Octubre 2007 Publicado en el libro «Forme Contemporanee del totalitarismo» a cura di Maximo Recalcati, Bollati Boringhieri editore s.r.l.
Torino ISBN978-88-339-1789-4
Convegnio Forma Contemporánea del Totalitarismo, organizado JONAS Centro de Clínica Psicoanalítica para los Nuevos Síntomas. Milán Octubre 2005
Para tratar de forma acotada el tema me referiré a la singularidad en una época de “proliferación de la masa”.
Desde luego, esta proliferación tiene como agente el predominio de la imagen, “del espectáculo”. Desde la potente televisión, las revistas, los video-juegos, internet…se logran producir fenómenos de masa que ya Freud analizó en su conocido texto “Psicología de las Masas y Análisis del yo”.
Jóvenes, adultos, viejos, niños, abandonan la relación con su propio Ideal, para alienarse al Ideal que se propone y que fundamentalmente lleva las marcas del mercado. En el decir de los sujetos encontramos los signos del fenómeno del imperio de la mercancía. Los sujetos, el saber, los afectos, son factibles de ser tratados como tal.
En la publicidad vemos ejemplos de ello. En un spot publicitario de actualidad, se va mostrando el importe exacto de lo que se puede comprar con una tarjeta de crédito y, después, nos muestran el encuentro de una pareja con los respectivos padres, la sonrisa del hijo con el padre, el amor…diciéndonos que esto no tiene precio. La magnífica aportación freudiana sobre la negación nos permite desvelar que el enunciado que logra atravesar la censura es: “¡hasta esto tiene precio!”. Por una parte, negándolo lo afirman, y por otra, no se responsabilizan de esta afirmación. ¡Sería demasiado escandaloso mostrar que lo más íntimo del sujeto también es susceptible de pasar al cálculo, encontrando su equivalencia en euros!.
La publicidad, los medios de comunicación, son la vía por la cual los individuos terminarán considerando su intimidad como lo que se debe adaptar a estos valores. Y todo ello en pos de esta “promesa de existencia” sin fisura en la masa que consume.
Estos fenómenos, aunque tomen formas actuales que no existían en el pasado, son exponentes de una “tendencia totalitaria” en el seno mismo de nuestras democracias y nuestros Estados de derecho. No hay que olvidar que para que los totalitarismos del Siglo XX llegaran a la toma del poder, antes tuvo que crearse un tejido de sostén un movimiento de apoyo.
Desde luego, después de las páginas ignominiosas de nuestra reciente historia estamos advertidos sobre estas cuestiones. No debe ser casual que distintos filósofos, sociólogos, politologos, en España y en otros países se hagan cargo de señalar, criticar y resistir frente a estas tendencias, a veces no tan fáciles de detectar. Y en estos últimos años se está más alerta por la vertiginosa carrera de la biogenética, la técnica, y sus efectos en la subjetividad y en el lazo social.
Así puedo hacer mía, y creo que nuestra, la indicación ética de Adorno, “obra de tal manera que tu acción y tu pensamiento hagan que nunca más se repita Auschwitz”.
Algunos ensayistas nos advierten que los psicoanalistas de orientación lacaniana, perdemos nuestro aspecto crítico sociopolítico en el exacto momento en que nos decidimos a intervenir en los debates políticos públicos. Más allá de no compartir esta afirmación, lo que me ha permitido esta crítica es volver a poner sobre el tapete lo que para mi es un tema fundamental para los lacanianos, como participar en los espacios públicos desde el psicoanálisis preservando nuestro discurso y que sea posible la discusión y la polémica con los otros.
Desde luego Freud con Psicología de las Masas y Análisis del yo y Moisés y el Monoteísmo entre otros, mostró no quedarse al margen de la intervención sobre lo socio-político. Más tarde Jacques Lacan al cual le tocó la época convulsa de la Segunda Guerra y del 68, tampoco fue extraterritorial. En el 68 dictó su Seminario el Reverso del Psicoanálisis donde formalizó los cuatro discursos (Amo, Histérico, Universitario y Analítico), además de participar activamente en la vida intelectual y artística. Es por considerarnos destinatarios de esta herencia que no podemos dejar de intervenir en cuestiones éticas y políticas de esta envergadura.
