PUBLICACIONES DE PSICOANÁLISIS DE ORIENTACIÓN LACANIANA

«VARIACIONES EN LA CONCEPCION DE LA ANGUSTIAEN LA OBRA DE S.FREUD» (I)

«No creo tener necesidad de definir la angustia. Todos ustedes han experimentado, aunque sólo sea una vez en la vida, esta sensación, o, dicho con mayor exactitud, este estado afectivo. Y sin embargo, nadie se ha pre­ocupado hasta el día de investigar por qué son precisamente los nerviosos los que con más frecuencia y mayor intensidad sufren de este estado de angustia. Se ha encontrado natural esta circunstancia, como lo muestra la general costumbre de emplear indiferentemente, como sinónimos, los tér­minos «nervioso» y «angustiado «. Pero al hacerlo así se comete un grave error pues hay individuos «angustiados» que no padecen neurosis ningu­na, y, encambio, neuróticos que no presentan entre sus síntomas el de la propensión a la angustia.

De todos modos, lo cierto es que el problema de la angustia cons­tituye un punto en el que convergen los más diversos e importantes proble­mas y un enigma cuya solución habrá de proyectar intensa luz sobre toda nuestra vida psíquica».

S. Freud, 1917: «Lecciones Introductorias al Psicoanálisis» – Lección 25 –

Uno de los aspectos más apasionantes que podemos hallar en la lectura de la obra freudiana radica en la posibilidad que ésta ofrece de seguir el desarrollo del proceso que llevó a cabo Freud de construcción del inconsciente. A lo largo de los textos encontramos en la arquitectura del psicoanálisis las cuestiones y problemas que fueron conduciendo a Freud a variar y modificar progresivamente su concepción de la teoría y de la prác­tica psicoanalítica. De este modo podemos vislumbrar el anhelo de saber que animaba a Freud a su confrontación con los problemas que la clínica fue arrojando en su camino, como el motor de un ciframiento de la teoría alrededor de lo real. Seguirlo implica desentrañar las variaciones de sus posiciones epistemológicas, las razones por las que dichos cambios se pro­dujeron, los obstáculos que surgieron en su práctica y que le obligaron en innumerables ocasiones a una reestructuración de su edificio conceptual.

Sin duda alrededor de la cuestión de la angustia, podemos seguir este trayecto, y de manera muy especial, ya que este «enigma» convoca a su alrededor múltiples aspectos de la construcción freudiana, tal y como él lo indica en la cita inicial.

De entrada hay que subrayar el modo original en que Freud se sitúa con respecto a esta cuestión. La angustia, es un problema de especial rele­vancia para la metafísica y Freud atraviesa la tradición filosófica al situar su reflexión en el centro de una investigación científica que partía de casos clí­nicos, y que postuló la cuestión de la angustia como cuestión capital del ser, pero de un ser sexuado.

Precisamente por tratarse de una cuestión angular del inconscien­te, alrededor del «enigma» de la angustia encontramos una serie de varia­ciones que implican distintos planos de la teoría psicoanalítica. Así por ejemplo, la cuestión del mecanismo libidinal y la dinámica de los procesos psíquicos que causan la angustia; la pregunta por el objeto de la angustia, el problema de la delimitación tópica del lugar en que se produce la angus­tia. En esta breve intervención, me propongo situar las variaciones sobre la concepción de la angustia sin perder de vista los problemas que sirvieron de palanca para realizar dichas variaciones.

La angustia concebida como transformación de la libido sexual.

Corresponde esta primera concepción al primer tiempo de la inves­tigación freudiana sobre la etiología de los fenómenos histéricos. Alrededor de 1895 Freud ha construido su primer abordaje de los síntomas histéricos sobre la base del descubrimiento de un momento traumático que concierne al sexo. Los «Estudios sobre la histeria» tienen su origen en el testimonio de sus pacientes, y es conocido cómo Freud deduce como determinante algún factor de tipo sexual subyacente a los síntomas. Correlativamente, Freud cree haber descubierto una explicación a las manifestaciones angustiosas de los mismos.

