Tengo que confesar que al ponerme a escribir esta conferencia bajo el título que yo misma había elegido meses antes, tuve la impresión de haber sobreestimado mis posibilidades de síntesis y su tiempo de escucha. La conferencia durará aproximadamente una hora y es inevitable que tenga que dejar sin decir muchas de las cuestiones que traigo escritas.
Semejante titulo me resulta sintomático de algo a mi parecer muy femenino que consiste en pretender decir todo de todas las cosas: Ciencia, técnica, capitalismo y psicoanálisis. Solo faltaba la religión para hacer un análisis completo del mundo. Nada más contrario al espíritu del psicoanálisis que la completud siendo que el eje fundamental sobre el que gira nuestra práctica es la falta, el agujero, lo que no hay, lo que no se sabe. En definitiva esa brecha sobre la que se constituye el sujeto del inconsciente a la que denominamos genéricamente castración.
En este sentido creo que es necesario comenzar aclarando que el psicoanálisis nunca pretendió constituir una Weltanschauung, es decir, una visión global del mundo, cosa más propia de la filosofía, pero tampoco quiso reducirse a una especialidad sanitaria de las enfermedades mentales. Hemos de admitir, para empezar a crear las condiciones de esta exposición, que el lugar que el psicoanálisis viene a ocupar tiene algo de paradójico, pues por un lado centra su experiencia en la singularidad del sufrimiento de un sujeto particular, pero al mismo tiempo construye un saber que sirve para interrogar y arrojar luz sobre el funcionamiento del lazo social.
Freud en su texto El Malestar en la Cultura nos permitió entender el origen de la sociedad, anticipando además los peligros que se cernían sobre nuestro inmediato porvenir, pero es gracias a Jacques Lacan que disponemos de una importante teoría destinada a explicar las mutaciones de la subjetividad hipermoderna, que podríamos denominar como Los impasses crecientes de la civilización a los que Lacan dirigió toda su atención, pues sentía una gran preocupación por las nuevas formas que presentan los síntomas en este momento histórico (desde las denominadas adicciones cada vez más amplificadas, pasando por el drama de los niños medicados por déficit de atención o hiperactividad, los trastornos de alimentación, el espectro autista, las psicosis ordinarias, etc). Pensaremos, entonces, las grandes preguntas desde lo invariable de la estructura humana, pero también desde los extraordinarios cambios que nos están tocando vivir.
Jacques Lacan nos dejó toda una serie de advertencias sobre el peligro que se cierne sobre el sujeto cuando es tomado por ese enorme dispositivo creado por la alianza entre el ideal científico, los avances de la técnica y las exigencias del mercado capitalista.
Las consecuencias se traducen en una verdadera supresión del sujeto y por tanto un rechazo del inconsciente. Este es el punto centrar que trataré de explicar en esta conferencia.
Lacan advirtió a los psicoanalistas que no es sensato refugiarse en la consulta privada ignorando los acontecimientos del contexto en el que se desarrolla el lazo social en el que se sostienen las neurosis. En consecuencia, el psicoanálisis no puede desentenderse de lo político en el sentido amplio del término, ni de la influencia que las condiciones sociales tiene sobre su práctica.
Insisto, en esta doble vertiente que nos lleva a pensar por un lado lo estructural que no se modifica con las mutaciones históricas, por otro lado lo actual que produce nuevos modos de lazos sociales cuyos efectos sobre el sujeto estamos aún muy lejos de calibrar. El psicoanalista, así como todo aquel que se dirige a lo enigmático de la condición humana tiene que saber confrontarse con los signos de su época, con la realidad de su tiempo y mantener abierta una interrogación sobre el enigma, sabiendo que no puede producir respuestas como si fueran recetas y esto precisamente en una época en la que no se soporta el enigma y por eso se cierra mediante respuestas que no hacen sino fomentar el desconocimiento.
