O incluso, presten atención, fui aspirado – aspirado en una especie de torbellino que sólo encuentra su garante en lo que muestro con mi nudo.
J. Lacan. Seminario 23, El sinthome.
Así nos introduce a la exploración en la que retuerce y estira los nudos que «paso a paso», nos dice, permiten «expresar con la función del nudo lo que primero había presentado como el trío de lo simbólico, lo imaginario y lo real».
La entrada en este seminario es del orden de una aventura nada cómoda, nada fácil, aunque apasionante. En buena lógica, se sale sacudido. Lo que cae a su paso deja lugar a una nueva perspectiva clínica. Una perspectiva que plantea una dimensión real de la estructura, con su tipo de síntomas que determina el tipo de nudo y, como él mismo había anticipado en el seminario anterior RSI: «hay tipos de síntomas, es decir, de nudos».
Del Freud de la sublimación a Joyce el sínthome, su uso del nudo borromeo está hecho para ilustrar la consistencia del cuerpo, el agujerear de lo simbólico y la ex-sistencia de lo real.
Si en el seminario La Ética (1959), se interroga ¿qué cosa es el arte?, en el seminario El Sinthome (1975) su pregunta es «¿cómo un arte puede apuntar de manera adivinatoria a sustancializar el sinthome en su consistencia, pero también en su ex–sistencia y en su agujero?».
Joyce, el sínthome viene a representar este cuarto término cuya función es anudar los tres círculos del nudo borromeo.
El esfuerzo sin pausa del último Lacan, es en esta nueva vuelta sobre sí mismo, alcanzar un modo de cercar aquello que da soporte al sujeto, es decir, al inconsciente, el propio cuerpo y el goce a que da lugar.
Si el nudo como soporte del sujeto es un hallazgo, es porque ilustra algo de lo que Joyce revela.
Joyce revela con su síntoma, cómo el arte es una solución con la que eleva su lalengua a lenguaje y le reserva a su obra, la función de ser su escabel: «ser alguien cuyo nombre sobrevivirá».
Lo que allí funciona es lo que llama sinthome. El cuarto elemento que repara el lapsus del nudo y compensa singularmente como suplencia al síntoma propio de la función del Nombre del Padre, que allí no opera.
Esa lalengua, subraya Lacan, es para cada uno algo recibido, y no aprendido. Hay, para todo ser que habla, un encuentro entre lalengua y el cuerpo y de ese encuentro «nacen marcas que serán marcas en el cuerpo».
El seminario 23, si bien no es uno de los más extensos en páginas, es uno de los que requieren nuestra atención por las paradojas a la que nos lleva de la mano de los nudos.
Subrayemos que el síntoma es freudiano en la medida en que está enganchado al lenguaje, quiere decir algo y en que creemos que podemos modificar algo en él por medio de una interpretación, es decir, actuar sobre el sentido. El síntoma es lo contrario del arte, lo contrario del saber hacer, aunque juega con el cristal del lenguaje.
El síntoma en Joyce a pesar de que juega con el lenguaje y hace de él y con él, su obra, no responde ni al equívoco ni queda sujeto a la interpretación.
Lacan muestra cómo, siguiendo la pista de Joyce, encuentra que, de las palabras impuestas, supo hacer un arte, demostró saber hacer con eso. Supo, de esas palabras impuestas, hacerse el artífice de su síntoma, como un artista, señaló J.A. Miller. Es eso lo que surge en el seminario El sinthome: la figura del artista. Es dicho de otro modo, el saber hacer con eso, la invención.
Si hasta entonces, para Lacan algo que es del orden del sujeto, se sostenía en el nudo de tres, – lo simbólico, lo imaginario y lo real-. Joyce, el sinthome le interroga si ello no revela que “el mínimo en una cadena borromea está siempre constituido por un nudo de cuatro”.
He ahí lo que se abre en este luminoso, impredecible e imprescindible seminario para la nueva perspectiva clínica de los síntomas a los que estamos, como analistas, obligados hacer frente.