- Sobre el objeto a
Nos encontramos en un tiempo de investigaciones, de estudio y nuevas elaboraciones como en cada período previo a un congreso de la AMP. En abril de 2008 nos reuniremos en Buenos Aires con el título de “Los objetos a en la experiencia psicoanalítica” a fin de presentar nuestras conclusiones, discutir nuestros puntos de vista y cernir los interrogantes que se desprenden de cada paso dado en la conquista de un saber.
Una de las referencias esenciales del trabajo que realizamos es, seguramente, el Seminario de La angustia. En el recorrido lacaniano de la elaboración del objeto a el seminario X es fundamental y Lacan no cesa de repetir que nunca hasta entonces se había considerado la dimensión del objeto en “sus verdaderas coordenadas”. La nominación novedosa de los diferentes objetos pulsionales con una letra permitirá alojarlos en la denominada “álgebra lacaniana”, a fin de distinguir sus diversas funciones y usos, su lugar en la estructura: “La definición que persigo este año tiende a oponerse a la concepción abrahámica (…) ” de los mismos que tanto éxito obtuvo como desviaciones produjo en las elaboraciones psicoanalíticas sobre la pulsión, en las consideraciones teóricas y en sus implicaciones en el manejo de la cura, en concreto, en la interpretación.
En el esquema de la división del sujeto el a que Lacan presenta en distintos momentos a su auditorio aparece como resto de la operación a partir de un mítico A real, primera escritura operativa del registro homónimo. Persigue la demostración de una constitución del objeto “circular” . En todos los niveles de su constitución, el objeto persiste como objeto a. En las diversas formas […] se trata de una misma función y de saber cómo se vincula a la constitución del sujeto en el lugar del Otro y lo representa”. El concepto freudiano de “intrincación pulsional” conquista en este seminario, aunque no es explícitamente mencionado, su justo lugar en los anudamientos que establece Lacan entre el objeto anal y el escópico, entre el oral y la voz.
La magnitud de estos desarrollos –que completa la lista de los objetos freudianos- puede apreciarse si se tiene en cuenta que, gracias a ellos, se inicia una reforma del pensamiento analítico, una “nueva crítica de la razón” consecuencia de reintroducir la dimensión de la causa, abandonada por el pensamiento determinista, tan caro a los postfreudianos. Debemos esforzarnos en cernir la lógica por la cual “… la razón está ya tejida en el dinamismo más opaco en el sujeto, allí donde se modifica aquello que él experimenta como necesidad bajo las formas del deseo, siempre más o menos paradójicas en cuanto a su supuesta naturalidad.”
- Sobre el objeto anal
En un pasaje de “Función y campo…” encontramos un anticipo incisivo e irónico de esta nueva crítica de la razón, cuando Lacan se refiere al valor de goce pulsional que pueden alojar las significaciones fantasmáticas de acciones y pensamientos, tanto en el niño como en los “teóricos del amor de objeto” cuando le asimilan a la oblatividad: “… la subjetividad del niño que registra en victorias y derrotas la gesta de la educación de esfínteres, gozando en ello de la sexualización imaginaria de sus orificios cloacales, haciendo agresión de sus expulsiones excrementicias, seducción de sus retenciones, y símbolos de sus relajamientos, esa subjetividad no es fundamentalmente diferente de la subjetividad del psicoanalista que se ejercita en restituir para comprenderlas las formas de amor que él llama pregenital.”
Como lo ha demostrado Jacques-Alain Miller, la consideración del objeto en el orden de la causalidad permite una distinción muy precisa de la función del objeto en el orden de la intencionalidad. En éste se dibuja el campo de la objetividad, es el campo del Otro, de lo especularizable, de los objetos “deseables”, agalmáticos. En cambio, el primero concierne a la objetalidad, a los objetos-causas, por definición irrepresentables, irreductibles a la simbolización y que, por pertenecer a un registro heterogéneo a lo simbólico, pueden funcionar como la condición del deseo. Miller destaca la dificultad de la construcción lacaniana del objeto concebido de esta manera, en la medida en que, aún siendo exterior al Otro, su lugar está, sin embargo, en él incluido como lo demuestra la clínica de las neurosis. A pesar de las dificultades de esta elaboración, se entiende que Lacan está advertido del peligro que conllevaría el considerarlo una pura facticidad, un absoluto. Por esta razón lo vincula a una reducción del Otro, ubicando “… por un lado el objeto a como real, pero al mismo tiempo relativo a la elaboración significante”
Lacan hará depender la producción del objeto en su función de causa del deseo de la función “positiva” de la angustia, suscitada por un exceso de goce en el cuerpo. En este seminario el origen de la subjetividad no es postulado en el lugar del Otro como dato previo, sino que parte de la proposición de un goce mítico, una mónada de goce, de cuya “separtición ” depende que un órgano libidinal se separe del cuerpo y conquiste su lugar en la estructura subjetiva. El objeto se recorta, se extrae del cuerpo sin la intervención de un agente que sería el Otro, que se constituye, por lo tanto, en un momento lógico posterior. De ahí que, según lo comenta J.AMiller, Lacan se vea conducido a detallar las separaciones anatómicas del objeto y que el objeto anal se presente como el paradigma de tal operación. “En un segundo tiempo se plantea la cuestión de la subjetivación del objeto y de su inscripción en el campo del Otro. Lo que está ahí, el objeto a, (…) lo más de mí mismo en el exterior porque él ha sido de mí cortado. ”
A partir de estas consideraciones es posible concebir la clínica lacaniana como una clínica de la separación del objeto. La operación analítica ofrece al sujeto la vía de la transferencia y la palabra, vía por la cual el ser hablante puede “ahorrarse ” el exceso de trabajo que invierte en modos de separación fallidos, extraviados, sacrificiales intentando asegurarse, con tales pérdidas, un deseo evanescente y una causa que se escabulle.