Podemos hacer una suma de las respuestas fundamentales que colonizan el pensamiento de nuestro tiempo; por un lado aquellas que provienen de la ciencia y que reducen los problemas humanos a causas genéticas o neurológicas, por otro las que nos llegan del campo de la psicología que buscan la normalización del sujeto mediante técnicas de modificación de conducta y finalmente los estudios del entorno ambiental que aporta la sociología. El resultado de la suma de todas estas respuestas es la creación de un modelo de saber que deja de lado “la experiencia de la verdad”. Y subrayo esta expresión: “Experiencia de la verdad” en su sentido más fuerte, como aquella de la que el sujeto sale transformado, habiendo visto algo de sí mismo que hasta entonces desconocía.
Por otra parte, todo este saber genético-cognitivo-ambientalista sirve a una intencionalidad política: que la experiencia de la verdad desaparezca, que el sujeto quede excluido de la responsabilidad de su propia vida, que se transforme en un objeto de estudio, como las ratas de laboratorio, sobre el cual la ciencia impone su mirada y la ideología de la evaluación su compulsión a reducirlo a cifras medibles. Proponer respuestas es una manera de eludir la responsabilidad de sostener las grandes preguntas sobre las paradojas de la condición humana: ¿Por qué deseamos aquello que es más contrario a nuestros ideales? ¿Cómo es que sentimos una insatisfacción imposible de colmar? ¿Qué fuerza extraña nos empuja a buscar el propio mal haciéndonos sentir que un extraño enemigo habita dentro de nosotros mismos? ¿Cómo es posible que cuanto más renunciamos a las tentaciones más culpable nos sentimos? ¿Por qué cuanto mejor nos van las cosas más tememos que nos caiga algún castigo? ¿Por qué hoy amamos y mañana odiamos? ¿Cómo es que encontramos un modo de satisfacción en el sufrimiento?. Preguntas, todas ellas que llevaron a Freud a postular la existencia de la pulsión de muerte como una fuerza inherente a la condición humana.
Volviendo al titulo que yo misma propuse, me doy cuenta de que peca de cierta soberbia al establecer una oposición entre dos conjuntos muy disimétricos, uno enorme formado por Ciencia, Técnica y Capitalismo y el otro muy pequeñito en el que solo está el Psicoanálisis. Algo parecido a una lucha entre titanes y niños. El psicoanálisis tiene un lugar ínfimo en nuestra civilización, su peso en las decisiones políticas sobre temas fundamentales que afectan al campo de la clínica o de las estructuras sociales es casi inexistente. Comparado con el esplendor de siglos de tradiciones religiosas, con el progreso implacable de la ciencia o con las enormes cantidades de riqueza producidas por el capitalismo, el psicoanálisis tiene un papel muy pobre, casi miserable. Ahora bien, desde esta situación de indigencia el discurso del psicoanálisis ocupa un lugar inédito en la batalla actual entre tradición y progreso: ni con la tradición (no somos humanistas conservadores) ni con el entusiasmo por el progreso de la ciencia y sus asociados.
Esto no quiere decir que habitemos en el cielo de las bellas almas, por el contrario, desde nuestro humilde lugar tomamos una posición ética bien definida y comprometida con los acontecimientos, pero de alguna manera inédita y extraterritorial.
Primera idea: EL PSICOANALISIS ESTA LIGADO A LA FALTA
Para entender mejor esta primera reflexión sobre la idea de incompletud vamos a remitirnos a los orígenes mismos del psicoanálisis.
Hay, al menos, dos perspectivas desde las cuales enfocar la cuestión de los orígenes:
- La visión puramente narrativa que cuenta la historia de cómo sucedió
- La lectura más epocal de esta historia que trata de explicar por qué sucedió
Desde una perspectiva narrativa, tenemos el relato del encuentro entre cierto tipo de mujeres que padecían una enfermedad indigna de ser tomada en cuenta por la medicina, y un hombre de finales del XIX, quien poniendo entre paréntesis su condición de medico neurólogo, descubre un nuevo procedimiento para tratar este tipo de enfermedades. Ahora bien, para que este fecundo encuentro entre las histéricas y Sigmund Freud se produjera era necesario que este último se pudiera separar de la definición clásica de la verdad como la adecuación entre la representación y lo representado. Una verdad cuyo referente fundamental es la realidad objetiva de los hechos, cuando cualquiera que se pare a pensar un poco se dará cuenta de que la realidad es el resultado de la construcción subjetiva que cada uno hace con los hechos de la vida.
