Comentario de los capítulos VII y VIII del Seminario IV «La relación de objeto«
La demostración fundamental del seminario IV es que el objeto sólo encuentra su justo lugar en psicoanálisis si se ordena a partir de la función de la castración. Es decir que sitúa a la falta – como lo hizo Lacan a lo largo de toda su enseñanza – en un lugar crucial tanto en la teoría como en la práctica del psicoanálisis. Constituye, así, una crítica precisa a la concepción de la relación de objeto, vigente en ese momento en la sociedad psicoanalítica a nivel mundial, la International Psychoanalytical Association, y ello a pesar de tomar la expresión para dar título al seminario. Es la única vez que Lacan toma una noción de los post-freudianos – a la que rechaza formalmente – para dar nombre a uno de sus seminarios.
Jacques-Alain Miller, al establecer el texto, tituló el apartado al que pertenecen los capítulos de los que nos vamos a ocupar hoy “Las vías perversas del deseo”. Destaca de este modo que el camino de Lacan para demostrar el valor de la falta en contra de las concepciones de los post-freudianos, deudores de un realismo ingenuo, pasa en una primera escansión por el tema de la homosexualidad femenina.Sin embargo me parece que de manera más general se refiere a la sexualidad femenina. En segundo lugar toma el tema de la perversión masculina, de la que el fetichismo constituiría el modelo. Como sabéis en el fetichismo está en juego la renegación de la castración de la madre. Otra vez la sexualidad femenina y la falta en el centro de la reflexión. El fetiche ocupa el lugar del falo que falta a la madre velando de este modo la castración. La tercera escansión del Seminario es la fobia infantil, ejemplificada con Juanito, que ocupa para su madre el lugar del fetiche.
Recuerdo un libro publicado hace ya tiempo El problema de la perversión en la mujer de F. Perrier y W. Granoff, dos discípulos de Lacan, cuya tesis era que las mujeres se “ahorraban” la perversión tan importante en la constitución del deseo de los hombres mediante la maternidad, fetichizando al objeto niño. Resulta conforme con la estructura que el niño como objeto de amor no pida sino asumir la función de velar la nada que es, cito “el falo en tanto que falta a la mujer.”
Así veis que este apartado también podría haberse titulado la falta o el falo en la sexualidad femenina. Y es lo que nos dice Lacan al comienzo del capítulo anterior el VI cuando anuncia que va a hacer un salto al tomar una cuestión: la homosexualidad femenina, que habría de tomar más tarde si hubiera procedido paso a paso. ¿Por qué lo hace? El mismo lo dice, p. 97, “no podríamos examinar la relación de objeto sin encontrar el objeto femenino.”
Y añade “¿dónde se mostraría mejor que en la perversión que la relación de objeto no es natural?”.
Va a tomar dentro de la perversión en primer lugar “la más problemática para el psicoanálisis: la homosexualidad femenina.” ¿Por qué es la más problemática? Porque a diferencia de la homosexualidad masculina lo que está en juego muchas veces en la homosexualidad femenina es más la dimensión del amor que la del goce. Lo es también en el caso ejemplar de Freud del que nos vamos a ocupar, Lacan la presenta como una homosexualidad tardía y reactiva. Y señala que la joven no espera nada de su amor apasionado por la que llama la dama. Es un amor caballeresco, “sin exigencia, deseo, ni esperanza de reciprocidad” (página 124) – y con este término, caballeresco, no se refiere solo al carácter masculino sino también a “una de las formas más característica de la relación amorosa en sus modos más exquisitamente cultivados” (en la misma página), el llamado amor cortés.
Resumamos cómo concibe la psicogénesis del caso de la joven homosexual. La niña que había tenido un desarrollo normal hasta los 13-14 años cuidaba y mimaba al niño de unos amigos de los padres mostrando de este modo su deseo de niño conforme a lo esperado por su entorno. Hasta que este deseo se vio decepcionado por la intromisión de un niño real que el padre le dio en ese preciso momento, a la madre. Frente a la frustración de este deseo, la falta del don paterno del hijo como sustituto de la falta fálica, la niña cambia de objeto y hace primero de mujeres mayores, figuras maternas, el objeto electivo de su amor. Lacan destaca el carácter demostrativo de toda la actuación de la joven homosexual. Se trataría de una lección al padre. Le enseña como se puede, como se debería amar a una mujer. Una mujer que es amada por lo que no tiene.
Después de esta presentación general del seminario y de estos capítulos, volvamos a la lectura pormenorizada del texto que es el modo de estudio de un seminario. ¿Por qué toma en primer término el caso de la homosexualidad femenina incluso después de haber dicho que era la más problemática como hemos indicado antes?.
Porque le sirve para destacar cuál es el camino del sujeto femenino desde sus primeros acercamientos al objeto natural y primordial del deseo, el seno materno. Es, dice Lacan, para ella menos natural aún que para el sujeto masculino. ¿Cómo entra la niña en esta dialéctica?.
Es interesante destacar que aunque Freud la toma como sujeto, nos dice Lacan, es decir se pregunta ¿qué piensa? ¿cuál es su camino? la nombra sin embargo como objeto, ya que debe entrar en dicha dialéctica en algún momento como objeto. Y añade, p.98, que esta posición – la de situarse como objeto – es una posición de segundo grado, es poco natural. Y aclara la expresión “es de segundo grado” diciendo que tiene el interés de ser calificada así porque quien toma la posición de objeto o no, es un sujeto.
