Frente a la anorexia, una política de la falta
Aprovechamos la ocasión que nos brindan estas Jornadas para tratar de transmitir algunas ideas que eminarioe desprenden de nuestra experiencia en relación al tratamiento psicoanalítico de la anorexia-bulimia y de nuestro trabajo en el grupo de investigación del NUCEP sobre el tema.
En este terreno encontramos políticas desacertadas, tanto a nivel de los gobiernos como en los principales centros públicos y privados que se ocupan del problema. Se observa una gran desorientación en la búsqueda de una política tanto por parte de las autoridades, como de los responsables de la salud. La mayoría de las prácticas terapeúticas que tratan estos problemas, apoyándose en teorías de las funciones psíquicas, de la personalidad, del comportamiento, etc., resultan muchas veces contraproducentes.
Dentro de este panorama, se echa en falta una teoría del sujeto como la que ofrece el psicoanálisis para alumbrar lo central de la cuestión.
El problema de la imagen
Hay tratamientos que intentan curar la anorexia-bulimia por la vía de una rectificación de la percepción de la imagen corporal, como si se tratara de una dismorfofobia y ésta pudiera ser reducida por una didáctica o por una confrontación con “la realidad”. Estas técnicas no tienen en cuenta la subjetividad.
Ante las quejas de las anoréxicas y las bulímicas de “verse o sentirse gordas”, hay hipótesis que sostienen que en la anorexia habría una especie de alucinación en lo que concierne a la imagen del cuerpo. Esto introduce una cuestión muy importante en relación al diagnóstico estructural.
Hay anorexia y bulimia en las neurosis, fundamentalmente en las histerias, donde el síntoma puede debilitarse en el transcurso de un análisis, e inclusive desaparecer, o reducirse a una posición del sujeto frente al Otro, a la demanda y al goce.
Pero, cuando hablamos de síntomas contemporáneos no nos referimos a las anorexias de las que hablaba Freud. Se trata de síntomas que encontramos en estructuras clínicas difíciles de situar, que son neurosis muy graves o psicosis no clínicas, donde el síntoma puede cumplir una función de anudamiento o suplencia. Los últimos años de la enseñanza de Lacan nos permiten orientarnos en la investigación de este problema: el suelo pantanoso entre la neurosis y la psicosis.
En ese sentido, la clínica de los síntomas contemporáneos constituye una investigación porque nos obliga a movernos en un terreno nuevo y a tratar de situar los fenómenos con los que nos encontramos.
La experiencia del cuerpo: “sentirse gorda”
Como decíamos más arriba, las anoréxicas se quejan de “verse o sentirse gordas”.
María come un yogur más que el que “debe” y siente que ha engordado, lo siente en su cuerpo, no necesita verse. Paloma, en cuanto tiene un problema con su madre o con su novio, se ve fea, e inmediatamente se produce la ecuación fea=gorda.
Sentirse gorda es, entonces, la traducción subjetiva de un malestar que para estos sujetos se sitúa fundamentalmente “en” el cuerpo y en la imagen del cuerpo. Es como si se tratara de sujetos con un solo significante para dar cuenta de su malestar.
Desde nuestro punto de vista, el “verse o sentirse gorda” designa lo que podríamos denominar un goce que invade el cuerpo, consecuencia de una regulación pulsional fallida y correlativo de algo particular a nivel de la constitución de la imagen. No se trata del cuerpo invadido por el goce en el sentido de la psicosis (goce en lo real), ni del goce que afecta al organismo como en el FPS.
En la anorexia-bulimia se trata de un goce en el cuerpo que se manifiesta a nivel de lo imaginario. Si bien la imagen del cuerpo está constituida, no está cubierta por el brillo fálico: más que de un cuerpo libidinizado, se trata de un cuerpo que carga sobre sí un goce en el sentido doloroso o mortificante.
Por otra parte, ese cuerpo impregnado de goce suple una falla a nivel simbólico, por la cual el sujeto no tiene palabras para sus cosas y experimenta todo como ocurriendo en el cuerpo.
La Versagung
Consideramos que el correlato estructural de este problema puede estudiarse a la luz del concepto de Versagung, términoque aparece en distintos textos de la obra de Freud y de Lacan traducido como frustración. Sin embargo, en el seminario La Transferencia encontramos una acepción de Versagung que podemos traducir como rechazo. En este sentido, la experiencia clínica nos ha permitido observar en algunos sujetos, una constante en la relación madre-hija, dentro de la neurosis, que toma la forma del rechazo.
La Versagung es, en términos de Lacan, “(…) algo que está mucho más cerca del rechazo que de la frustración, (…) que Freud sitúa verdaderamente en una posición (…) existencial”(1). A partir del Seminario VIII podemos considerar la Versagung como una operación que, en la relación con el Otro Primordial, da cuenta de un rechazo que concierne a lo más propio del sujeto. Se sitúa en el marco del Estadio del Espejo, momento en que el niño ocupa el lugar de objeto que cubre la falta del Otro materno, e instancia de constitución del narcisismo. Este rechazo muestra que el niño no ocupa satisfactoriamente el lugar de objeto fálico para la madre. Para ilustrarlo hemos tomado la imagen de la mueca, que Lacan destaca en el personaje de Sygne, de la trilogía de los Coûfontaine.