La clínica freudiana sigue siendo para nosotros un material privilegiado en el que leer las estructuras que conseguimos elucidar en la enseñanza de Lacan. Presentamos a continuación un comentario en el que intentaremos situar algunas diferencias estructurales en el valor y uso del objeto anal en dos casos, el del Hombre de las ratas y el Hombre de los lobos, desde las consideraciones anteriormente expuestas.
- Sobre el “Hombre de las ratas”
Si leemos el caso princeps de neurosis obsesiva con la brújula de la intrincación pulsional del objeto anal y el escópico, posible gracias al funcionamiento del significante fálico en el inconsciente, el sueño transferencial en el que Lanzer ve a la hija de Freud con “dos pellas de estiércol” en lugar de ojos, revela ser un signo de la posición neurótica del sujeto en la transferencia, sostén de la demanda y de la verdad encubierta por un objeto agalmático (desear a la hija no por los ojos bonitos sino por su dinero, símbolo de la potencia y metonimia del objeto anal)
Sin embargo fue posterior a la entrada en análisis y del establecimiento de la transferencia que esta formación del inconsciente se produjo. En la problemática que conduce al sujeto al análisis la dimensión del objeto anal y del cuerpo no están presentes de manera explícita. El joven Lanzer sufre de inhibiciones, temores y pensamientos obsesivos pero es el trance de una deuda imposible de pagar el que le abrirá las puertas al inconsciente y al complejo paterno.
Es la dialéctica de la falta en el inconsciente, con su carácter de “subjetivación forzada” la que hará posible la traducción de los significantes fundamentales. Precisamente, a través de la introducción en la cura de la pregunta por la causa, el discurso del sujeto se precipita hacia la figura del “capitán cruel” y al relato del tormento de las ratas cuyo efecto en el sujeto reveló a la perspicacia de Freud “el horror de un goce ignorado”. La convulsión afectiva, el “embarazo” que despierta en el paciente se vincula a la horrible representación de que dicha tortura le fuera aplicada a los seres que más amaba (la Dama y su padre). En ese “acontecimiento del cuerpo” el goce autista o autoerótico es “ignorado” habiéndose desplazado al campo del Otro en la forma de representación de un temor, lo que demuestra que estamos en el campo de la neurosis. El cuerpo se presenta en el movimiento, en la locomoción que sostiene la frase imperativa (“debes pagar”) durante el trayecto en tren a Viena. El cuerpo está vinculado al trance obsesivo de la deuda imposible de pagar, pero la incidencia de la pulsión anal en la subjetividad de Lanzer no aparece en el síntoma sino que emerge como un efecto de la labor de desciframiento del análisis, una vez despejado el complejo de la deuda y el fantasma de la rata.
“La idea del tormento de las ratas había excitado toda una serie de instintos y despertado una multitud de recuerdos, adquiriendo así las ratas, (…) toda una serie de significaciones simbólicas, a las que fueron agregándose otras muchas en lo sucesivo. […] El tormento de las ratas despertó ante todo el erotismo anal que había desempeñado un importante papel en la infancia del sujeto…” Freud apunta en tal sentido el “prurito causado por las lombrices”, esto es, un goce vinculado al cuerpo.
Pero, en un segundo momento lógico y gracias al pasaje de ese goce extraído del cuerpo a la contabilidad inconsciente, al campo del Otro mediante el significante “rata”, se opera la “trasmutación” del objeto en las asociaciones significantes. Entre ellas, la significación de dinero, efecto de la asociación Raten (plazos) a Ratten (ratas). “El sujeto llegó a hacer de las ratas una verdadera voluta para su uso personal”, al punto que cuando Freud le mencionó la cifra de sus honorarios el sujeto realizó la traducción mental “tantos florines, tantas ratas” .