Voy a introducir en este punto una formulación mucho más tardía de Lacan para subrayar la importancia de lo que acabo de citar. Uno de los problemas de la asunción de la femineidad consiste en consentir en ser situada por un hombre como causa de su deseo. Se dan cuenta que hablar de objeto causa de deseo corresponde a un momento bastante posterior de la enseñanza de Lacan.
Es la problemática de la histeria y aunque algunas veces en nuestra comunidad parece identificarse mujer e histeria, Lacan hace claramente la diferencia entre la sexualidad femenina y la histeria. Por eso muchas veces a lo largo de su enseñanza considera el caso freudiano de Dora y muchas veces también lo hace comparándola con la joven homosexual. Aunque cada vez lo hace de distinta manera de acuerdo con el estado de su reflexión en el momento, cada vez vuelve a poner en el centro esta dificultad de la histérica para consentir a ocupar el lugar de objeto causa de deseo.
Lacan habla de Dora y de su camino como de las detenciones en su asunción de la femineidad numerosas veces. Algunas como en el Seminario III, Las psicosis, lo hace en términos de la dificultad para responder a la pregunta ¿qué es ser una mujer?Interrogación que transforma en la pregunta histérica por antonomasia. Dice en este Seminario, p. 254, cito: “Convertirse en una mujer e interrogarse sobre lo que es una mujer son dos cosas esencialmente diferentes. Yo aún diría más – es en tanto que no se convierte en mujer que se interroga y, hasta cierto punto, interrogarse es lo contrario de convertirse.”
De la misma manera habla de ella en “Intervención sobre la transferencia”, donde subraya críticamente que los prejuicios de Freud le impidieron ver durante el curso de la cura la importancia del interés por la Sra. K. en términos de esa pregunta. La verdadera adoración de la Sra. K. -al igual que la adoración frente a la Madonna del museo de Dresde- descansaba en que para Dora ella detentaba el secreto de la feminidad.
En otras ocasiones como en el Seminario X, La angustia, la comparación entre Dora y la joven homosexual, está al servicio de la consideración de dos tratamientos distintos de la angustia a través del acto. En el pasaje al acto suicida de la joven homosexual mientras que toda la aventura con la dama es un acting out. La escena de la bofetada en el lago de Dora es un pasaje al acto, mientras que todo su comportamiento paradójico con la pareja de los K es un acting-out. Y también para hablar de algo que Lacan generaliza en relación al niederkommen que Freud recoge en el caso de la joven homosexual. Lacan nos dice (p.123 del Seminario X La angustia) que el dejar caer es esencial en toda súbita puesta en relación del sujeto con lo que él es como a. No sin razón el sujeto melancólico tiene tal propensión , siempre llevada a cabo con una rapidez fulgurante, desconcertante a arrojarse por la ventana, En efecto, la ventana, en tanto que nos recuerda el límite entre la escena y el mundo, nos indica lo que significa tal acto – de algún modo el sujeto retorna a aquella exclusión fundamental que experimenta.”
Pero es sobre todo en los Seminarios de la segunda enseñanza de Lacan donde retoma la comparación de Dora y la joven homosexual en los términos del problema que conlleva admitir ser situada como objeto. Es así como lo hace en el Seminario XVII, El reverso del psicoanálisis, en el Seminario XIX, … O peor y por fin en el Seminario XX, Aún,en el que al analizar las fórmulas de la sexuación nos dice que la histérica se sitúa del lado del hombre, es decir que encuentra obstáculos para consentir en ser situada como causa del deseo de un hombre, como objeto a, en el lado femenino de las fórmulas.
Volvamos a los capítulos de los que nos vamos a ocupar hoy, pero antes recordemos algunas premisas sobre el caso de la joven homosexual, que ya habéis visto en la reunión anterior del seminario, porque serán necesarios para considerar los capítulos que llevan por título “Pegan a un niño y la joven homosexual” y “Dora y la joven homosexual”.
Lacan nos dice que la homosexualidad femenina tiene un valor ejemplar en psicoanálisis y en particular el caso freudiano de la joven homosexual porque revela las etapas del camino de la asunción de la feminidad, como ya hemos dicho. Lo natural o biológico se refiere al plano simbólico en tanto se trata de asunción subjetiva. Se trata de la mujer como sujeto en tanto ha de hacer una elección.
En relación a esta elección Lacan subraya que también la posición homosexual se debe referir al Edipo. Discute así la idea de que sea una mera fijación. Destaquemos la palabra mera, ya que a Lacan le interesa combatir la idea de que si Freud dice que “la neurosis es el negativo de la perversión”, como lo hace en “Una teoría sexual”, de 1905, eso podría significar que la inversa, es decir que la perversión sería el positivo, sólo una detención del desarrollo. Dice que la construcción de la homosexualidad es compleja (p.115), como bien lo muestra el caso de la joven homosexual.
Para ver que se trata de hacer una elección, Lacan dice que tendremos que recorrer una serie de textos de Freud que se apoyan en el artículo sobre “La organización genital infantil”, de 1923. Freud plantea en ese texto la primacía del falo. La fase fálica, terminal de la primera época de la sexualidad infantil es una fase típica tanto para el niño como para la niña.