Los síntomas de la histeria cuestionan la verdad objetiva en la medida en que no responden a una causa supuestamente real. Esto es lo que provocó el rechazo de la ciencia a estas mujeres a las que se acusó de falsarias, mentirosas, y teatrales. Sin embargo, Freud supo buscar, tras la aparente mentira histérica, una verdad mucho más efectiva y fundamental, que es la verdad subjetiva.
Dejo por el momento esta faceta tan sugerente de la historia, porque me interesa más poner el acento en las coordenadas simbólicas en la que emerge este nuevo discurso. Dicho de otro modo la época en la que el psicoanálisis ve la luz, entendiendo por época un punto de inflexión en la historia que supone una nueva concepción de la verdad y del sujeto. Para ello vamos a dejarnos guiar por una tesis de Lacan que viene a decir que el nacimiento del psicoanálisis sólo pudo ser posible en el tiempo de la ciencia moderna. Como veremos, existe una íntima relación entre el psicoanálisis y la ciencia, una relación muy particular, de convergencia y de divergencia.
Freud es un hijo de la Ciencia Moderna
No hay que olvidar que Freud alumno de Brücke, Helmholtz y otros científicos alemanes, era un moderno ilustrado que seguía los ideales científicos pero que fue descubriendo una serie de cuestiones que desestabilizaron el cuadro de la modernidad, desbordando el marco conceptual de su tiempo.
Pongamos el acento en el concepto central de sujeto que construye el psicoanálisis y que viene a producir un verdadero corte en la historia del pensamiento. Concretamente es la noción de un sujeto del inconsciente la que produce una verdadera innovación. Pero a la vez ese corte que establece el psicoanálisis no hubiera podido fundarse si no es en un cierto contra ejercicio de pensamiento respecto a lo que fue, en el siglo XIX, el triunfo de la ciencia y el acceso radical del discurso científico al rango de un saber que rige prácticamente la totalidad de los discurso humanos.
Es en el siglo XIX cuando la Ciencia, en el sentido moderno del término, alcanza un estado de ciudadanía, siendo reconocida de forma universal. La Ciencia, en oposición a lo irracional del comportamiento humano puede ofrecer, frente a todo ese conjunto que forman las creencias religiosas o las supersticiones populares, una lectura del mundo despojada del lastre subjetivo. Un mundo que ahora quiere ser perfectamente objetivado mediante el dominio del método científico. Por eso la ciencia constituye uno de los ejemplos más logrados del intento por elevar la noción de razón a un estatuto universal. Es también por este motivo que la Ciencia consigue tener una eficacia extraordinaria, una operatividad demostrable, tangible en lo real, de la que nadie puede dudar.
La ciencia constituye sin duda, la empresa más acabada en lo que concierne a la construcción de un saber que prescinde de la subjetividad. Este afán de objetivación es tal que el sujeto queda completamente erradicado. Por tanto podemos escribir una letra C de ciencia sobre la letra S de sujeto, separadas por la barra que indica la supresión. Con esta pequeña formula indicamos que la ciencia reina sobre la subjetividad.
C
———
S
Ahora bien, esa subjetividad que se excluye para hacer nacer el conocimiento científico, termina retornando de una u otra manera y produciendo contradicciones terribles en el seno de la propia ciencia, pues el retorno del sujeto se produce inevitablemente y en ocasiones presentando una vertiente verdaderamente angustiosa o incluso catastrófica.
El propio hecho de que la ciencia moderna, en su afán por dominar todo el campo del saber haya pasado del estudio de los sistemas más simples (física-quimica) a sistemas más complejos (la biología, la psicología) introduce una contradicción en su propio método. Contradicción que se hace más notable en la psicología, pues en ella se cierra el circulo de un sistema que pretende estudiarse a sí mismo: primero se extrae al sujeto de lo que se quiere estudiar, pero después llega un momento que se vuelve a encontrar el sujeto y entonces lo convierte en un objeto de estudio.
Ese sujeto, erradicado por la ciencia, retorna una y otra vez en el seno mismo de la investigación científica que deberá enfrentarse a serios problemas morales por lo que surgen los comités de ética para intentar limitar su avance.