Luego del análisis de las cadenas inconscientes en las que el significante “rata” representaba al sujeto, Freud concluye que el sujeto “hallaba su pareja en la rata.” Fórmula del fantasma fundamental implicado, como se recordará, en el carácter “cruelmente libidinoso” de la representación temida por el sujeto, signo de su posición en la vida y de la elección del partenaire, la Dama ideal. Las distintas formas de autocastigo que se impone el sujeto, que llegan incluso tomar la forma de “impulso al suicidio” estarían vinculadas a los intentos de separación de este kakon opaco, el real del objeto, indicio de la nueva razón que aporta el psicoanálisis a los resortes del pensamiento y que revela “la estrategia secreta” con el objeto en la neurosis obsesiva.
El final del Seminario X nos enseña que la comunidad topológica del objeto escópico y el anal debe desentrañarse en el análisis para conseguir desmontar el “narcisismo irreventable del obsesivo” en el que se cifran sus diversas servidumbres, a partir del valor concedido al Ideal de la potencia, que obtura la función del objeto causa del deseo.
- Sobre el “Hombre de los lobos”
Cuando el joven ruso llega a la consulta de Freud sufre de una absoluta incapacidad, resultado de los efectos psíquicos que le acarreó una infección blenorrágica. Viaja acompañado de un ayudante y de un médico; necesita que le sean practicadas lavativas para poder defecar. En este caso, siguiendo la definición del síntoma como acontecimiento del cuerpo , éste vendría a revelar que el sujeto, perturbado por el objeto a “en su bolsillo ”, necesita hacérselo extraer, hacérselo extirpar. El carácter invalidante de este síntoma resume la posición del sujeto, calificada como de “una pasividad intrínseca”. Seguimos a Miller en su lectura del caso cuando dice: “ Freud nos indica (…) que esta pasividad debe ser interpretada en el régimen del estadio anal .” Y, más adelante, “es en la relación con el objeto anal donde él localiza la posición del sujeto.”
Aunque este caso se mantuvo para Freud como un enigma (Miller), no parece dejar lugar a dudas que le trató como obsesivo. Tiene interés recordar los datos clínicos en los que se apoya para proponer la hipótesis de la neurosis obsesiva, y el lugar que le asigna en los tiempos de la historia clínica :
En el relato del caso se destaca un acontecimiento que constituiría un giro decisivo a la edad de dos años y medio. Se trata de la reacción del sujeto a la ausencia de los padres y a la influencia de la odiosa institutriz inglesa. El niño, hasta entonces “apacible y dócil”
se mostraba, al regreso de sus padres, “descontento, excitable y rabioso”. El primero de tales accesos de cólera sobrevino, según su recuerdo, por no haber recibido dobles regalos el día de Nochebuena, que coincidía con su cumpleaños. Aunque la empleada inglesa fue despedida su estado no se modificó. En el período que transcurre hasta los cinco años, padeció temores diversos, que su hermana aprovechaba para martirizarlo con una estampa con la imagen de un lobo en posición erecta. Estos miedos parecen haber sido contemporáneos de un gusto por la crueldad con los animales. Aunque Freud aclara que su paciente no aporta datos muy precisos, deduce que en esos años sufrió de una “evidente neurosis obsesiva”, patente en su “piadoso ceremonial” que le imponía “rezar largo rato, santiguarse numerosas veces (…) y besar devotamente las estampas religiosas que colgaban de las paredes”. Este comportamiento contrastaba con la complacencia que obtenía de sus pensamientos blasfemos en la misma época. “…cuando pensaba en Dios asociaba automáticamente a tal concepto las palabras cochino o basura” También se refirió al tormento que le supuso, en el curso de un viaje, la obsesión de pensar en la Santísima Trinidad cada vez que encontraba tres montones de estiércol de caballo o de otra basura. Y, por último, la “obsesión de espirar” por la que se le imponía contener el aliento ante la visión de mendigos, inválidos o ancianos con una intención de conjura.
Fue su madre quien decidió enseñarle la Historia Sagrada con la esperanza de distraerle y reanimarle. El efecto en el sujeto supuso la sustitución de los síntomas de angustia por síntomas obsesivos. Su madre también promovía que la “amada chacha” le leyera pasajes del libro y le enseñara ilustraciones y Freud encuentra en esta influencia la razón de la “victoria de la fe” que
acabó con las luchas internas que conmovieron al “pequeño crítico”. Al principio Freud se muestra incrédulo respecto a la sagaz inteligencia que demostraban tales cuestionamientos en un niño tan pequeño, pero acabó por ceder a la evidencia de su veracidad. “Comenzó por extrañar el carácter pasivo de Cristo en su martirio y luego todo el conjunto de su historia, y orientó sus más severas críticas contra Dios Padre. Siendo omnipotente, era culpa suya que los hombres fuesen malos y atormentasen a sus semejantes, yendo luego por ello al infierno. […] El mandamiento de tender la otra mejilla (…) le resultaba incomprensible, e igualmente (…) que no hubiera hecho ningún milagro para demostrar que era realmente el hijo de Dios. Su penetración, así despertada, supo buscar, con implacable rigor, los puntos débiles del poema sagrado”
El comentario de Freud indica que el sujeto ha podido localizar la inconsistencia del discurso religioso (versión del A tachado), pudiendo a-prenderse a lo simbólico, conquistando una posición activa en relación al saber. “Pero no tardaron en agregarse a esta crítica racionalista cavilaciones y dudas que nos revelan la colaboración de impulsos secretos” La irrupción del goce anal que puja por encontrar una nominación, que podríamos entender como una tentativa de subjetivación del cuerpo, le incita a formular la pregunta a la Chacha de si Cristo también tenía un trasero. Insatisfecho con la respuesta recibida se dijo que, finalmente, el trasero no era sino la continuación de las piernas. La interrogación de si Cristo se hallaba sujeto a la necesidad de defecar no fue siquiera enunciada a la niñera, al encontrar por sí mismo una salida, si Cristo había conseguido hacer vino de la nada, podía convertir en nada lo que comía sin verse obligado a la excreción. Podemos deducir que en estas ideas se conforma una versión delirante del cuerpo que, al negar su carácter tórico y agujereado, dificulta su funcionamiento de esfínter. La no extracción del objeto anal en la lógica de la estructura, hará imposible que pueda alojarse en el lugar de causa del deseo.