La posesión o no del falo es el elemento diferencial primordial. No hay pues realización del macho o de la hembra, sino del que está provisto de atributo fálico y el que está desprovisto, que es considerado como equivalente de estar castrado.
Ocho años más tarde, Freud escribe una cosa más enorme aún sobre la sexualidad femenina. Nos referimos al artículo de 1931. En él Freud subraya que los niños de ambos sexos ignoran dos hechos fundamentales de la sexualidad: el rol fecundante de la simiente masculina y la existencia como tal del órgano femenino. Se levantó una gran controversia sobre el tema que se conoce como “La querella del falo”. Lacan nos dice que para dar correctamente cuenta de este debate en el que participaron muchos discípulos cercanos de Freud, como E. Jones o K. Horney, es necesario cambiar por completo el eje del mismo. Saben que los postfreudianos le objetaban a Freud con premisas realistas que la niña tenía sensaciones precoces de la existencia de la vagina e incluso masturbación vaginal precoz, al menos en algunos casos. Lacan dice que estas posiciones acuden a premisas realistas para ignorar mejor la problemática de la diferencia sexual. Un poco más adelante, en el siguiente capítulo, Lacan formula la dificultad que tienen estas posiciones para explicar la primacía fálica y me ha gustado tanto el modo en que lo dice -sobre todo por su resonancia con formulaciones mucho más tardías, como la dificultad de aceptar que “la relación sexual no existe”- que he pensado transcribirla para ustedes. Dice así (p.124) “Puesto que, como todo el mundo sabe, todo está ya adivinado e inscrito en las tendencias inconscientes, y el sujeto cuenta ya, por naturaleza, con la preformación de lo que hace adecuada la cooperación de los sexos, (ven la negación de que la relación sexual no existe), el predominio fálico ha de ser sin duda una especie de formación en cierto modo ventajosa para el sujeto, debe haber ahí un proceso de defensa”, (nos parece que el proceso de defensa está presente pero en el psiquismo de los investigadores psicoanalíticos).
Lacan vuelve a lo que es admitido por todos los autores, que en su evolución la niña cuando entra en el Edipo, desea un hijo del padre como sustituto del falo que le falta. Y que la decepción por no recibirlo juega un rol esencial para hacerla retornar del camino paradójico por el cual entró en el Edipo -es decir, la identificación al padre- hacia una posición nuevamente femenina, esperar que más tarde un hombre le dará ese hijo, equivalente del falo imaginario que no tiene.
Me gustaría subrayar en este repaso del capítulo anterior que en la perspectiva de los postfreudianos se pone el acento en la frustración que experimenta la niña por no recibir lo que demanda. La crítica de Lacan a esta noción es que parece legítima porque consigue colocar como lo esencial de esta dialéctica la falta de objeto. Es lo que le da la apariencia de un concepto. Pero su crítica es que en la frustración lo que está en juego es menos el objeto, como destacaban los post-freudianos, que el rechazo del don.
La frustración se refiere a que eres privado de algo por alguien de quien podías esperar lo que le pedías. Es decir que lo que está en juego es menos el objeto que el amor de quien puede darles ese don. Hay una relación entre don y amor, e incluso con la presencia-ausencia de la madre.
Lacan refiere la cuestión del don a la teoría sobre las relaciones de intercambio que organizan la vida social, sobre todo a Lévi-Strauss, y a su Las estructuras elementales de parentesco, diciendo que es toda la cadena simbólica humana lo que está en juego. El don es un hecho simbólico. Luego veremos en el capítulo VIII de que manera retoma este mismo análisis más ampliamente.
Tras el caso de la joven homosexual, Lacan se dedica a otro texto de Freud, que dice que debería ser célebre “Pegan a un niño” y cuyo subtítulo es “Contribución al estudio de las perversiones sexuales”.
Es característico, destaca Lacan,p. 116, que la atención de Freud se centre en una frase que utiliza como título de su estudio sin contentarse con una etiqueta clínica, esa frase es extraída directamente de la manera en que los enfermos mismos se refieren al tema de sus fantasmas que se pueden calificar grosso modo como sado-masoquistas.
Freud nos dice que va a ocuparse de seis casos que ha podido analizar en profundidad, todos neuróticos obsesivos, cuatro de mujeres y dos de hombres, aunque cuenta con abundante material proveniente de otros casos en los que no fue posible un estudio similar.
Cuando el sujeto cuenta su fantasma durante el tratamiento lo hace con mucha imprecisión. De entrada no puede responder satisfactoriamente ya que no puede ni siquiera caracterizar más claramente al fantasma y al mismo tiempo parece experimentar una resistencia a hablar de él, incluso parece sentir escrúpulos o vergüenza.
Es curioso que mientras los sujetos no parecen sentir culpa cuando hablan de las prácticas masturbatorias que acompañan a esos fantasmas sí la experimentan en relación a formularlas en voz alta, es decir que esta dificultad marca un límite entre jugar mentalmente con el fantasma, o hablar de él.
