Basta entrar en éste Seminario extraordinario en enseñanzas, para advertir la decisión clara y distinta de Lacan: poner como relevante el papel del significante en su función polarizante- carretera principal- para no sólo ordenar de un modo inédito el campo de la psicosis, sino avanzar en la cuestión principal que está en primer lugar cuando se trata de las psicosis. Hay, pues, una cuestión, nos dice, que es preliminar a todo tratamiento posible.
Apoyado en las huellas de Freud, y en su propia práctica se dispone a tratar los problemas clínicos y de nosografía que plantea el saber psiquiátrico en lo que concierne a los beneficios y contras obtenidos y los consiguientes problemas de tratamiento.
Una sucesión de interrogantes inician lo que será la cuestión primera, exhaustivamente articulada en el Seminario a partir de: ¿qué acto psíquico tiene que pasar o no tiene que pasar para que “la insondable decisión del ser” incline a un sujeto hacia la represión o hacia la forclusión? ¿por qué Freud se interesa por la paranoia y no por la esquizofrenia, aunque no la ignora?
¿En qué se diferencia el aporte de las nociones, términos y conceptos de la episteme del psicoanálisis respecto de la nosografía psiquiátrica y sus consecuencias en el tratamiento de las psicosis?
¿Qué recubre el término psicosis en el ámbito psiquiátrico? Nos dice que «las psicosis son lo que siempre se llamó y legítimamente se sigue llamando así: las locuras».
Si la nosografía y el tratamiento que ésta fue dando a todas las locuras tuvo diferentes concepciones de su génesis, desde las organicistas hasta las psicogenéticas, Lacan se muestra contundente: “desde el psicoanálisis, no hay psicogenésis. Es de lo que el psicoanálisis se aleja”.
El caso Schreber le permite, siguiendo el modo de proceder de Freud buscar y encontrar aquello que de cuenta, además de la distinción propia a la psicosis, la distinción entre ambos campos de la neurosis y la psicosis.
Señalemos de paso, cómo en el rigor dialéctico que mantiene con los pensadores de esa época no tan lejana, cuestiona cada una de esas concepciones al imponer los términos de lo real, lo simbólico y lo imaginario, siendo “los tres órdenes para comprender cualquier cosa de la experiencia analítica”.
Finalmente, conviene detenerse en el desarrollo que Lacan hace del caso Schreber, por un lado, de la mano de esa irresistible función que le impone al significante: la que polariza, ordena, aferra, abrocha.
Una función que no sólo agrupa en un haz a las significaciones sino que crea – nos dice- el campo de las significaciones. Y, por otro, en ese hallazgo sensacional de la función lógica del padre, que no es pensable sin la categoría del significante, y es la que le permite precisar el concepto de función para, como hemos visto en su última enseñanza del Seminario 23 desembocar en el uso del nudo borromeo precisamente traído para hacer captar qué hay allí de esa función del padre, como la que engancha el nudo o, si no opera, qué puede venir a ese lugar.
Sigamos en este vivificante Seminario 3 las huellas de Lacan que sigue a Freud y en esa apuesta, vemos cómo renueva el objeto mismo de su descubrimiento.
Su comentario y estudio es una ocasión doble. Una, para poner a prueba qué hemos aprendido y qué no, sobre el fenómeno, la estructura, la singularidad de ese encuentro crucial con lo Otro de “esa insondable decisión del ser” a la que la experiencia clínica del día a día nos confronta.
La otra, aprender a leer en esa fórmula a la que el Encuentro de la AMP de 2024 nos invita bajo ese Todo el mundo es loco, aquello común a todo ser hablante y aquello no común como todo el mundo, donde el sujeto, suspendido en una crisis inaugural- al decir de Lacan-, ignora a lo que abre la propia lengua que habla y que habla en él.
Mónica Unterberger.
Madrid, agosto 2023.