Pues bien, después de este rodeo, voy a volver a recordarles la afirmación de Jacques Lacan cuando propone la tesis de que el psicoanálisis no habría podido ver la luz sin el desarrollo de la ciencia. El lugar que le cabe al psicoanálisis es ir a la búsqueda de lo que la ciencia dejó fuera: el sujeto.
No hay política posible del psicoanálisis que pueda desentenderse del discurso de la ciencia y de sus efectos. El psicoanálisis nace para ocuparse precisamente del sujeto que la ciencia intenta suturar. Intento fallido, afortunadamente, que nos permite ser optimistas sobre la pervivencia del psicoanálisis, porque la subjetividad abolida retorna en cada paso de la ciencia y este retorno es inextinguible.
El psicoanálisis se va a interesar precisamente de estos empujes de la subjetividad que se resisten a ser reabsorbidos en lo que es la objetivación científica.
Todos los días tenemos ejemplos de cómo la ciencia tropieza permanentemente con los problemas subjetivos: madres de alquiler que después quieren quedarse con el hijo pues no pueden limitarse a ser un mero útero. Virgenes que demandan ser fecundadas in vitro. El hombre que se amputó la mano de un donante que le acababan de insertar con éxito. La actriz italiana que pide ser fecundada con una mezcla de los genes de los tres hombres más importantes de su vida. Pues bien, el sujeto al cual el psicoanálisis se dirige es ese sujeto excluido de la ciencia que desborda su intención de absoluta objetividad.
En resumen, si hay algo en lo que el psicoanálisis se puede arrogar el derecho de pertenecer a un solo conjunto es su concepción del sujeto. La gran herida narcisista que Freud inflingió a la humanidad, el verdadero escándalo, no tiene que ver con la promoción de la sexualidad como factor causal de las neurosis, sino con haber tenido la osadía de atentar contra una noción hondamente arraigada en la espiritualidad moderna, como es la noción de que el sujeto es capaz de conocerse a si mismo, ser dueño de su razón, de su voluntad, de sus deseos y sus inclinaciones. El descubrimiento del inconsciente desafía la integridad del individuo como conciencia soberana, concibiendo un sujeto desalojado, dividido contra si mismo, expulsado, desplazado de todo aquello que se dio en llamar conciencia de si mismo.
Bien, una vez sentadas las bases mínimas para poder familiarizarse con el concepto de sujeto del inconsciente, trataré ahora de abordar el otro conjunto para lo cual vamos a ordenar una genealogía de los cambios sociales producidos en el último siglo.
En solo cien años los cambios acontecidos en nuestra civilización han sido impresionantes. El punto de inflexión que marca el paso a una nueva época surge con la denominada revolución tecnocientífica que, según Javier Echevarría, se produce en dos fases:
La primera tiene lugar en Estados Unidos durante la segunda guerra mundial y su posterior evolución en los años de la guerra fría. Guerra que se desarrollo en un escenario distinto al campo de batalla pues tomo claramente la forma de una contienda tecnocientífica en la que Estados Unidos acabó venciendo a la Unión Soviética.
La segunda fase se produce en la década de los ochenta concretamente con la administración de R. Reagan que desplaza el campo de la investigación científica de la égida de los gobiernos hacia la iniciativa privada. Este pasaje del sector público a la empresa privada ha tenido consecuencias enormes que en este momento sufrimos viendo como lo que fueron conquistas sociales se precipitan hacía la privatización y comienzan a regirse por la lógica capitalista, borrándose esa linea roja que hasta ahora preservaba del sector privado la educación, la sanidad y la sostenibilidad del planeta.