Nuestra hipótesis es que la Versagung es una operación que determina cierta posición de goce como efecto de la identificación del sujeto a un rasgo que es una marca del rechazo del Otro. Dicha posición de goce implica un rechazo del deseo, que se verifica en la clínica, particularmente en los síntomas de la época, por la relación del sujeto con el Otro Contemporáneo. Lacan señala que la Versagung es original y que abre “(…) la vía, ya sea de la neurosis, ya sea de la normal – ninguna de ellas vale ni más ni menos que la otra respecto a lo que es, al principio, la posibilidad de la Versagung”(2).
Lacan desarrolla el concepto de Versagung a partir del “no” del personaje de Sygne que, por salvar al Papa y recuperar su herencia, renuncia al hombre que ama y se ve empujada a casarse con el responsable de la ruina y muerte de su familia. Sygne rechazará, más tarde, al hijo que tiene con Turelure. Su renuncia al amor y al deseo se redobla a la hora de la muerte al rechazar los sacramentos que darían un sentido a su acto y a su vida. Sygne muere con un tic en la cara que Lacan califica de “(…) mueca de la vida sufriente”(3). La mueca es la metáfora, en lo imaginario, del rechazo del deseo mismo (dentro del campo del deseo).
Si la Versagung empuja a una posición de goce, el estrago materno, en relación al síntoma que nos ocupa, es una de las modalidades en que se manifiesta esta operación, que “(….) sólo es posible en el registro del sagen”(4), en el registro del decir, en el campo simbólico.
Versagung y síntomas contemporáneos
Como hemos señalado anteriormente, en relación con los síntomas contemporáneos, la Versagung es la operación que caracteriza la relación entre el sujeto y el Otro en el mundo moderno.
¿Por qué el Otro contemporáneo hace una mueca de rechazo, en lugar de una sonrisa? ¿Por qué, frente a un Otro del acogimiento, encontramos este Otro que no termina de decir “sí”?
El Otro Primordial, más allá de la distinción entre madre y mujer, es un sujeto determinado por el discurso de la época. La madre, atravesada por los imperativos laborales, sanitarios, nutricionales, etc., debe ser una “madre ejemplar” y, más allá de su particularidad, se ve empujada a estar atenta a la satisfacción de las necesidades. El Otro contemporáneo, en lugar de dar amor, juego, tiempo, intenta satisfacer la necesidad, procurando el objeto de goce.
Esta consideración nos permite destacar que las dos acepciones del término Versagung son importantes y están vinculadas. La Versagung tiene dos caras, la frustración y el rechazo. La frustración, que concierne a la relación madre-niño-objeto, implica fundamentalmente la transmisión de la falta, que permitirá la emergencia del deseo en el sujeto. En los casos de anorexia-bulimia, la madre, incapaz de transmitir la falta, confunde el don de amor con la satisfacción de la necesidad y obtura la vía del deseo. Por lo tanto, la Versagung como operación, como marca del rechazo del Otro, tal y como hemos desarrollado a lo largo del trabajo, es el envés de la Versagung como transmisión de la falta.
Conclusión
Para comprender los síntomas contemporáneos que se caracterizan por estar bajo la égida de un no a lo vital y por llevar a los sujetos a una destructividad muy radical, nos preguntamos: ¿Cómo afectan los ideales (el ideal de delgadez propio de la época) a la pulsión? ¿Cuál es la relación entre la mueca del Otro y el ideal monstruoso de belleza de la anoréxica? La mueca, en tanto que rechazo del Otro, obstaculiza la regulación pulsional porque el Otro no pone en juego la demanda (que transmite la falta y el deseo), sino imperativos. El sujeto se ve empujado al ideal monstruoso, y queda atrapado en un circuito de goce sin salida aparente.
Una de las características de la época es la caída de los ideales y una cierta debilidad de lo simbólico, que comporta su aplastamiento sobre lo imaginario. Los ideales devienen imperativos de goce, ya que el mundo moderno está gobernado por unos ideales que no están al servicio de la orientación del deseo.
La tarea del análisis consiste en tratar el goce de la mueca, del rechazo, del ideal monstruoso, por la vía del amor, porque sólo éste puede horadar algo del goce.
Frente a la amplia oferta de tratamientos punitivos o reeducativos centrados en la relación con el objeto, que sostienen el goce, nuestra experiencia clínica y el desarrollo de este trabajo nos orienta a privilegiar la dimensión de la Versagung, en tanto que frustración, en el sentido de que dar lo que no se tiene puede abrir la vía de la división subjetiva y de una correlativa pérdida de goce. Señala Lacan: “(…) nosotros, analistas, sólo operamos en el registro de la Versagung. Y siempre es así.” (5) El psicoanalista, con los medios propios del dispositivo, tiene la posibilidad de ponerla en juego por la vía de la transferencia, e introducir algo del orden de la falta, en un “preeliminar a todo tratamiento posible” de la anorexia y de los síntomas contemporáneos.
Constanza Meyer
Graciela Sobral
Notas
(1) Lacan, Jacques, El Seminario VIII, La Transferencia, Paidós, Buenos aires, 2003, p. 360-361.
(2) Ibid, p. 361.
(3) Ibid, p. 314.
(4) Ibid, p. 361
(5) Ibid, p. 361