La doctrina del psicoanálisis está marcada por la práctica analítica, por la clínica diaria a la que se enfrentan los psicoanalistas, ese es nuestro sello. Es por ello, que cuando Freud y Jacques Lacan hacen sus desarrollos en relación al lazo social, su referencia es la clínica.
- El síntoma resiste
Nuestra praxis es la demostración de que el “sinthome”, irá tomando formas nuevas, se valdrá de las figuras del Otro actual, pero es inelimilable en su radical singularidad.
En los últimos diez años, incluso menos, las demandas que llegan a nuestra consulta han cambiado. Antes, los sujetos iban a un análisis por la vía sintomática que más les conectaba con los semejantes. Problemas en la relación con la familia, amigos, pareja. Ahora los temas son los mismos pero el aspecto sintomático aparece en su cara más autística.
- 1Atomización.
Por un lado tenemos la atomización, los individuos cada vez más aislados, cuyos compañeros son los fármacos, las drogas, el objeto oral, la nada, la imagen de sí mismos, etc. y a la par que este individualismo extremo los fenómenos grupales, las identificaciones, derivadas muchas de ellas de las nuevas patologías. Así nos encontramos sujetos que se definen a sí mismos como drogadictos, anoréxicas, bulímicas, depresivos. Incluso otros cuya patología es la violencia se identifican con significantes referidos a la política, neonazis, …
- 2La transferencia
La última enseñanza de Jacques Lacan, y su elaboración del síntoma, nos permite abordar como psicoanalistas su cara autística. Jacques Lacan llegó a mostrarnos lo incurable del síntoma, su goce autístico, como la conclusión a la que se llega cuando se finaliza un análisis. La presentación del síntoma como algo aislado, focalizado, atomizado, con la que nos enfrentamos ahora, nos presenta de forma salvaje esta irreductibilidad del goce autístico. En la experiencia del análisis sabremos que ese goce solitario no se complementa con el de ningún semejante, ya sea del otro sexo, ya sea del mismo, no hay correspondencia. Y podremos comprender que solo a través del amor el sujeto pueda encontrar una salida al autismo sintomático, que no es eliminable. Encontrar en el partenaire las marcas de ese exilio de la completud, de esa soledad constitutiva nos vincula, nos hace tener algo en común, nos hace semejantes, pero no idénticos.
1.4. Las terapias cognitivos-conductuales.
En las terapias cognitivos-comportamentales encontramos esta complicidad con lo autístico y focal del síntoma. Así, cada vez más el terapeuta y el paciente repudian la única posibilidad de establecer un lazo con el otro que nos es dada justamente por otra de las caras del “sinthome”. Es la alternativa posible de lazo en un horizonte de imposibilidad. Jacques Lacan nos advierte que como la relación sexual es imposible, los encuentros funcionan de cualquier manera, no hay modelo. Estas terapias, desechan la transferencia en pos de una objetividad y del temor a la sugestión, que los hace caer más en el solipsismo. La promoción del solipsismo y la adaptación a los imperativos actuales de normalidad y salud, son la deriva totalitaria que encontramos en estas teorías y técnicas sobre la constitución psíquica del sujeto.
- Renuncia a la diferencia. Imperativos de la época
- 1 Ser como todos. Incluirse en la masa.
Los pacientes no piden poderse separar mejor del Otro para encontrar el camino de su deseo y saber sobre las claves de su goce. Cada vez más los sujetos llegan en busca de un remedio que les permita adaptarse mejor a los imperativos superyoicos de la época. Es sorprendente la cantidad de veces que los pacientes hablan de los demás como los “normales”, un “todos normales” menos yo, una excepcionalidad insoportable para el sujeto. Los demás serían felices, los demás saben tratar a sus hijos, los demás pueden tener un partenaire, los demás pueden encontrar trabajo, …pueden estudiar y un largo etcétera.