Aún así Freud apunta los beneficios que el conocimiento de la historia Sagrada procuró al sujeto al suministrarle una versión sublimada de su posición masoquista respecto al padre, mediante la identificación con Cristo. También destaca que le aportó una versión de la función del tercero, hasta entonces desconocida porque, según la chacha le había echo creer, él era sólo de su padre y su hermana sólo de su madre, lo que le condenaba a una dualidad mortificante. Arreciaron, entonces, las dudas respecto a la paternidad. Pero “su oposición dejó pronto de ser una duda de la verdad de la doctrina y se orientó, directamente, contra la persona de Dios”
El análisis que realiza Freud es finísimo y ha recibido excelentes esclarecimientos y comentarios . El sujeto “extrajo su energía para atacar a Dios del amor al padre, así como la penetración para desarrollar su crítica a la religión. Mas, por otro lado, tal hostilidad contra el nuevo Dios no era un acto primero, pues tenía su prototipo en un impulso hostil al padre, surgido bajo la influencia del sueño de angustia.”
Freud encuentra en el complejo paterno conformado de esta manera, la raíz de los impulsos sentimentales antitéticos que coincidieron en el tema de la religión, por eso considera las ideas blasfemas como una “transacción” sintomática. Sin embargo, y siguiendo las elaboraciones del Seminario III, es coherente la dimisión simbólica del padre con exageradas formas imaginarias. Podríamos pensar entonces que podría tratarse, no de una pugna entre dos impulsos respecto al padre, uno amoroso y otro hostil sino de una imposibilidad estructural de hacer coincidir el padre simbólico y el imaginario. Si tomamos en consideración el surgimiento de la “obsesión de espirar”, como otro singular acontecimiento en el cuerpo, como un signo de la defensa ante “demonios” o “malos espíritus” se revela una estructura del síntoma no neurótica: tenía el sujeto seis años cuando fue a visitar a un sanatorio a su padre enfermo, inspirándole gran compasión. Desde la hipótesis diagnóstica de psicosis ordinaria este episodio podría haber motivado el encuentro del sujeto con el desfallecimiento del padre y las blasfemias podrían entonces comprenderse como fenómenos vinculados al Unglauben, a la increencia en el significante paterno. Desde este punto de vista, los síntomas fóbicos y obsesivos serían diversos ensayos de defensa pero que no responderían a la lógica de la represión.
El resultado del proceso se saldó con la “victoria de la fe religiosa sobre la rebelión crítica e investigadora y había tenido como premisa la represión de la actitud homosexual. De ambos factores resultaron daños duraderos. La actividad intelectual quedó gravemente dañada después de esta importante derrota. El sujeto no mostró ya deseo alguno de aprender, ni tampoco la penetración (…) con la que había analizado las doctrinas religiosas. La represión de la homosexualidad (…) le sustrajo a las sublimaciones que de ordinario se presta. Faltaban, pues, al paciente, todos los intereses sociales que dan contenido a una vida.”
El alcance de este último comentario de Freud es fundamental porque revela el estado “fuera de discurso” en el que se encontraba el joven ruso en el momento de comenzar el análisis y que demostró ser uno de los paréntesis de desconexión o desenganche que sufrió a lo largo de su vida. Tales episodios alternaban con etapas de “normalidad” que se diluían cuando su cuerpo se veía alcanzado por alguna negatividad.
- Sobre el dinero y los “síntomas intestinales”
Freud deja constancia del acuerdo existente entre los analistas respecto a la importancia del “erotismo anal” en la conformación de la vida sexual y en la actividad anímica en general. También menciona que dicho acuerdo incluye la valoración personal del dinero que atrae sobre sí el interés psíquico orientado primitivamente hacia el excremento. “Nos habituamos –concluye- a exigir del hombre normal que renuncie a las influencias libidinosas y se atenga a las normas deducidas de la realidad.”