Las cosas han cambiado a todos los niveles, ya no cabe la imagen de un señor que estando en su huerto observando el crecimiento de los guisantes es capaz de concebir una teoría como la genética. Esta imagen pertenece a la época de la ciencia moderna, ilustrada, capaz de pensar. En el momento actual se ha producido una verdadera mutación en el campo de la ciencia por la incidencia de la Técnica y del Capitalismo postindustrial. Ahora todo descubrimiento procede del trabajo de un equipo multidisciplinar, con grandes recursos y enmarcado en una empresa en el sentido capitalista de la palabra. El capitalismo se extiende al campo de la ciencia y produce unos procesos de hibridación en los que se dan cita los laboratorios, las enfermedades, los bancos, el tráfico de armas, las guerras, que hacen imposible aislar al hombre de ciencia. En estas nuevas condiciones es inconcebible que surja un Einstein o un Mendel, porque hay toda una serie de dispositivos capitalistas muy potentes en las estructuras de investigación que van reabsorviendo cada vez la ciencia en el campo de la técnica. La Ciencia en el sentido del progreso moderno ha quedado radicalmente intervenida por la técnica y las leyes del mercado que crean unas condiciones de intercambio tan imbricadas que no dejan que pueda emerger un genio, en el sentido de alguien que produce un corte en el programa dominante.
Ahora, toda transgresión procede del propio capitalismo que es capaz de poner en crisis todos las estructuras que regulaban la relaciones humanas. Jacques Lacan realizó un gran esfuerzo para captar la lógica que rige el discurso capitalista y establecer su diferencia con los otros discursos que ordenaban los lazos sociales. Lo primero que descubrió es que el discurso capitalista rechaza absolutamente la modalidad de lo imposible propia de la castración estructural del ser hablante. La otra característica es que no tiene un limite que frene se movimiento que se efectúa incesantemente en una especie de circularidad sin salida. Estas dos condiciones hacen extremadamente difícil que el propio capitalismo pueda entrar en una crisis que anuncie su caída porque su lógica no tiene reverso y su movimiento, como el de la pulsión, no conoce la estaciones. La crisis se produce sin duda pero no en el seno del capitalismo mismo sino en los sujetos y en las instituciones que se ven afectadas por este movimiento que va dejando restos caídos por doquier y produciendo consecuencias ingobernables.
Si el capitalismo, como describe Lacan, funciona sin ningún limite que frene su acción y todas las iniciativas que tratan de regularlo son inmediatamente engullidas por la voracidad de su movimiento incesante (movimientos de mercado como intuitivamente dice el lenguaje común), esto quiere decir que toda autoridad simbólica que intenta ponerle un dique queda inmediatamente destituida.
Así como decíamos que la ciencia excluye al sujeto tenemos que preguntarnos qué tipo de sujeto produce el discurso capitalista.
El discurso capitalista, como dice J. Alemán, tiene el proyecto implícito de producir un sujeto nuevo, sin legado histórico ni herencia simbólica. “Este sujeto capitalista, tributario de nada que no sea colaborar con la voluntad acéfala que realiza, se caracteriza entonces pon no tener en cuenta consecuencia alguna”.
Si la experiencia humana, la del ser hablante, sexuado y mortal, está basada en la castración que conlleva la imposibilidad, la falta, el deseo, la verdad inconsciente, podemos afirmar que el discurso capitalista es absolutamente contrario a lo humano, pues niega su condición esencial. A cambio ofrece la posibilidad de crear un nuevo sujeto que trata de satisfacerse todo el tiempo, en ese circuito sin freno que le ofrece el acceso a un mundo presentado como mercancía. Un sujeto nuevo, sin legado ni herencia simbólica de la que pueda sentirse tributario y que lo único que le importa es realizar su voluntad de satisfacción sin tener en cuenta las consecuencias.
Por su parte la técnica ni excluye al sujeto como la ciencia, ni promueve una nueva modalidad de sujeto como el capitalismo. La técnica no tiene sujeto, funciona de manera acéfala apropiándose de todos los saberes y practicas que le sirvan para crear su campo de acción
Jorge Alemán en un articulo titulado “La metamorfosis de la ciencia en técnica” que forma parte del libro Las Ciencias Inhumanas, plantea que el origen de la técnica se produce en un momento determinado de la historia en que la promoción absoluta de lo ilimitado exige que se le entregue hasta lo más intimo y nuclear de la vida humana y esto tuvo su primer emergencia en la Shoa con la “fabricación de cadáveres” siguiendo una planificación burocrática y en serie. De este modo la voluntad ilimitada hace su ingreso en el mundo. “No se sabe aún si la humanidad puede reponerse de semejante ingreso de lo ilimitado”. “La técnica no es un hecho histórico o una secuencia que vendría a continuación de la ciencia, al modo de una consumación macabra de la misma. Es un empuje, un drang que impulsa a la ciencia hacia el dispositivo del discurso capitalistas”
En esencia estamos frente a una verdadera mutación cultural producida por esta alianza CTC que intenta eliminar la dimensión propiamente humana de lo imposible. El empuje general es que todo se vuelva posible y una de las condiciones para que esto sea así es borrar la frontera entre la vida animal y la existencia humana. La CTC promueve una ideología que nos reduce a la condición animal. Esta idea puede parecer muy progresista como si se tratara de una especie de reconciliación con la naturaleza y de destitución de las vanidades humanas. La ciencia viene a decirnos “así que os creíais muy superiores pues sabed que vuestro mapa genético es prácticamente idéntico al de una mosca”.