Freud concibe en ese primer momento la angustia, en las neurosis de angustia, desde una óptica fundamentalmente económica. Para explicar cómo se causa, postula la existencia de un factor subyacente, el cuantum de energía libidinal, y deduce la existencia de un incorrecto «uso funcional» de la libido que provocaría un excedente libidinal, no neutralizado conve­nientemente a través de mecanismos psíquicos. Toma como punto de parti­da la acción refleja específica que se precisa para descargar el exceso de tensión, y supone la existencia de una acción específica adecuada para des­cargar dicha exitación -el coito-. A causa de restricciones vinculadas a la censura moral, dicha acción no se lleva a cabo en los «nerviosos angustia­dos». De esta manera, Freud mantiene una concepción claramente enmar­cada en su tradición fisiológica, herencia de su adscripción a la epistemolo­gía de Helmotz, y aborda la angustia desde la perspectiva del mecanismo económico que explica su origen, como transformación de la libido sexual excedente. Si examinamos los textos fundamentales de esta época, como son el «Manuscrito E», «La Neurastenia y las Neurosis de Angustia», y «Crítica a las Neurosis de Angustia», veremos desarrollada su idea de un desarreglo en la esfera sexual del sujeto angustiado. En el «Manuscrito E» Freud ha seleccionado una serie de casos clínicos de neurosis de angustia: Angustia en personas vírgenes, o recién casadas que no practican el coito de modo «completo». O en personas que mantienen una abstinencia sexual deliberada – «Mojigatos» -. O que se ven llevados a mantener una abstinen­cia obligada. O que practican el coito interruptus, etc. Para concluir que la angustia es el efecto de la existencia de un incremento de la tensión sexual como consecuencia de una acción específica interrumpida. De este modo, la angustia aparece como un efecto tóxico. Esta primera explicación va a permanecer casi sin modificación en todas las construcciones teóricas, más complejas, que irán apareciendo a continuación, como el mecanismo ener­gético subyacente.

La Angustia en la Fobia. Dinámica de los procesos psíquicos.

Freud da un paso más ya en esta misma época, puesto que en 1895, en el texto «Crítica a las neurosis de angustia» -texto escrito para contestar las críticas recibidas de Loewenfeld sobre el componente hereditario que reclama para la etiología sexual- señala a propósito del mecanismo ya des­crito que éste «sólo acentuaba el principio fundamental sin hacer señalar sus restricciones…». En concreto, apunta: «El hecho de que la angustia de las fobias responda a otras condiciones no tiene nada de extraño… La angustia se encuentra enlazada en ellas al contenido de una representación o una per­cepción determinadas, y la emergencia de este contenido psíquico es la con­dición principal para la de la angustia. La angustia es desarrollada entonces análogamente a como lo es la tensión sexual por el despertar de representa­ciones libidinosas. Pero, de todos modos, la conexión de este proceso con la teoría de la neurosis de angustia no ha quedado aún aclarada». Efectivamente, la relación entre angustia y fobia señala la escasez de esta primera concepción de la angustia, dado que queda por aclarar en qué con­siste la conexión entre angustia y representación fóbica. Por ello, de la mano de la fobia, Freud se ve llevado a deslizarse de la economía a la diná­mica de los procesos psíquicos, habremos de esperar a las «Lecciones Introductorias al Psicoanálisis» de 1917, para encontrar ampliamente desa­rrollada una formulación que responda a esta preocupación surgida y que constituye lo que podemos considerar ya como una teoría de la angustia, en la medida en que no sólo se aborda el mecanismo energético, sino además las cuestiones que nombré al inicio: la función psíquica de la angustia, las instancias implicadas en su dinámica – topología y su objeto, tal y como dice en este texto: «para esclarecer cuál es la dinámica – tópica del desarro­llo de la angustia, cuáles son las energías y cuáles los sistemas de los que provienen». Los puntos clínicos de referencia son el caso Juanito -1909- y del Hombre de los Lobos -1914-, la angustia en la fobia y la neurosis obse­siva.

Esta primera teoría, se apoya en el esquema edípico ley-represión­angustia. Freud distingue en las fobias dos fases del proceso neurótico: la primera, es la de la represión de la libido y su transformación en angustia – según el modelo del mecanismo libidinal. La represión de la libido surge como resultado de la amenaza sentida por Juanito sobre el autoerotismo y la relación erótica con la madre. Aquí sitúa Freud, en este momento, la fuen­te del peligro interno que concluye con la represión libidinal. A continua­ción surge la angustia, y la representación asociada externa. Durante la segunda fase se constituyen los medios de defensa destinados a impedir un contacto con este peligro, que queda tratado como un hecho externo. Así, la fobia viene a constituir una especie de defensa contra el peligro exterior sobre el que se ha desplazado la amenaza. En el caso Juanito, encontramos el acento puesto sobre la dinámica de los procesos psíquicos que conducen al surgimiento de la angustia. La fobia a los caballos concreta la angustia que aparece posteriormente a la prohibición sobre el autoerotismo y el goce de la madre. Aquí se formula claramente una relación entre amenaza de cas­tración y angustia; y la angustia no deja de ser el resultado de un proceso económico, aunque situada en el conflicto de las instancias psíquicas. La prohibición es causa de la represión, y la ley, ley de prohibición de la satis­facción autoerótica y ley de prohibición del incesto, se muestra como una ley sin fisuras, de eficacia absoluta a la hora de provocar la renuncia y la represión. Una de las consecuencias de este nuevo enfoque, la encontramos en el hecho de que la angustia ya no aparece aquí como un mero efecto tóxi­co de la censura, sino que la neurosis despliega su estrategia obsesiva o fóbica como defensa y neutralización de la angustia mediante el síntoma y la representación.