Luego de tales precisiones plantea el trastorno de tal relación en el paciente ruso como uno de los factores incapacitantes de la enfermedad adulta. Habiendo recibido sucesivas herencias, “concedía gran valor a que se le supiera rico y le ofendía que se dudase de su fortuna” Sin embargo, dice, era difícil considerarlo avaro o pródigo porque se comportaba ora de un modo, ora en el opuesto. Se mostraba vanidoso, viendo en la riqueza el mayor merecimiento de su personalidad, anteponiendo el dinero al sentimiento , aunque en ocasiones se comportaba de forma modesta y compasiva.
Según estas apreciaciones el dinero, cuyo valor de falo imaginario otorgaría una consistencia a la identidad del sujeto, estaría, sin embargo, por fuera de la transmisión fálica que constituye un patrimonio con la consiguiente deuda que permite al sujeto unirse a la cadena de las generaciones. De ahí la nota de “mayor merecimiento” del rasgo “ser rico” de su ego, como una certeza que excluiría el sentimiento de deuda y gratitud. Se trataría de una prótesis de potencia, uno de los asientos de su “virilidad de fachada, de pura apariencia. ”
Por otra parte, Freud señala que los “trastornos intestinales muy tenaces” se habían sucedido desde la infancia: “cuando acudió a mi consulta se había acostumbrado a las irrigaciones, que le eran practicadas por uno de sus criados, y pasaba meses sin defecar espontáneamente, salvo cuando experimentaba una determinada excitación (…) Se quejaba principalmente de que el mundo se le mostraba envuelto en un velo…” que sólo se rasgaba en el momento de la irrigación, tras la cual volvía a sentirse bueno y sano.
Esta necesidad de intervención en lo real del cuerpo para producir la separación, para extraer el objeto, que no funciona por lo tanto como perdido en la estructura, demuestra la imposibilidad de su condición de esfínter pulsional en el inconsciente e ilustra la diferencia de su estatuto con la función del objeto anal en la neurosis obsesiva.
Freud comenta que durante los años de tratamiento analítico el sujeto no logró hacer una sola deposición espontánea. La resolución del síntoma al final de esta cura que, como sabemos, tuvo una fecha determinada por Freud y motivada en las invencibles resistencias que impedían cualquier avance del tratamiento. En el marco de esta peculiar conclusión Freud “le promete” su total restablecimiento, lo que, en efecto, parece producirse como resultado de la sugestión con la que el analista enfrenta la incredulidad de su paciente.
El análisis de los trastornos intestinales reveló que a los cuatro años y medio, luego de un episodio de incontinencia, el sujeto habría manifestado dolorosamente que “así le era imposible vivir” Esta expresión, pronunciada por la madre a raíz de sus constantes dolores y hemorragias abdominales, indujo en primer lugar su temor infantil a morir de disentería y sería reiterada innumerables veces por el sujeto a lo largo de su vida . Freud deduce de la impronta que esta frase la raíz de la identificación con la madre, cuyo alcance erótico en la escena primaria, vía la “teoría de la cloaca” se manifestaría en el sueño de los lobos y ante el cual el sujeto se habría revelado en el transcurso del sueño de angustia. Sin embargo, Freud reconoce que, a pesar de su influencia intensísima, “se agotó en ello su eficacia y no ejerció influencia alguna en la decisión del problema sexual ”. Es decir, según Freud, que el sujeto no se orientó a la homosexualidad, quedando así su identidad sexual por fuera de la lógica fálica. De ahí que el sujeto deba construirse una virilidad de suplencia.
- Sobre la cesión del objeto
Lacan desarrolla en el Seminario de La angustia el funcionamiento particular de la demanda, al
servicio de la disciplina, que obliga a tener con el objeto anal un interés hasta ser considerado un objeto agalmático. La indicación “guárdalo” se verá contradicha en otro momento con la demanda de expulsarlo, sugiriendo que no es conveniente mantener unas relaciones demasiado íntimas con él. En torno a la demanda anal el deseo se afianza por vez primera vinculándose directamente al cuerpo al inscribirse en el registro de la pertenencia y, consecuentemente, a la dinámica del don. Las transmutaciones que Freud descubrió en las significaciones fálicas del objeto conservan plena vigencia en el saber analítico.
Pero, además, el objeto anal demuestra ser paradigmático de la función del objeto a “extraído del cuerpo”, por fuera de la lógica de la demanda. Y Lacan se refiere al caso del Hombre de los lobos para ilustrar esta operación a la que denomina “cesión del objeto”, paradigma de la “separtición” ocurrida en la mónada inicial de goce supuesta en el primer tiempo de la constitución de sujeto.