Esta suposición, este todo al que queda referido el sujeto, no solo le aleja de su diferencia más íntima sino también de la del Otro.
- 2 Lo nuevo y la eternización del tiempo.
Quién no ha escuchado una y otra vez en su consulta en las primeras entrevistas decir, “no tengo nada nuevo que contar”, “no he hecho nada nuevo”. Por un lado, está el imperativo de lo nuevo anudado perfectamente a la producción técnica, por otra, una actividad imparable que reduce los actos a su carácter psicomotriz. Se hacen las mismas cosas, en los mismos tiempos, en los mismos espacios. Se trata de una uniformidad, una homogeneización, que promueve la actividad en detrimento del acto. De un verdadero acto que tenga consecuencias para el sujeto pues una vez realizado el sujeto ya no se es el mismo. Quizás por ello, algunos ensayistas consideran que cierta pasividad cierto paso atrás con respecto “al activismo”, puede dar lugar en un tiempo posterior a un verdadero acto que nos lleve al cambio. Esto nos hace recordar la elaboración de Lacan en “El aserto de certidumbre anticipada” magníficamente elucidada por Jacques-Alain Miller en su Curso Los usos del lapso.
- 3 Erradicar el trauma-lo imposible.
Cada vez más se hace un uso social de la etiqueta de trauma, no hay día en que no aparezca esta referencia en los medios. Desde luego la deriva que se produce en su significación, por lo menos en el ámbito español, se aleja más y más del valor y de la función que tiene para el psicoanálisis.
Todos quieren evitarlo, para ellos, para sus hijos. Los padres y los profesores, los periodistas, los políticos, consideran algo benéfico que el trauma no se produzca, prevenirlo.
Es indudable que la inclusión de esta palabra en el habla común, es uno de los signos de la incidencia del psicoanálisis en nuestra época, pero lo preocupante es porque su significación va tomando una pendiente que desvirtúa su valor.
Desde luego el estatuto del trauma con Jacques Lacan, no puede remitirse o quedar reducido a la primera época de Freud, donde trauma y escena de seducción aparecían enlazados. Sin embargo, la doxa del manual de autoayuda, del comentarista, etc., insiste en mostrarnos el trauma anudado a los hechos. Esto implica que la causa del trauma sería el hecho mismo y no el anudamiento que se produce en esa experiencia vivida del significante y el goce. Experiencia que resulta enigmática para el propio sujeto. Separándolo de su trama discursiva, de su carácter de huella (goce en el cuerpo), de marca, que provocará la repetición, que organizará la represión bajo la oscilación entre memoria y olvido, se logrará despojarlo de su carácter de demostración.
Con el trauma se demuestra que no hay encuentro sexual que no cojee. Con las primeras experiencias de la pubertad se comprueba que no hay un saber programado sobre como encontrarse con el partenaire.
Entonces, nos preguntamos, ¿será casual el uso social que se le da a lo traumático, su sentido, la manera de abordarlo? ¿qué radicalidad se pretende eludir cuando se lo considera susceptible de prevención? ¿qué supone que sean los propios agentes sociales los que deciden que los hechos en sí mismos son traumáticos?
Hay un artículo de Walter Benjamín, titulado “Experiencia y pobreza” (1933) que muestra como la posibilidad de experiencias para los hombres a partir de la primera guerra mundial se empobreció de manera radical.
Experiencia y narración, tradición, memoria, forman una serie frente a la de pobreza, gran progreso técnico, lo actual, la barbarie. Estas contraposiciones dibujan el panorama básico de nuestra actualidad aunque ellas se hicieran a principios del siglo XX. Podemos incluir a Walter Benjamín como uno de los “avisadores del fuego”,* que nos mostraron los cambios que llevarían a la catástrofe de la Shoa y la Segunda Guerra Mundial, y que no han perdido su vigencia para abordar la “rabiante actualidad”.