Un texto extraordinario de Jacques-Alain Miller, “Notas sobre la vergüenza” publicado en Freudiana Nº 39, toma como centro de su reflexión la pregunta, p.8, “¿Qué ocurre con el psicoanálisis cuando ya no hay vergüenza, cuando la civilización tiende a disolverse, a hacer desaparecer la vergüenza?”. En ese artículo Miller analiza la diferencia entre la culpa y la vergüenza, que en el Seminario IV Lacan toma aún como afectos similares. Dice Miller que aunque ambos corresponden a la serie de la culpabilidad mientras la vergüenza es un afecto primario de la relación con el Otro. Un Otro que no juzga sino que ve o da a ver. La culpabilidad es el efecto sobre el sujeto de un Otro que juzga y por lo tanto de un Otro que es portador de valores que el sujeto habría transgredido. La culpa es una relación con el deseo, mientras que la vergüenza es una relación con el goce, que toca a lo más íntimo del sujeto.
Volvamos al fantasma “Pegan a un niño”. Freud nos dice que en el progreso de la cura ese fantasma ha sufrido numerosas transformaciones. Y Lacan dice que estas diversas versiones presentan una serie de elementos que van variando sus lugares en lo que reconocerán el análisis estructural, que Lacan importó de la antropología. En efecto, Lévi-Strauss había mostrado como se podían analizar los diferentes mitos de una cultura comparando las variantes de estos mitos y el modo de permutación de los elementos presentes en los mismos. Es éste un modelo que Lacan ha utilizado en numerosas ocasiones por ejemplo en el análisis de los discursos que tienen 4 lugares, 4 elementos y cierto tipo de permutaciones admitidas o no.
En nuestro siguiente capítulo, el VIII, Lacan se refiere a este modo de análisis, pero referido en ese caso a las transformaciones del esquema que utiliza para mostrar el camino de la constitución de la homosexualidad en el caso de la joven y de la histeria en el caso de Dora. “Es conveniente de todos modos observar”, dice Lacan, p. 135, “que estos términos, sean cuales sean, imponen una estructura, es decir que si cambiamos alguno de posición deberíamos situar de otro modo, y no en cualquier parte, todos los demás.”
Hay dice Freud tres etapas. El primer fantasma que se puede encontrar toma la siguiente forma Mi padre pega a un niño que es el niño a quien odio.
Este fantasma aparece vinculado en la historia del sujeto con un hermano o hermana que se constituye en rival porque al requerir el cuidado de los padres, frustra al niño al quitarle el cariño de los padres. Se trata principalmente en estos casos del padre. Seguramente este aspecto se vincula con el hecho de que las pacientes son mujeres en las que la relación al padre, tras el Edipo, ya se ha instituido.
La situación fantasmática reúne a tres personajes, el agente del castigo, el que lo padece, y el sujeto. El que lo sufre es un niño odiado por el sujeto y al que ve caído respecto de la preferencia del padre. Mi padre, podría decir el sujeto, pega a mi hermano por miedo a que yo crea que él es preferido. La introducción del segundo sujeto es necesaria ¿Por qué? El es el instrumento de lo que debe pasar de un sujeto a otro. “Nos encontramos así ante una estructura intersubjetiva plena” que constituye toda palabra consumada.
Esta concepción de la intersubjetividad, tan importante en este seminario, había sido introducida a partir de la fenomenología pero tomará mayor importancia con la teoría de los juegos que Lacan introduce en el psicoanálisis para formalizar las relaciones. En el artículo de los Escritos “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada” en el que es formulada problemática lacaniana del tiempo, se abre con un enunciado que define las reglas de un juego. Lacan busca con ese escrito mostrar la lógica por la cual la acción humana se ordena en relación a la acción del otro, encuentra en la escansión de sus dudas el advenimiento de su certidumbre.
Es en el escrito sobre “La carta robada” de Poe donde se precisan los lazos entre la subjetividad y la teoría de los juegos: permite despegar la relación dual dando acceso a las leyes de lo simbólico. Es el uso que tiene también el esquema L (volveremos sobre ello más tarde). En él, más allá del partenaire real, es un Otro el que permite distinguir los ejes imaginario y real en la dialéctica intersubjetiva. Dicho de otro modo la teoría de los juegos le permite plantear la dialéctica de la frustración como un juego. Es necesario para ello que se la tome en el sentido de falta de objeto. En el punto inicial del juego tendremos la oposición, la institución del símbolo puro que es presencia o ausencia. En el segundo momento la declaración que hace diciendo par o impar por ejemplo es ya una demanda por la cual se pone en posición de ser gratificado o no por la respuesta del otro, pero como este otro tiene los dados ya en sus manos, no depende de él que saque par o impar, que satisfaga o no la demanda.
Pero lo que importa es que si el juego nos interesa es porque se introduce aquí un tercero que le da sentido, la ley. Aunque latente en la práctica del juego siempre está en juego una regularidad, dicho de otro modo una ley. Este es el momento fundamental en el juego, “y que le da su sentido intersubjetivo, situándolo no en una dimensión dual, sino ternaria”.
La introducción del Otro con mayúscula rompe la simetría de la intersubjetividad, por eso Lacan dice que la transferencia desmiente la intersubjetividad. Lo que termina de darle la puntilla a esta concepción es la idea ya presente desde el año siguiente en “La dirección de la cura” de que el Otro, lugar de la palabra es también el lugar de la falta. En 1960, finalmente en “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo” Lacan escribe claramente que el Otro no existe. Esta concepción será abandonada desde el seminario VI ya que Lacan considerará a partir de ese momento que no hay Otro del Otro, concepción de la falta de garante que culminará más tarde en la inconsistencia del Otro.