Como resultado de la construcción del análisis del sueño de angustia, enlazado al valor traumático de la escena primordial, Freud llega a la conclusión de que “el niño interrumpió por fin el coito de sus padres con una deposición, que podía justificar su llanto” Su paciente acepta tal construcción y la confirma con “síntomas pasajeros”. El pasaje en el que Freud analiza este “acto” no tiene desperdicio. “No se trata en él –en ese acto- de una impresión externa, cuyo retorno ha de esperarse en multitud de signos exteriores sino de una reacción personal del niño Su ausencia o su inclusión ulterior en el proceso de la escena no traerían consigo modificación alguna del conjunto (de la escena). Y su interpretación no ofrece lugar alguno a dudas: significa una excitación de la zona anal (en el más amplio sentido)”
Entendemos que el carácter de ese objeto no es simbólico, por ser, como dice, irrepresentable en el “retorno de los signos”, de las impresiones “externas”, fuera por tanto del campo escópico, no pertenece al contenido restante de la escena sino al cuerpo, siendo, pues, un órgano de goce, que induce un exceso de excitación.
Que Freud caracterice esta deposición como “reacción personal” viene a demostrar que la respuesta del sujeto al exceso de goce, en el momento de encontrarse petrificado, mirando la escena del coito de los padres, cobra el valor de una pérdida, de una separación que acontece en el cuerpo, sin el auxilio del Otro como ley o prohibición sino a través de la “mediana de la angustia”.
Sin embargo, el siguiente paso lógico que permite el alojamiento de ese objeto en la red de las trasmutaciones que opera el significante fálico no se habría conseguido y por ello, cada vez que su cuerpo o su imagen es alcanzado por alguna negatividad, se produce el desenganche del Otro.
El ruso sintetizaba en un lamento el carácter de sus padecimientos diciendo que el mundo se le aparecía envuelto en un “velo” que sólo se desgarraba en el momento de las irrigaciones. Poco antes de la conclusión de la cura recordó que según constaba en el mito familiar él había nacido “cubierto” con “la cofia de la buena suerte” con que la sabiduría popular traduce que el bebé nazca con la cabeza cubierta por la placenta.
“Pero, se pregunta Freud ¿qué pueden significar los hechos de que este velo simbólico, que había sido real en una ocasión, se desgarrase en el momento de la deposición, conseguida con ayuda de una irrigación, y que su enfermedad cesara bajo tal condición? El análisis nos permite responder lo siguiente: cuando el velo de su nacimiento se desgarra, vuelve el sujeto a ver el mundo y nace así de nuevo. ”
Y más adelante, descubre su lógica: “El desgarramiento del velo es análogo al hecho de abrir los ojos y al abrirse la ventana. La escena primordial ha quedado transformada en la condición de su curación” La ruptura del velo tiene el valor de la extracción de un exceso de goce del cuerpo, un ensayo de vaciamiento que se operaría en dos ejes, en el objeto escópico y en el objeto anal.
En su excelente libro Fenêtre, Gerard Wacjman desarrolla paso a paso la lógica de la construcción del fantasma como equivalente a la invención de la ventana. El acto mismo de “abrir los ojos”, acto de nacimiento del sujeto en lo simbólico desde la perspectiva geometral, gracias a la elisión de la mirada. Si entendemos el “velo” como el signo de la ausencia de la elisión simbólica de la mirada que le impide al sujeto la visión del mundo, que aparece “en tinieblas y ajeno”, se demostraría la imposibilidad de la intrincación pulsional con el objeto anal por la ausencia del (-phi). La escena primordial como condición de la curación, como el telón de fondo de las irrigaciones, estaría en el origen de los intentos fallidos de inscripción de la primera cesión del objeto en la lógica del fantasma.
- Un ciclo singular: El análisis de Sergeï P. con Ruth Mack Brunswick
Siguiendo la teoría de los ciclos que ha propuesto Jacques-Alain Miller, el “Hombre de los lobos” realizó varios, y con distintos analistas.
El primer ciclo, realizado con Freud, comienza en Febrero de 1910 y termina en Julio de 1914. El segundo, va desde noviembre de 1919 a Febrero de 1920 en el que, según Brunswick, resolvió con éxito una “constipación histérica”. Entretanto, había abandonado Rusia y perdido todas sus posesiones pero había encontrado un modesto trabajo. Su situación empeoró con la enfermedad de su mujer y Freud llevó a cabo una colecta para quien tanto enseñó al psicoanálisis y la entregó a su ex –paciente cada primavera, durante seis años.
Sergeï iniciaría en 1926 su análisis con la destacada discípula de Freud, motivado por una importante recaída como consecuencia del daño irreparable que le habría supuesto una electrolisis practicada en su nariz para tratarle unas glándulas sebáceas obstruidas. Nuevamente la antigua queja tomaba la misma forma “Así es imposible vivir” en el que enraizaba su identificación a la madre, quien poco tiempo antes había llegado a Viena portando una negra verruga en la nariz que capturó la atención hijo al recibirla en la estación.