Frente a estas preguntas que nos hacíamos al principio este texto nos marca el camino. Benjamín ahonda en Freud (Más allá del principio del placer) para diferenciar la experiencia y el acontecimiento, de la vivencia y la toma de conciencia. De ello también podemos deducir lo equivocado de confundir, un tiempo marcado por el shock (1), por lo chocante, con la experiencia traumática.
W. Benjamín nos cuenta como los soldados que habían vivido “las experiencias más espantosas de la historia universal”, regresaban mudos del campo de batalla y una generación entera se había encontrado indefensa frente a un cambio que afectaba a todo y que dejaba a la intemperie el “mínimo destructible cuerpo humano”.
Sirviéndose de Freud, Bergson, Baudelaire, W.B. mostrará que la experiencia del hombre moderno es tal que la recepción de shocks se ha convertido en regla, y la consecuencia de ello será una toma de conciencia rápida, una defensa frente al impacto, pues hay un flujo incesante de excitaciones que ponen a prueba la tolerancia de los sujetos. Este enorme aumento de la tolerancia frente a este continúo suceder de conmociones tiene como precio esterilizar a la conciencia para la experiencia, pues lo característico del shock en cuanto a la experiencia es no dejar huellas, quedar disuelto en la conciencia en la medida en que es tolerado por ella.
Esta asepsia con respecto a la huella, a la marca, a la memoria, es una forma de defensa frente a una realidad permanentemente plagada de estímulos impactantes. Observamos descriptivamente como, cada vez más, soportamos imágenes que proliferan por la televisión internet, cine, etc., conmocionantes, con la consecuencia de un cierto desagrado fácilmente superable. Nos defendemos haciéndonos insensibles, pero también así perdemos nuestra capacidad de vivir una experiencia, de que el acontecimiento nos deje huellas, de que la memoria nos anude a nuestra propia narración.
El psicoanálisis es una experiencia con la palabra, con el hecho del relato, del narrar, con la puntuación, con lo poético, no ha renunciado a que la experiencia revista un carácter traumático, es decir que sea una experiencia que deje huella, que marque.
La Primera Guerra mundial, donde se desplegó, por vez primera, el enorme avance tecnológico tuvo como consecuencia la pobreza de la experiencia, dio lugar a sujetos a la defensiva, a individuos aislados, que cada vez se alejaban más de experiencias que pudieran transmitirse en el relato. Una contingencia, digna de interrogar es que justo en esta coyuntura, en estas condiciones surge la experiencia psicoanalítica. Freud decide dejar hablar al paciente, le pide que haga una narración de lo que le ocurre, de sus acontecimientos en el cuerpo, de sus emociones, de sus angustias, de sus síntomas; de sus experiencias sexuales traumáticas, etc. El psicoanálisis surge para rescatar al hombre de su esterilidad discursiva, para no permitirle quedar aspirado por la masa, por la “nerviosidad moderna”.
Esta gran misión no ha perdido su actualidad. Bajo una forma todavía más insidiosa, cuantitativamente más alarmante, la pobreza del relato, del decir, la mudez, la jerga contribuyen a alejar al sujeto de su propia marca, de su singular huella. Se evita, se niega esa letra que aspirará las experiencias, que las tornará significativas, imposibles de soslayar, únicas, incomparables, esa marca de un exilio que será la que encontraremos en el partenaire y sin la cual la única posibilidad es abandonarse al goce más autístico que nos constituye.
Esta es una época de cansancio y sueño, es lo que caracteriza nuestros días. Cada vez más se habla de stress y cansancio que hay que combatir con todo tipo de productos “energizantes”, también para la tristeza hay fármacos cada vez más afinados, para ese cuerpo perecedero y “mínimo” todo tipo de intervenciones quirúrgicas que lo conviertan en algo desconocido, en una permanente carrera por actualizarse, por ser nuevo, por no envejecer, por no llevar las marcas de lo vivido y del tiempo transcurrido. Hombres y mujeres que perdieron la esperanza de que el otro encuentre en ellos la marca que los hace únicos, excepcionales, insustituibles.