Muy bien, de acuerdo, no somos más que los animales, pero en todo caso no somos igual a los mismos porque hay algo de nuestra existencia que no puede quedar reducida al instinto, al mapa genético o la captación de la imagen cerebral. Además esta ideología tiene consecuencias nefastas que ya hemos podido comprobar en la historia más reciente e infame de Europa cuando a toda una población se la homologó a ratas solo dignas para ser exterminadas en aras de un proyecto de depuración racial criminal y delirante.
Pero sin llegar a esos extremos podemos empezar a ver las consecuencias de este enfoque en nuestras propias vidas. El estudio del mapa genético y la resolución de las imágenes de nuestro cerebro mediante resonancias magnéticas pretenden demostrar la causa de todos y cada uno de nuestros comportamientos.
Y después de ello crear programas de prevención Que intervenciones se podrían hacer en el cerebro para aquellos sujeto distintos, como prevenir que un niño no devenga asesino desde su infancia. Es probable que la humanidad conozca un día un mundo donde , que todo este disponible que todo este presente en la estructura en la cual se va a poder intervenir.
Voy a poner algunos ejemplos
En nuestra vecina Francia el gobierno está invirtiendo ingentes cantidades de dinero en la construcción de la más sofisticada y potente maquina de Imágenes por Resonancia Magnética (IRM). Se llama NeuroSpin y se propone “comprender el cerebro por medio de la imagen”, permitirá cartografiar el cerebro esquizofrénico, pero también las funciones normales que rigen las emociones, las percepciones, la conciencia. Finalmente, en el informe de los técnicos apoyado por el ministro de sanidad se dice que NeuroSpin puede llegar a fotografiar los pensamientos. La estupidez de este planteamiento nos puede provocar la risa si no fuera porque resulta indignante. La ciencia no se conforma con visualizar los órganos internos de nuestro cuerpo ademas quiere arrancarnos el misterio de la subjetividad, lo que nos hace diferentes unos de otros, nuestros más íntimos deseos, la causa de nuestro sufrimiento, el origen de la angustia, de la homosexualidad, de las dificultades sociales. Precisamente todo eso que ni el propio sujeto conoce porque existe el inconsciente, que nos impide ser transparentes para nosotros mismos. El sujeto del inconsciente es un sujeto dividido pues desconoce los deseos que animan sus búsquedas, no se reconoce en su manera de gozar, sus actos no siempre obedecen a sus intenciones hasta el punto de que puede actuar contra si mismo y, por supuesto, cuando habla las palabras nos son un instrumento que pueda dominar sino que son ellas las que le llevan de un lado para otro. Estamos frente a una idolatría de la imagen y del cuerpo basada a su vez en un intento por “naturalizar el espíritu” y sus consecuencias son funestas. Naturalizar el espíritu del ser humano equivale a eliminar todo rastro de subjetividad para dejarle reducido a un cuerpo y un cuerpo sin sujeto es un cadáver.
Otro ejemplo
La voz femenina agota el cerebro del hombre. Un estudio científico detectó que la incapacidad de un caballero para mantener la atención con lo que le dice una mujer tiene fundamentos científicos. Según Michael Hunter, profesor de la Universidad de Sheffield en (Gran Bretaña), el tono de la voz femenina posee sonidos más complejos que la masculina, por eso, toma toda el área auditiva del cerebro masculino, mientras que la voz del hombre sólo ocupa el área subtalámica. El informe se realizó a través de una tecnología especial para poder captar los movimientos de la misma manera que pueden visualizarse en una resonancia magnética. La resonancia fue efectuada en doce voluntarios varones. El autor del estudio explica que la mujer emite un rango de frecuencias de sonido más complejo que las del hombre debido a diferencias en el tamaño y forma de sus cuerdas vocales y su laringe.