“El velo de su primera enfermedad lo cubría totalmente. Desatendía su vida y su trabajo porque se enfrascaba en el estudio de su nariz con exclusión de cualquier otra cosa.[…] Su vida se centraba en el espejito que llevaba en su bolsillo y su destino dependía de lo que le revelaba o estaba por revelarle .”
El surgimiento de extraños pensamientos vinculados a su nariz parece estar vinculado a dos acontecimientos, el encuentro con Freud muy enfermo y la llegada de su madre desde Rusia (en noviembre de 1923). En ambos casos impresiona grandemente al sujeto una negatividad que altera el cuerpo del otro y que parece revertir especularmente convocando temores sobre su imagen, en concreto, sobre su nariz, que ya le valió despectivos motes por parte de compañeros en su infancia. Y entonces reapareció la constipación! Luego de un largo periplo por especialistas que alternaron con períodos de relativa calma, cayó en la desesperación cuando un médico le dijo que ya nada se podía hacer “Era el fin, mutilado, ya no podía seguir viviendo” . De la consulta de este especialista se fue corriendo a buscar remedio con un profesor X que le propuso extirparle inmediatamente la glándula. “El análisis reveló que el paciente había experimentado un agudo éxtasis ante la vista de su propia sangre fluyendo bajo la mano del médico. Dos horas antes había estado al borde del suicidio y ahora un milagro lo salvaba del desastre” Notamos el efecto saludable de la “extirpación” de la “extracción” en lo real de un exceso en el cuerpo. Sin embargo, en un momento posterior la inquietud le invadió nuevamente al plantearse si la inflamación desaparecería, “¿se curaría ese agujero?” Llegó a sentir que todo el mundo miraba el agujero de su nariz, considerándose “perseguido por el destino y abandonado por la medicina”, aunque pasaba etapas de sosiego, sobretodo, gracias a la pintura. Cuando llegó a ver a Ruth, en 1926, padecía un recrudecimiento del padecimiento por el daño irreparable causado a su nariz, de lo que responsabilizaba al profesor X y al que odiaba como su mortal enemigo.
R M. Brunswick admite que le fue difícil creer, al comienzo, de que se trataba del Hombre de los lobos, un individuo al que conocía como honesto y confiable. El hombre que se presentó en su consulta era culpable de innumerables pequeñas faltas de honestidad entre las que ocultaba a su benefactor la posesión de dinero. “Sorprendía aún más la absoluta falta de conciencia de su propia deshonestidad. El hecho de aceptar dinero con un pretexto falso carecía para él de importancia. ” Ella califica de hipócrita su actitud respecto al análisis, no quería hablar de su periplo por los dermatólogos ni de Freud, a la vez que no dejaba de elogiarla por su pericia y por su bondad (no le cobraba). Pero hay un dato importante respecto a su posición en la transferencia y es lo que ella destaca como impermeabilidad, mostrándose “inaccesible a cualquier sugestión”, rasgos que evocan las dificultades resistenciales que indujeron a Freud, en su momento, a precipitar el fin del tratamiento.
El primer sueño de este ciclo, una versión del famoso sueño de lobos, ratificó al sujeto la conveniencia de analizarse con una mujer, teniendo en cuenta que todas sus dificultades se derivaban de la relación con su padre. Ruth se muestra de acuerdo, entendiendo que lo que denomina “transferencia homosexual” podía significar un peligro en lugar de un instrumento para la cura. De hecho considera que el ciclo que el sujeto lleva a cabo con ella es un suplemento que sirvió para analizar la transferencia residual con Freud.
En un sueño posterior y después de repetidos comentarios de la bondad de su analista por no cobrarle, el sujeto delata su posesión de las joyas que, en ese momento suponía, tenían un valor superior al valor real que luego demostraron tener. R.M.Brunswick cree que la intención de este sueño es la de una confesión, pero el paciente “se negó a considerar toda posible deshonestidad al respecto”. Adjudica a su mujer la idea de ocultar la existencia de tales joyas, siendo, según sus palabras, una peculiaridad del carácter femenino la desconfianza y el temor de perder algo. R.M. Brunswick admite que le llevó tiempo comprender que la inescrupulosidad del sujeto y su imposibilidad de reconocerla se debían a “un profundo cambio de carácter ”, por encontrarse el sujeto “bajo el control absoluto de su mujer”, a causa de la adopción de una posición pasiva, anteriormente dirigida al padre. De todas maneras, el criterio de su mujer coincidía con sentimientos suyos, el sujeto especulaba económicamente con los fondos a su alcance, y ocultaba sus faltas. Además “se tornó negligente en el trabajo, se marchaba cuando se le ocurría, y si era descubierto inventaba un excusa:”
La analista considera que el “ataque de diarrea padecido en el comienzo del análisis” anunciaba la importancia de tema del dinero. Sorprende la aseveración de que el sujeto, “aparentemente satisfecho con el síntoma mismo, no acusaba el menor deseo de querer pagar su deuda”, el dinero que recibía de Freud era recibido como “algo que se le debía”. Notamos la coincidencia con la valoración de Freud, del valor del dinero para el sujeto, que lo consideraba “un merecimiento de su personalidad”. Además, no es poca cosa que responsabilizara al mismo Freud y no a la Revolución rusa de la pérdida de su fortuna.