Me permitiré considerar a Jacques Lacan el “avisador del fuego” mas certero después de que el mundo atravesó los acontecimientos únicos e incomparables de los campos de concentración. Los signos e indicaciones a lo largo de su enseñanza están entre líneas, no son máximas, ni consejos, ni advertencias, son indicadores, avisos, mensajes secretos, como nos lo ha indicado Jacques-Alain Miller en su curso “Pièces Détachées” (2004-2005), en la Agencia Lacaniana de Prensa y en “Notice de Fil en Aiguille” del Seminario Le Sinthome.
Si la Escuela de Francfort, sosteniéndose en Freud ha colaborado a la realización de diagnósticos de una época que llevaría al 1939, es Jacques Lacan quien después del 45, además, nos habla de consecuencias.
Nos encontramos ya en una época donde cada vez más la masa se rompe y se polariza, cada vez más los brotes de odio, violencia, muerte, terrorismo, guerra etc., serán lo “habitual”, este despliegue
de la técnica provocando permanentes shock en nuestra cotidianeidad.
- Deriva hacia un pensamiento biologizante sobre la condición humana.
Jacques Lacan en su texto “Los complejos familiares en la formación del individuo” (1938), usa su referencia a la historia y la sociología para rescatarnos de un posible prejuicio o “tentación del pensamiento”, que nos llevaría a considerar que lo que determina la familia, la condición sexuada, las características personales, etc., sería su carácter biológico.
En el caso de la familia conyugal esta semejanza es puramente contingente y para demostrarlo acudirá a la Antigüedad donde encontrará otros tipos de agrupamientos familiares, más extensos, que no coinciden con esta unidad biológica y de esa manera la desmiente. En las familias primitivas “el parentesco es menos conforme a los vínculos naturales de consaguinidad”.
A pesar de contar con autores como Levi-Strauss, Durkheim, etc, en muchos casos la “tentación del pensamiento” parece más fuerte y la balanza se inclina a esta “reducción biologicista”, que quizá esté muy bien descrita por Walter Benjamín cuando nos dice que el sueño del hombre contemporáneo sería la existencia del Ratón Mickey, donde la naturaleza y la técnica, el primitivismo y el confort van unidos y que frente al cansancio que anida en nosotros nos propone “una vida que en cada acto se basta a sí mismo”.
Esta perniciosa tendencia del pensamiento, no solamente se sostiene en las dificultades conceptuales para separar los instintivo y lo innato por parte de los psicólogos, sino que los ideales de cientificismo que en Freud se deslizaban a lo largo de su obra también favorecían y favorecen ahora a través de su institución, la IPA, esta problemática forma de pensar.
Las características psicopatológicas de los sujetos, la orientación sexual, etc, son tema de estudios biogenéticos. Si se leen atentamente la descripción de los experimentos tan machaconamente tildados de científicos (por someterse fundamentalmente a baremos estadísticos), se comprueba la falacia y futilidad de ellos. Travestidos con los ropajes de lo objetivo, experimental, estadístico…se consideran absolutamente indiscutibles, indudables, cuestiones que no son más que “juegos de manos”, donde se engaña al ojo para conseguir la meta que sirve a intereses ideológicos y de mercado.
Los propios investigadores se enredan entre sus supuestos descubrimientos y su ideología. Cuando se trata de defender aparentes posiciones “progresistas” tienden a explicar la intersubjetividad refiriéndose a la causalidad genética lo que lleva a una desresponsabilización de los sujetos. Así, nadie tendrá que enfrentarse a la decisión, los actos se degradarán en acciones que están regidas por tendencias genéticamente establecidas, aparentemente todo parecerá más cómodo hasta que un día al despertarnos no sepamos claramente en que tipo de “bicho” nos hemos convertido, veremos, así, realizarse la pesadilla kafkiana.
