A mí me gusta mucho enseñar;
sobre todo porque,
mientras enseño, estoy aprendiendo.
Jorge Luis Borges
“¿Cómo hacer para enseñar lo que no se enseña?”, se pregunta J. Lacan en “Lacan por Vincennes”, 1978. Y es que el acto educativo tampoco se enseña. Se pueden aprender los contenidos y transmitirlos, pero el estilo, la entonación, lo vivo de la letra, los silencios y la intervención en el aula, cuando hace falta, no se enseña. “Uno solo puede enseñar el amor por algo. Lo importante es revelar belleza y solo se puede revelar la belleza que uno ha sentido”, en palabras de Borges (“Borges profesor” 1966). Lo importante es lo que cada docente inventa para trasmitir su deseo. Los alumnos deben buscar las respuestas a sus propias preguntas.
¿Cómo hacer esto en un momento histórico donde los sujetos no se hacen preguntas? ¿Dónde todo el conocimiento está a un click de aparecer en pantalla?
Se trata de que el profesional pueda manejar la distancia entre su ideal y las posibilidades y experiencias del sujeto. En el acto educativo está en juego el sujeto y su singularidad. El docente debe poder aceptar que no sabe previamente hasta dónde y ni de qué manera el sujeto transitará el recorrido que él le ofrece. Se trata de la transmisión de una experiencia para animar el deseo de saber, no de un saber ya establecido.
Trabajaremos la visión que desde el psicoanálisis lacaniano podemos tener del sujeto de la educación, también si tiene necesidades especiales o diversas, y hasta que punto esas necesidades no serían para todos. Los sujetos están cautivos de algo que desconocen y que genera malestar, lo que por otro lado posibilita la invención desde el rasgo más singular de cada uno. Esa invención que le permitiría transitar por la institución y por la vida, de manera que no se haga de la excepción más singular un acto de exclusión.
¿Cómo el docente puede mantener en su horizonte la acción de soporte e invención educativa, frente a las nuevas modalidades del lazo social que la actualidad determina? ¿De qué manera generar el buen encuentro con un alumno que tiene arreglos que son tan diferentes a los arreglos del ideal de cada uno y que su propia experiencia de vida ha gestado? ¿De qué manera encontrarse con los padres y sus nuevas modalidades?
El psicoanálisis propone la diversidad, el “uno por uno”, en la medida en que el docente haga valer y sostenga el acto educativo, en su dimensión más contingente ¿Cómo fundar un nuevo lugar que acoja al alumno ante la desorientación en la que pueden perderse actualmente?
El instrumento que utilizamos para investigar es la conversación. Frente a los discursos profesionales que apuntan a persuadir, la conversación es un dispositivo en el que reina la improvisación, uno no va a decir lo que sabe. En la conversación no se lee, no se recita, toda la lectura está antes y después se comenta lo leído, de manera que permite pasar de un regimen de funcionamiento de discurso a otro. “Pasar de un tropiezo grande a un tropiezo donde uno no se golpea” (E. Laurent), intentando un tratamiento de lo que no hay.