La estrategia que R.M.Brunswick diseñó a partir de estos datos clínicos y de la insistencia del sujeto en que la relación que mantuvo con Freud “era mucho más amistosa que profesional”, se orientó a “minar la idea que el paciente tenía de sí mismo como hijo favorito”, es decir, su megalomanía. Reviste un enorme interés clínico el pasaje derivado de “la destrucción de las ideas de grandeza, que deja aparecer su manía persecutoria”. R.M.Brunswick relata un período en el que su paciente se presentaba completamente desaliñado, fuera de la realidad. “Comprendí entonces, admite, cuán necesaria y protectora había sido su megalomanía: parecía hundido en una situación que ni él mismo ni su análisis podrían dominar ”. Este pasaje constituye una enseñanza acerca de la fecundidad que puede tener la destitución calculada del narcisismo delirante del sujeto, puesto que, para la sorpresa del analista, se abre un camino hacia el material inconsciente que estaba detrás de la persecución, con el sueño siguiente. “El paciente y su madre se encuentran en una habitación, uno de los rincones está cubierto por íconos. Su madre descuelga los íconos y los arroja al suelo. Los íconos se quiebran en pedazos. El paciente se sorprende de la conducta de su piadosa madre. ”
La analista no duda en otorgar a este sueño una lectura transferencial al interpretarlo como una respuesta contraria a la que en su momento diera la madre, quien, al introducir al sujeto a la Historia Sagrada, le ofreció una vía simbólica de pacificación de la angustia aportando al niño el beneficio de una identificación al Hijo de Dios. Según su interpretación del sueño es ella, la analista, quien destruye ahora la identificación con Cristo. Un sueño posterior en el que aparece un hermoso paisaje que el sujeto mira desde una ventana, parecería indicar la resolución del fantasma que propició el sueño de los lobos, ya que el sujeto se sorprende de no haber pintado aún ese idílico paisaje. Aunque la pintura tenía un efecto muy benéfico para él al permitirle conseguir la localización del objeto escópico, no alcanzó el estatuto de sínthoma. La analista comprueba que, en un sueño siguiente se produce un retorno a la pasividad, y con ella la incapacidad de sublimación derivada.
Un sueño posterior en el que aparece el padre castrado, mendigo, alumbra la dimisión del padre a su función simbólica. Recordemos que la “obsesión de espirar” ante la visión de los desfavorecidos surgió al visitar al padre enfermo. Después de ese sueño el paciente “abandona el delirio”, vuelve a pintar y retoma el interés general por la vida. También ese sueño inaugura la conclusión del ciclo puesto que “su carácter volvió a cambiar, volvía a ser la personalidad aguda, escrupulosa y atractiva con cantidad de intereses y logros y dotado de un profundo y esmerado entendimiento analítico. ” Aunque, admite R.M. Brunswick, permaneció incomprendida su relación con el dinero, el paciente no terminaba de entender su conducta respecto a las joyas, a la aceptación del dinero, a las pequeñas deshonestidades: eran un gran misterio para él. Lacan nombra como ratage, el modo particular de fallar, el modo en que cada uno consigue formular la ausencia de escritura de la relación sexual, el misterio del parlêtre, del ser hablante. En este caso su analista piensa que el secreto radica en la explicación que el sujeto dio sobre su mujer al justificar la ocultación de las joyas: “las mujeres son desconfiadas, descreídas y temerosas de perder algo” Esta conducta respecto al dinero puede considerarse como un signo de su posición subjetiva. Revela el valor de la identificación imaginaria, transitiva, con la posición femenina sobre la que regulaba su ego, y por lo tanto, uno de los asientos de su “fachada viril”.
El valor del dinero como compensación imaginaria de la imposible subjetivación de la castración se distingue claramente de la deriva obsesiva del valor imaginario del falo como pertenencia, tacañería o avaricia. En un caso forma parte del ser, de la identidad y en el otro participa del registro del intercambio, de la pertenencia, lo que da lugar a las transmutaciones propias de la metonimia inconsciente. En cambio, si hay forclusión del falo, el significante de la potencia puede formar parte de un ego de suplencia, de ahí la versión megalómana de su merecimiento que excluye al Hombre de los lobos de la culpa por la deuda y de la gratitud. Este ejemplo nos ayuda a comprender la eficacia de la gratuidad en ciertos casos que tratamos en el marco de los CPCTs. Porque el reconocimiento que el sujeto otorga a RM Brunswick y la transferencia que con ella establece se vinculan al valor que adquiere, para el sujeto, que ella le atienda gratis. Un acto que permite a este hombre extraordinario recuperar la confianza en análisis, al que recurriría para aliviar su malestar, en distintos momentos, hasta el final de su vida.
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