Pasemos ahora a la segunda etapa. Representa respecto de la primera una situación reducida a dos personajeSigmund Freud nos aclara que es una etapa construida por el analista, indispensable para comprender la motivación de lo que se produce en la historia del sujeto. Es: Mi padre me pega.
Todas las interpretaciones de esta fórmula son ambiguas. Nos podemos preguntar en qué medida participa el sujeto en la acción de quien le golpea. Es la clásica ambigüedad sadomasoquista. El sujeto se encuentra en una situación recíproca con respecto al otro, pero al mismo tiempo excluyente. Pegan a él o al otro. En este caso,es a él. Algo queda indicado pero no resuelto. El acto mismo de ser golpeado se puede ver como una transposición de un elemento ya marcado como erótico. En la etapa anterior la situación aunque estructurada estaba llena de virtualidad. Ni era sexual, ni especialmente sádica, sino que contenía estos caracteres en potencia. La precipitación en uno u otro sentido se produce recién en la segunda etapa.
Esta etapa es tan fugaz que nos vemos obligados a reconstruirla y por este carácter de la fugacidad la situación se precipita rápidamente hacia la tercera etapa.
El sujeto se ve reducido a su punto más extremo. Es un puro y simple observador, como en la primera etapa. La situación está desubjetivada del fantasma Pegan a un niño. En este Pegan impersonal, se encuentra vagamente la función paterna, pero en general el padre no es reconocible, se trata en cambio de un sustituto, por ej. un maestro que además castiga a varios niños.
El sujeto es como hemos dicho sólo espectador, en el límite tan sólo ojo.
Se trata entonces de que más allá de la relación especular y recíproca entre el yo y el otro, nos encontramos con un elemento situado en la línea S-A, una palabra inconsciente que se ha debido encontrar mediante todos los artificios de la transferencia. Lo que está excluido en la neurosis pero que no obstante se manifiesta indirectamente en todos y cada uno de sus síntomas, se encuentra en el elemento clínico que es el fantasma.
En el fantasma perverso, todos los elementos están presentes, pero todo lo que es significación, en este momento la relación intersubjetiva, la relación entre sujeto y sujeto, se ha perdido.
¿Es acaso algo distinto lo que encontramos en la perversión? se pregunta Lacan p. 121. En el fetichismo lo que estará en juego es ese más allá nunca visto, como es evidente, el pene de la madre fálica. En la búsqueda analítica suele aparecer vinculado para el sujeto, al menos en los recuerdos que aun le son accesibles, con una situación precisa -el niño se detiene en su observación en el borde del vestido de la madre. “Ven ustedes aquí una notable pugna entre la estructura y (…) el recuerdo encubridor (…). El recuerdo se detiene por ejemplo en el zapato y por eso el zapato puede desempeñar la función de sustituto del falo, imaginario sin duda, pero esencial para su fundación simbólica como madre fálica.
El fantasma también fija, reduce a un estado de instantánea el curso de la memoria, detenida en el punto del recuerdo pantalla. Queda como testimonio y soporte de una escena erótica perdida.
Es palpable por qué el molde de la perversión es una imagen. Se trata de la imagen como último testimonio privilegiado de algo que, en el inconsciente, debe ser articulado y puesto de nuevo en juego en la trasferencia.
“La dimensión imaginaria se muestra pues predominante siempre que se trata de una perversión.” (p.122)
Vamos a ver ahora rápidamente cómo utiliza Lacan el esquema L primero para formalizar las transformaciones en la estructura subjetiva de la joven homosexual y luego para demostrar por la comparación con las permutaciones propias de la estructura subjetiva de Dora que su neurosis puede plantearse como inversa.
El esquema está constituido por una serie de puntos conectados entre sí por medio de vectores. Cada punto es designado con un signo del álgebra lacaniana: a el yo, a’ el otro semejante, el S que Lacan diferencia precisamente del yo, y el A al que podemos dar diferentes significaciones pero ahora quisiera destacar la del inconsciente con su heteronomía radical, en tanto escapa al sujeto.
Les había dicho que la primera introducción de la niña en la dialéctica del Edipo se produce a través de la transformación del deseo del falo en deseo de un niño que espera del padre, a la manera de sustituto. Pero qué ocurre en la observación de la joven homosexual. Hay un elemento ligeramente diferente: la existencia del niño, hijo de los amigos de los padres que ella cuida y mima.
Este niño que ocupa el lugar del falo imaginario la constituye a ella como sujeto como madre imaginaria. Aquí Lacan se interesa en retomar la concepción de las relaciones primordiales del niño y la madre para discutir el aspecto pasivo que se da a la frustración. Busca por el contrario oponer y distinguir claramente el don, que es don de amor, la respuesta de la madre a la llamada de la niña y el objeto de satisfacción del que el niño puede ser privado: el seno ya que hablamos de relaciones primordiales. En este marco Lacan dice (p. 127) “La frustración del amor y la frustración del goce son dos cosas distintas. La frustración del amor está en sí misma preñada de todas las relaciones intersubjetivas que se podrán constituir a continuación. La frustración del goce no lo está en absoluto.” Supongo que es claro para ustedes pero por las dudas lo subrayo que aquí aún no se utiliza goce como lo hará Lacan a partir del Seminario VII, tiene la significación como dije antes de objeto de satisfacción o como dice también Lacan como el objeto que viene a satisfacer las necesidades del niño.
