los futuros hijos. Hace algunos meses leí la noticia de que 50 parejas españolas acababan de hacerlo en Bélgica, querían seleccionar los genes de sus futuros hijos con el fin de que estos pudieran convertirse en futuros donantes de sus hermanos enfermos.

¿Cuáles van a ser las consecuencias de esta instrumentalización, sobre la subjetividad de estos hijos-medicina? ¿Van a aceptar su condición de donantes a los que no se les ha consultado o van a reivindicar su derecho a decidir al respecto? No lo sabremos hasta que alguno de ellos se dirija a un analista.

No se puede generalizar, cada caso es diferente, pero sí podemos constatar que hay una pendiente a la objetualización del hijo, a la instrumentalización del hijo. Esta pendiente se puede poner a cuenta del avance del discurso científico y del hecho que este forcluye al sujeto.

Por otra parte, “la sociedad del derecho al goce” entra en conflicto con el hecho de que “tener un hijo no es un derecho”. Para salvaguardar los derechos de los niños las cosas deben plantearse a partir del “derecho del niño a tener padres”, como recordó el representante de la asociación de adopción presente en la mesa, sin embargo los hechos parecen deslizarse más bien en otra dirección.

“Tener un hijo” no es fruto de un derecho, sino el fruto de un deseo particular y la legitimidad del mismo se mide por sus consecuencias sobre el hijo.

5.. El padre, de muerto a vivo.

Al final de su enseñanza Lacan pasa de pensar al padre como padre muerto, padre simbólico, a pensarlo como vivo y a considerar la experiencia analítica como el terreno en que debe ser investigado. No se trata de pasar del padre sin más, si tomamos al padre como un modo de abrochamiento del goce, entre otros, podemos admitir una variabilidad, pero a condición de que el abrochamiento se efectúe. “Pasar del padre pero a condición de servirse de él”…y saber que estos cambios tienen consecuencias, consecuencias que recogemos en la clínica.

¿Qué funciona como síntoma que anuda para un sujeto dado? Esta es la pregunta que nos hacemos en la clínica psicoanalítica.

Estamos en la época pragmática del psicoanálisis, la que se corresponde con el padre considerado como instrumento o si se prefiere como distintas maneras posibles de abrochar el goce. Lo real del Edipo no es el Nombre del Padre sino lo real del goce y lo que la clínica nos enseña es que hay distintos abrochamientos y que el que se hace con el Nombre del Padre, es uno entre otros. Efectivamente, hay distintas maneras, pero no todas igualmente eficaces. Sólo la clínica del caso nos permite saber si para un sujeto dado, ha operado la función del padre-síntoma.

En parte, la dificultad con la que nos encontramos para participar en estos debates, tiene que ver con la cuestión de la transmisión de la imposibilidad de la que partimos: el hecho de que para la   especie humana no hay un saber en lo real respecto a la sexualidad y que la sexualidad está librada a la contingencia de los encuentros. Este descubrimiento que constatamos en la clínica va a contracorriente de lo que promueven los dos discursos más influyentes en nuestra época: el discurso capitalista que al desinteresarse por completo del amor, lo excluye de su campo y por esa vía forcluye la castración y el discurso de la ciencia, que forcluye al sujeto al mismo tiempo que escribe la  relación, si no entre los sexos, al menos entre los genes.

6. Pasión por lo nuevo

Jacques Alain Miller en su artículo. “Religión, psychanalyse” se plantea la pregunta porla vía del psicoanálisis en la época del permiso al goce, en la época en la que la prohibición ya no está en cartel, una época confrontada a un imposible que es la verdad de la prohibición, en la que la hiancia intrínseca al goce no se esconde más detrás del padre.

Si el cristianismo tuvo que recurrir al Dios de los filósofos, si hizo falta en un momento recurrir al Dios de Aristóteles vía Santo Tomas, al ser supremo, a la esfera inmóvil, fue porque, dice Lacan, el cristianismo rechazó confrontarse a los obstáculos estructurales del goce. Fue porque los cristianos tuvieron horror de la revelación, dado que la verdadera revelación es que hay una hiancia en el goce, que no hay en tente posible en el ser hablante con el goce, por lo que se pusieron a hacer filosofía.

Del mismo modo los psicoanalistas se horrorizaron con lo que en la experiencia analítica les mostraba de esta revelación, que para el ser hablante la relación sexual no está programada. Por  eso, con Freud mismo, se refugiaron en el seno del padre.

Una vez sobrepasado el horror, por el matema, un campo se abre para el psicoanálisis, no para la esperanza, no es esta la cuestión, sino para la pasión por lo nuevo. Pasión quiere decir que lo nuevo se sufre, pero también que el psicoanálisis no está condenado al ideal monocentrico en el que Freud quedo cautivo hasta el final, tratando de cerrar la puerta de su prisión.

Es decir que los analistas de mañana, los de hoy, esperemos, no responderán a la norma de ninguna Iglesia, a ninguna vía canónica. No son los hijos del padre, sino que cada uno queda particularizado por una vía que sólo le es propia a él y que puede abrirse para hacer con eso, en la era post-paterna, y esta es según Lacan la vía de su escapatoria.

Notas.

  • Miller, Jacques Alain, L´ère de l´homme sans qualités”, La Cause freudienne nº 57.
  • Milner, Jean Claude, “Les penchants criminels de L´ Éurope démocratique”, Ed. Verdier
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