Desde luego la “forclusión” que estos planteamientos hacen del legado freudiano, y ahora del psicoanálisis lacaniano es sospechosa. Si leemos con cierta frecuencia el periódico, no dejará de sorprendernos la “proliferación delirante” de explicaciones orgánicas, neurocerebrales para cuestiones del lazo social, como por ejemplo el gen del divorcio. Estos descubrimientos que resultan irrisorios, lo que nos muestran es como la ciencia forcluye al sujeto del que se ocupa el psicoanálisis, y reduce al hombre a un organismo vivo, despojado de su relación con la palabra, con la letra, con la memoria, con la historia, con el enigma. ¿No parece este un proyecto demasiado aniquilador en nombre del progreso cientifico-técnico?
CONCLUSIONES
En Jacques Lacan desde sus primeros Escritos podemos ir rastreando las claves que nos da para no caer en una deriva totalitaria. Quizás más que ningún otro régimen que ha llegado al poder, se reconocen en el totalitarismo aspectos psicológicos determinantes.
La atomización-aislamiento-individualismo, la deriva del pensamiento a la interpretación biogenética de la condición humana, los fenómenos identificatorios de masas, lo nuevo como imperativo voraz de producción, el intento de erradicación del trauma y de la imposibilidad, la adaptación al modelo que favorece la identificación entre los pares, pero no así el amor; son algunos de los fenómenos que hemos ido mostrando como extraídos de la clínica.
Estas cuestiones clínicas nos hacen anudar los aspectos sociales de nuestra época y su malestar contemporáneo con la forma que adquieren los síntomas en cada sujeto. Justamente por todo ello, ya desde Freud y con Lacan, para que el psicoanálisis siga existiendo, los psicoanalistas tienen el deber ético de aceptar el reto del malestar en nuestra civilización y responder a ello desde nuestro discurso.
Quizás esto abunde más en la respuesta a la crítica antes vertida sobre nuestra intervención en el espacio de lo público.
Sabiendo de la dificultad de la tarea, nos incluimos con otros en ese movimiento de resistencia a la posibilidad tanto sociológico-política como psicológica de favorecer los excesos totalitarios. Excesos que se asientan en lo infundado de nuestra existencia, en lo desamparado de la misma, en la necesidad que tenemos del Otro para existir. Y que encuentran en esta tendencia totalitaria el taponamiento de esta fisura, con una misión de dominio tan abarcadora y universalista, que casi los iguale a un dios. (Noche de la Iguana, la lista de Schlinder).
Madrid, siete de octubre de 2005.
NOTAS.
*Expresión usada por Reyes Mate, en su conferencia “El pensamiento después del Holocausto” realizada en la Sede de la ELP de Madrid en el espacio Psicoanálisis en la Ciudad.
(1) Ignacio Echeverría, El shock y la experiencia de la modernidad, Revista Estudios Pscioanalíticos nº 4 Trauma y discurso, Edit. Eolia/Miguel Gómez Ediciones, Madrid.
BIBLIOGRAFÍA.
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Slavoj Zizeck,
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*Les complexes Familiaux dans la formation de l’individu, 1938. Éditions du Seuil. Abril 2001.
*Seminario sobre la Carta Robada, 1966. Editorial Siglo XXI. 1971.
*Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis, 1964. Editorial Paidós.
*El Reverso del Psicoanálisis, 1969/70. Editorial Paidós. 1992
*Aún, 1972/73. Edit. Paidós.
*Le Sinthome,1975/76. Éditions du Seuil, marzo 2005 Jacques-Alain Miller,
*Curso Pièces Détachées, 2004/2005.
*Le Sinthome, 1975/76. Notice de Fil en Aiguille. Éditions du Seuil, marzo 2005.
* El aparato de psicoanalizar. Revista Estudios Pscioanalíticos nº 4 Trauma y discurso, Edit. Eolia/Miguel Gómez. Ediciones Madrid.
Élisabeth Roudinesco, el paciente, el terapeuta y el Estado. Edit. Siglo XXI 2005