Evoca entonces el objeto transicional de Winnicott, el falo imaginario que ella la joven tiene cuando cuida a “su” niño. Pero en la medida en que el niño real proveniente del padre como simbólico le fue dado a su madre frustrando su espera, los lugares son ocupados de otra manera por los personajes en juego.
En a está el padre imaginario que ha perdido el lugar de padre simbólico, el que podía hacer el don del falo y ocupa ahora el lugar de padre imaginario. En a’ ya no está el niño que ella cuidaba sino la Dama a la que ella ama como un hombre (männliches Typus) dice Freud. Es un objeto real pero que por tener ese más allá, el falo simbólico que en el esquema anterior era imaginario se transforma en objeto de amor. En A está el pene simbólico, es decir lo que en el amor está más allá del sujeto amado. Lo que se ama en el amor es lo que está más allá del sujeto, lo que no tiene. Podríamos decir también que está ella, la joven identificada al padre para enseñarle cómo se ama.
Lacan señala que el hecho de que ella se de un sustituto real en el niño que cuida mostraría la acentuación de la necesidad de parte de la joven, y es lo que da a la situación su dramatismo. Si la relación se reveló como una relación de celos y la relación imaginaria en que ella se sostenía se mostró insostenible, es en tanto que se introdujo un real que respondía a la situación inconsciente. Lo que estaba articulado de manera latente en el nivel del Otro, comienza a articularse de manera imaginaria al modo de la perversión. La hija se identifica al padre y toma su rol. (En el libro que les he traído para mostrarles las fotos de la joven y la dama, las autoras relatan la relación a partir de la narración de la llamada joven homosexual, que es ya una anciana. Y en él describe el encuentro provocado por la joven con la dama en el que refiriéndose a su gesto al hacerla subir al tranvía se identifica con lo que había visto hacer a su padre).
¿Qué nos dice Freud en el momento crucial de esta observación? Que su manera de concebir la transferencia como repetición le hace considerar que la joven homosexual busca ilusionarlo para mejor desilusionarlo al situarlo transferencialmente en el lugar de su padre. Lo que cristaliza la posición entre la paciente y él de un modo que no es satisfactorio. Es en ese momento que se rompe la relación analítica.
Recordemos cómo formula Freud esta posición. Nos dice que las resistencias de la enferma fueron insuperables. Encuentra esas resistencias expresadas en un sueño que paradójicamente habría podido suscitar la esperanza de que la situación se normalizara. Es un sueño en el que la paciente tiene un matrimonio ideal y tiene hijos. En resumen, el sueño manifiesta un deseo que si no es el de Freud, es al menos el deseo de la sociedad representada en la ocasión por la familia.
Lacan indica que Freud en lugar de tomar el texto del sueño al pie de la letra, sólo ve en él una astucia de la paciente, destinada a decepcionarlo. Freud observa que se le podría objetar frente a su interpretación si acaso el inconsciente miente. Freud se detiene sobre este punto, lo discute y retoma además para hacerlo, un pasaje de la “Interpretación de los sueños”. En ese pasaje, Freud compara las relaciones del deseo inconsciente y el deseo preconsciente con las que tienen el capitalista y el empresario. El sueño no podría instituirse como representante del inconsciente sino existiese otro deseo, que proporciona el capital, los fondos necesarios y que es el deseo inconsciente. La distinción es clara pero Freud no extrae las necesarias consecuencias. Es diferente lo que trae en el sueño (que es inconsciente, simbólico) y lo que es la relación dual (es decir imaginaria), que proviene de que se dirige a alguien cuando cuenta el sueño en análisiSigmund Freud pone el acento sobre las intenciones confesas de la paciente, engañar al padre, fingir que viene a curarse y mantener sus posiciones, la fidelidad a la dama.
Sin embargo con esta posición ignora que el texto del sueño recibe del padre bajo una forma invertida el mensaje tendrás un hijo que te daré, que era su propio mensaje. De allí había partido, era su entrada en el Edipo y se articula en el sueño una situación que satisface esta promesa.
Si Freud no puede formular este pensamiento inconsciente es por su concepción de la transferencia. Hay en efecto en la transferencia un elemento imaginario y uno simbólico y en consecuencia una elección a hacer. Habrán visto que en esta definición de la transferencia, Lacan evoca su trabajo en el Seminario II, en el que concibe la repetición en términos simbólicos, como insistencia de la cadena simbólica.
Es uno de los aspectos picantes de la referencia a la controversia entre M. Klein y Anna Freud, al comienzo del capítulo VII, en la que toma partido claramente por M. Klein. Nos dice que A. Freud se equivoca al creer que no puede haber transferencia en los niños porque la relación con los padres es actual y ocurre en la realidad. M. Klein en cambio no confunde la transferencia con la repetición y considera que es posible -como en el ejemplo que recuerda Lacan- que un niño viviera solo con su tía muy lejos de sus padres (lo que lo dejaba en una relación aislada y dual con una sola persona) y que sin embargo hubiera reconstituido todo un drama familiar con padre, madre, e incluso hermanos y hermanas rivales. “En definitiva,” dice Lacan (p.114) “lo que se ha de revelar en el análisis no está en una relación inmediata pura y simple con la realidad, sino que se inscribe en una simbolización.”