Parece una broma que el complejo problema de la comunicación entre los sexos quede reducido a cuestiones fisiológicas y nos reiríamos si no fuese porque detrás de todas estas absurdas investigaciones hay un proyecto que intenta sumergir todas las determinaciones de la subjetividad en operaciones cerebrales o en causas genéticas. No queriendo saber nada de las determinaciones que nos vienen de la lengua, de las palabras que nos han configurado a cada uno en nuestra absoluta diferencia de los demás y que se inscriben en el inconsciente y no en el cerebro.
El Psicoanálisis se sitúa en un campo donde la Verdad está atravesada por lo imposible y que sostiene contra viento y marea que hay algo de nuestra condición de sujetos hablantes, sexuados y mortales que no va a poder resolverse jamas a través del progreso del saber. Se trata de una imposibilidad irremediable a la hora de descubrir la verdad y no es que todavía no la conocemos pero que en el futuro y a través del estudio del genoma humano y del cerebro todo esto llegará a revelarse, sino que hay un límite infranqueable del que ningún saber puede dar cuenta.
Toda esta mutación civilizatoria de la que venimos hablando supone un fuerte intento de borrar la imposibilidad, de eliminar el límite al saber, de acabar con la experiencia de la verdad que es lo mismo que acabar con el inconsciente. Un fuerte intento de que todo sea comunicable, calculable, visible a nuestros ojos.
¿Es tan potente este dispositivo como para borrar definitivamente la experiencia de la verdad?
¿Es tan potente como para que el inconsciente desaparezca?
¿Es tan potente como para que no irrumpa la Verdad a través de la sorpresa, a través de un sueño inquietante, a través de la angustia?
Las personas se psicoanalizan porque perciben que hay un malestar que les habita y cuya causa desconocen. Un hombre puede no entender por qué siempre fracasa de la misma manera o por qué elige mujeres que le llevan al mismo punto de sufrimiento, del mismo modo una mujer puede repetir, sin quererlo, las mismas elecciones amorosas como obedeciendo a un guión que no saben quien ha escrito. El psicoanálisis es una experiencia que nos lleva a aceptar los limites del saber, de lo representable, de lo visible. Eso que no se deja calcular y impide que puedan reducirnos a un algoritmo, pero que, por la misma razón puede cambiarse. Si fuéramos ecuaciones eso supondría que somos lo que éramos y seremos lo que fuimos siempre. Afortunadamente hay posibilidades de cambio y en eso se basa el psicoanálisis.
Recuperar la subjetividad en un mundo que nos cosifica, es el trabajo que le cabe al psicoanálisis y por eso no es de extrañar que lo hayamos situado solo en ese pequeño conjunto. El psicoanálisis postula un sujeto dividido entre sus ideales conscientes y su modo de gozar inconsciente. Pero además se trata de un sujeto dividido contra si mismo, pues una buena parte de su vida está comandada por la acción destructiva de la pulsión de muerte. Con esta concepción del ser hablante podemos aportar una visión diferente de todas esas ideologías que pretenden basar el lazo social en la modificación de los comportamientos, en la adaptación a una conducta adecuada, o en las determinaciones genéticas que excluyen toda responsabilidad sobre nuestro malestar. Nada de esto tiene en cuenta la verdad del deseo inconsciente, el enigma que el propio sujeto constituye para si y esa causa que no se deja reducir mediante explicaciones cientificistas.
El psicoanálisis promueve un discurso, y por ende un modo de lazo social, que va a contra pelo de la homogeinización del “para todos”, pues continúa y continuará entreteniéndose en cernir lo más intimo de cada sujeto, su modo singularísimo de goce.
Podemos afirmar, entonces, que el discurso analítico constituye el envés de la vida contemporánea.