Esta cuestión es la que se despliega en otro de los temas recurren­tes, la disquisición entre «angustia real» y «angustia neurótica». Si la angus­tia real es la angustia que tiene «justificación» por la existencia de un peli­gro exterior -«el hombre se defiende contra el susto por medio de la angustia»- la angustia neurótica, por el contrario, no tiene por objeto un peligro exterior real. De últimas, gravita cierta incertidumbre por la natura­leza del objeto que causa la angustia. Freud resuelve este problema plante­ando la proyección a un objeto-representación exterior de la angustia que ha surgido como consecuencia de un peligro interno, que proviene de las ame­nazas que acarrea la satisfacción pulsional.

La angustia en la concepción tópica.

Freud, que ha ordenado en el «Yo y el Ello» -1923- las funciones del aparato psíquico en lo que conocemos como segunda tópica, va a recti­ficar el papel que había asignado a la angustia en el origen de las neurosis, dando paso a la segunda teoría sobre la angustia. La angustia tiene ahora función de causa, causa de la represión.

Este reordenamiento parte también de una nueva lectura del caso Juanito, y de su retorno a la neurosis obsesiva, que Freud realiza en el texto «Inhibición, síntoma y angustia» -1925-. Dice así: «Con la última observa­ción de que el yo ha sido preparado a la castración por pérdidas de objeto regularmente repetidas, iniciamos una nueva concepción de la angustia. Si hasta ahora la veníamos considerando como una señal afectiva del peligro, se nos muestra en este punto, dada la frecuencia, que se trata de un peligro de la castración; nos parece como una reacción a una pérdida o una separa­ción». La angustia se desliza en esta segunda teoría de efecto_ de amenaza de castración, a efecto del encuentro traumático con el eros. Aquí cobra sen­tido la angustia concebida en el marco de la segunda tópica, puesto que Freud diferencia dicho tiempo inicial y su efecto de angustia, de la angus­tia que luego se anticipa como señal en un segundo tiempo.

Freud toma la secuencia eros-represión-angustia-fobia y la sustitu­ye por la de eros-angustia-represión-fobia. De este modo la angustia queda desligada de la amenaza de castración para referirse al momento traumáti­co, no elaborable por el principio del placer. Es decir, que lo peligroso es el eros mismo, más allá de las amenazas de castración. Tal y como dice Freud en este texto: «El afecto angustioso de la fobia no procede del proceso de represión ni de las cargas de la libido de los impulsos reprimidos, sino de la instancia represora misma. La angustia causa aquí la represión, y no, como antes afirmábamos, la represión causa la angustia».

A lo largo de «Inhibición, síntoma y angustia», y también en un texto posterior «Nuevas Lecciones Introductorias…» -1932-, Freud conclu­ye la dinámica-tópica partiendo del carácter traumático de un encuentro que subyace en el origen de la angustia. En este encuentro traumático habría fra­casado el principio del placer. La angustia generada operaría como motor de la represión primaria dando lugar a la constitución del Ello. El trauma del nacimiento, que había teorizado poco tiempo antes Oto Rank, sirve de metáfora a Freud para aludir a este momento traumático inicial. A partir de ese tiempo primero, la angustia cumple la función de señal en el Yo que anticipa expectante la reaparición de la experiencia inicial. De este modo, operará como causa de la represión secundaria, cada vez que surja un acon­tecimiento traumático. La angustia, nacida como reacción a un estado de peligro, se reproduce y da la señal cada vez que surge de nuevo tal estado. Pero ¿cuál es la naturaleza, el objeto de este peligro? En el texto de 1932, Freud enumera una serie de peligros: la no descarga de la tensión, la pérdi­da del objeto amado, el desamparo inicial, la amenaza de castración, el miedo a la cólera del superyó… y fundamentalmente lo traumático. Lo temido, el objeto de la angustia es la aparición de un instante traumático vincu­lado al eros que no pueda ser abordable según las leyes del principio del pla­cer, de ahí por otro lado, el carácter de imprecisión y carencia de objeto que parece transmitir el afecto de la angustia.

En este punto, será Jacques Lacan quien retomará la cuestión para resolver el estatuto de dicho objeto, y las coordenadas del encuentro con el deseo y el goce que definen el «momento traumático», pero este es, por otro lado, el punto en el que he de terminar esta conferencia. Muchas gracias.

Andrés Borderías


I. Conferencia pronunciada en la Sección Clínica de Madrid, año 1993. Publicada en “Volumen de Conferencias sobre La Angustia”, Ed. Sección Clínica de Madrid, 1993.

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