Pueden ver que aún no toma en cuenta la dimensión real de la transferencia, que recién hará su aparición en el Seminario XI sobre los cuatro conceptos fundamentales, momento en que definirá la transferencia como la puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente. Y distinguirá la transferencia y la repetición.
Esta observación dice Lacan no es válida solo para el caso de la joven homosexual,con Dora se suscita un problema similar, sólo que es exactamente el contrario.
(P. 138) “Estos dos casos se equilibran admirablemente. Se entrecruzan estrictamente el uno con el otro. En primer lugar, porque la confusión de la posición simbólica con la posición imaginaria se produce en un sentido opuesto en cada caso. Pero más aún porque en el conjunto de su constelación se corresponden estrictamente, sólo que uno se organiza con respecto
al otro como lo positivo es a lo negativo. Podría decir que no hay mejor ilustración de la fórmula de Freud – la neurosis es el negativo de la perversión.”
Tenemos en el caso de Dora los mismos personajes, un padre, una hija y una dama, la señora K. También toda la intriga gira alrededor de la dama, aunque esto está oculto en la presentación que hace Dora y Freud lo descubre sólo más tarde, no durante la cura.
También es una paciente que le llevan por algunos síntomas menores, sin duda, pero aún así inequívocos. La situación ha tocado un límite tras una demostración o intención de suicidio que ha acabado alarmando a su familia.
Está claro que ha ocurrido una crisis en el conjunto social constituido hasta entonces de un modo más o menos equilibrado. De entrada le ocultan a Freud que el padre tenía como amante a la Sra. K. casada con el Sr. K. Juntos viven una especie de cuarteto con el padre y la hija. La madre permanece fuera de escena.
Vemos el contraste con respecto a la situación anterior. En el caso de la joven homosexual la madre está presente, pues es ella quien le arrebata a la hija la atención de su padre e introduce el elemento de frustración real que habrá sido determinante en la formación de la constelación perversa -entre comillas. Por otra parte en el caso de Dora es el padre el que introduce la dama, mientras que en el otro caso es la hija. Ven como Lacan va comparando los dos casos del mismo modo en que lo hace la antropología estructural con las versiones de un mito.
Dora le indica enseguida a Freud su reivindicación extremadamente intensa del afecto de su padre, que según ella le fue arrebatado por la relación en cuestión. Le demuestra a Freud que siempre estuvo al corriente de la existencia de tal relación, de su permanencia y que ha llegado a resultarle intolerable.
Freud da entonces un paso decisivo, el que en “Intervención sobre la transferencia” nombra como rectificación subjetiva, al preguntarle Esto que la subleva a usted como si se tratara de un desorden ¿acaso no es algo en lo que usted misma ha participado? En efecto queda al descubierto que Dora hasta ese momento crítico había sostenido la relación.
Por otra parte, poco a poco se revela que Dora tiene una relación muy especial con la dama que resulta ser su confidente, y con la que al parecer ha llegado muy lejos en sus confidencias.
Freud se da cuenta de que el fracaso del tratamiento se ha debido a las resistencias de la paciente para admitir la relación amorosa que la une al Sr.K., algo que el sugirió como un hecho con todo el peso de su insistencia y de su autoridad. En una nota posterior añade que hubiera debido comprender que el apego por la Sra. K. explicaba tanto la posición primitiva de Dora, así como la crisis, el punto de ruptura del equilibrio.
Lo importante es explicar por qué a lo largo de la cura se mantiene esta ambigüedad y Lacan recuerda que cinco años antes de este seminario ya había propuesto que la histérica es alguien que ama por procuración, su objeto que es homosexual lo aborda por identificación con alguien del otro sexo. Era un primer abordaje clínico. Añadamos que la situación del cuarteto se comprende en tanto el yo (moi) de Dora ha hecho una identificación a un personaje viril, el Sr. K. Es por intermedio del Sr.K. que Dora está apegada a la Sra. K.
La importancia de la Sra. K. no proviene de ser un objeto elegido entre otros objetos, ni tampoco porque está investida de la función narcisista que está presente en todo enamoramiento. No, como lo indican los sueños la Sra. K. es la pregunta de Dora.
Dora es una histérica, es decir que ha arribado a la crisis edípica pero ha encontrado dificultades para franquearla precisamente porque su padre -al contrario que el de la joven homosexual- es impotente.
Este caso permite destacar la función del padre en relación a la falta de objeto por la cual la niña entra en el Edipo. El padre que es quien da simbólicamente ese objeto faltante. En el caso de Dora no puede hacerlo por su carencia fálica, sin embargo lo que resulta significativo es otra dimensión del don, más allá del objeto, llevada a otro grado simbólico por el hecho de que pueda darlo o no.
Dora permanece muy apegada a su padre a pesar de que él no pueda ofrecerle simbólicamente el don viril, numerosos síntomas histéricos de su infancia se explican así. Más aún su amor es mayor en la medida en que este padre aparece herido y enfermo.