Un espectro recorre el mundo: el espectro de una nueva humanidad. Sin que seamos completamente conscientes de ello, una mutación sin precedentes se está produciendo ante nuestros ojos y tiene todos los visos de ser irreversible. Son muchas las voces que se alzan para denunciar los peligros de esta nueva sociedad hipercientífica, hipertecnológica y ultra-capitalista, pero es desde lo que el discurso psicoanalítico aporta que enfocaremos esta conferencia.
El psicoanalista francés Jacques Lacan reflexionó mucho sobre los efectos de la ciencia en la subjetividad del ser hablante, sosteniendo la tesis de que no hay política posible del psicoanálisis que pueda desentenderse del discurso de la ciencia porque, de hecho, el psicoanálisis nace para ocuparse del sujeto que la ciencia intenta suturar, borrar y hasta negar en su existencia. Intento fallido, afortunadamente, que nos permite ser optimistas sobre el futuro del psicoanálisis en tanto la subjetividad abolida retorna en cada paso de la ciencia y este retorno es inextinguible.
También Lacan trató de pensar el funcionamiento del discurso capitalista hasta conseguir escribir su formulación que pone el acento en el movimiento circular que, al igual que el de la pulsión, es incesante, no encuentra nada que lo frene, porque no reconoce la modalidad lógica de la imposibilidad, rechaza la castración y niega el límite de lo real.
Tanto Freud como Lacan fueron conscientes de que la practica analítica no podía situarse al margen de las condiciones sociales en las que se realiza. A fin de cuentas, la neurosis se sostiene en las relaciones sociales, por lo tanto el psicoanálisis no puede mantenerse indiferente a lo político en el sentido más general del termino. Pensando el contexto en el que se inscribe el lazo social el psicoanálisis nos advierte del peligro que se cierne sobre el sujeto cuando es tomado por ese enorme dispositivo creado por la alianza entre el ideal científico, los avances de la técnica y las exigencias del mercado capitalista.
Las consecuencias se traducen en una verdadera supresión del sujeto y, por tanto, un rechazo del inconsciente.
Si hay algo que especifico del discurso analítico, es considerar en primer lugar que el psicoanalista no dispone de ningún saber sobre lo que es el bienestar humano. No puede, ni debe, ofrecer un modelo preconcebido de cómo ser hombre, cómo ser mujer, ser padre, ser madre, tener una buena sexualidad, etc. El psicoanalista suspende todo juicio previo respecto a lo que escucha para dar la oportunidad de que en la palabra aparezca algo singular del sujeto, algo que en el sujeto no se adapta a lo que dicta el discurso constituido. El sufrimiento humano por excelencia se produce precisamente en aquellos puntos en donde el sujeto se reconoce a si mismo como no pudiendo responder al ideal del sexo, de la paternidad o del trabajo, que la colectividad a la que pertenece propugna.
El síntoma es lo que en el sujeto viene a interponerse como obstaculo en su búsqueda permanente de acomodación a un determinado ideal. Ideal que es el especifico de ese sujeto, pero detrás del cual vamos a reconocer rápidamente el ideal de la familia, de la comunidad a la que pertenece y de la humanidad en general.
“El psicoanálisis no es una ciencia, no por un déficit epistemológico, sino porque se ocupa de una “materia” que se estructura en la lengua y da lugar al sujeto del inconsciente. El sujeto del inconsciente es un “limite interno” de la ciencia, se sostiene en un espacio “Éxtimo” (exterior e intimo) con relación a la ciencia de tal manera que el sujeto es necesariamente rechazado, para que funcionen adecuadamente las estrategias objetivantes de la ciencia. La ciencia moderna existe mientras el sujeto del lapsus, del sueño o del fantasma se mantenga en “exclusión interna al discurso científico”
La técnica, por el contrario, no tiene sujeto. Se trata de un campo de apropiación de los saberes . A la tecnica ni siquiera la limita la guerra y su devastacion. La técnica una vez que se apropia de los saberes de la ciencia moderna los integra en un nuevo proyecto realizando una voluntad acéfala sin limites. Introduce lo ilimitado. La ciencia ni incluye ni excluye al sujeto sino que introduce lo ilimitado en la escena del mundo. El mundo se convierte en el lugar donde los saberes y practicas se convierten en campos de maniobra de la técnica.
Rosa López