Hay, pues, una distinción muy clara. Lo que interviene en la relación amorosa, lo que se pide como signo de amor, es siempre algo que solo vale como signo y como ninguna otra cosa. O dicho de otro modo, no hay mayor signo de amor que dar lo que no se tiene. Pero como lo dice la sociología el don comienza con la ley, es algo que circula, el don que uno hace es siempre el don que ha recibido. Si se trata de alguien que está cargado de todos los bienes, todas las riquezas, evidentemente un don suyo no tendría el mismo valor como signo de amor.
Dora pues, ama a su padre por lo que él no le da. Es necesario considerar cómo ha podido soportar que el padre, ante la misma Dora, haya introducido a otra mujer. Más aún que Dora misma haya participado de ello.
Toda la situación se instaura como si Dora tuviera que plantearse la pregunta ¿Qué es lo que mi padre ama en la Sra. K.? La otra mujer se presenta como algo a lo que el padre puede amar más allá de ella, en la medida en que no sabe qué es.
Freud no niega la necesidad real que corresponde al órgano femenino, pero ésta no interviene en la posición de deseo. El deseo apunta al falo como don lo que hace entrar al sujeto en la dialéctica del intercambio, normalizando así todas sus posiciones, incluidas las prohibiciones esenciales que fundan el intercambio.
En el caso de Dora la relación de su padre con la Sra. K. requiere que Dora se sitúe en algún lugar entre los dos. Sin embargo esta triangulación no es suficiente, debe establecer otra con respecto a la mujer. la Sra. K. Aquí interviene el Sr. K. que cierra el triángulo en una posición invertida. La Sra. K es objeto de adoración de quienes la rodean y Dora se sitúa participando de esta adoración. El Sr. K. es su forma de normativizar esa posición reintegrando en el circuito al elemento masculino.
¿Cuando le da la bofetada? No, cuando la corteja, ni siquiera cuando la aborda de una forma intolerable para un histérica. Es en el momento en que le dice que no hay nada más allá de su mujer. Lo que dice lo retira del circuito que estaba establecido en el que él amaba a Dora más allá de su mujer. Pero para ello es necesario que su mujer sea algo. Lo que dice es que su mujer no está en el circuito. Pero si el Sr.K. sólo se interesa por ella , es que su padre sólo se interesa en la Sra. K.
Dora no puede tolerarlo ¿Por qué? Para Freud la situación de Dora es típica. Como lo explica Lévi-Strauss en Las estructuras elementales del parentesco, el intercambio de los vínculos de alianza consiste en esto. He recibido una mujer, debo una hija. Pero en este intercambio la mujer es puro objeto. Es lo que dice Dora, Mi padre me vende a otro, soy solo un objeto de transacción. Es el resumen de la situación. Y entonces Dora se pone reivindicativa. Reivindica el amor de su padre, algo que hasta ahora se mostraba dispuesta a considerar que recibía, aunque por mediación de otra.
¿Cuál es la diferencia entre Dora y la joven homosexual?
Lo que se mantiene en el inconsciente de la joven homosexual es la promesa del padre Tendrás un hijo que yo te daré y si en su amor exaltado por la dama muestra el modelo del amor desinteresado, del amor por nada, todo ocurre como si le diera una lección al padre de qué es un verdadero amor, el que él le ha negado. En el inconsciente del sujeto existe el pensamiento de que el padre se ha puesto de parte de la madre porque obtiene más ventajas, denunciando la superioridad aplastante del rival adulto.
Lo que se llama la perversión se expresa entre líneas, por contrastes y alusiones. Es una forma de hablar de otra cosa, lo que se quiere dar a entender al otro. Es la metonimia, que consiste en dar a entender algo hablando de otra cosa muy distinta. Es una noción fundamental para entender lo que es la perversión en lo imaginario.
Con Dora que es histérica ¿ocurre igual? Es muy distinto. Encuentra en la situación una especie de metáfora perpetua. El Sr.K. es su metáfora porque de lo que ella es, Dora no puede decir nada. No sabe dónde situarse, ni dónde está. Todos sus síntomas el joyero, la estación, etc son elementos significantes, porque por debajo corre su pregunta qué es ser una mujer.
Por el contrario, el parto que encontramos igualmente al final de la observación de la homosexual, antes de que vaya a parar a manos de Freud, se manifiesta así: se tira desde un pequeño puente del ferrocarril, niederkommt. Se produce cuando el padre real interviene una vez más para manifestarle su cólera, intervención replicada por la dama que le dice que no quiere verla más. Hasta entonces había podido mantener el deseo por la vía de la relación imaginaria con la dama. Cuando ésta la rechaza ya no puede sostener nada. Ni siquiera aquella nada en la que se ha basado para enseñar a su padre cómo se puede amar tiene ya razón de ser.
Como Freud subraya, este tiene igualmente otro sentido, el de una pérdida definitiva del objeto.La caída tiene aquí valor de privación definitiva y también de mímica de una especie de parto simbólico. Puede interpretarse como una forma demostrativa de convertirse ella misma en ese niño que no ha tenido, destruyéndose al mismo tiempo en un último acto significativo del objeto, utilizando para ello el significante niederkommt en su doble acepción.Esta palabra indica metonímicamente el último término de su homosexualidad: un amor estable y particularmente reforzado por el padre.
Miriam Chorne