Estimados participantes de la Sección Clínica de Madrid (Nucep),
Me dirijo a vosotros para hablaros de las XVI Jornadas de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, que tendrán lugar en Madrid los días 11 y 12 de noviembre de este año. El tema de esta convocatoria es: «Yo soy…. Nosotros somos… El psicoanálisis ante las nuevas identidades».
Permitidme unas palabras para explicaros la razón del título. Los psicoanalistas nos ocupamos de ante todo de nuestro trabajo clínico, pero de acuerdo con Freud consideramos que lo que él llamó la psicología individual y la colectiva están íntimamente relacionadas. Los problemas, anhelos, síntomas de cada persona tienen una dimensión particular, incluso única. Pero al mismo tiempo adquieren formas en las que se advierte la influencia de la época, en razón de los discursos, instituciones y formas de funcionamiento que inciden en la vida de cada uno desde su nacimiento. Por otra parte, en lo social hay siempre concepciones, prejuicios y exigencias de todo tipo que se imponen en la forma en que los propios individuos conciben su sufrimiento y alcanzan a expresarlo.
Esto, que es un hecho verificable desde que tenemos datos históricos (por ejemplo los recogidos por autores como Foucault en su Historia de la locura en la época clásica), ha adquirido en las últimas décadas un mayor relieve, desde que la salud mental y toda una serie de aspectos de la vida antes considerada privada son objeto de prácticas, discursos, medidas administrativas y económicas, que hacen que este campo se haya convertido en un apartado significativo de la política.
Las sociedades modernas incluyen, dentro de los dispositivos de gobernanza, el cuidado y la administración de cuestiones que atañen al bienestar de sus súbditos y específicamente a su «salud mental». Pero esta actividad administrativa y política, con todas las concepciones que la acompañan, constituye una parte muy importante de lo que llamamos la cultura, entendida como el marco en el que el individuo se desarrolla, conforma de manera de ser y de desear, sus ideales, así como sus síntomas.
Hemos advertido en los últimos años que hay una problemática emergente, que condiciona de un modo decisivo toda una serie de aspectos de la vida de lo que podemos llamar el sujeto contemporáneo. Consideramos que en el paso de sistemas más tradicionales a la posmodernidad, surge toda una nueva problemática de la identidad. Se pierden las respuetas antiguas a la pregunta, inseparable del ser humano, por el ser. ¿Qué soy?, en el plano individual, ¿Qué somos?, en el plano colectivo, son preguntas que sin duda siempre han existido, pero que hoy adquieren una particular relevancia, incluso una virulencia, en una época en que las respuestas tradicionales, empezando por las que definían el género –soy hombre o soy mujer– se ven sometidas a una tensión, que lleva a la necesidad constante de inventar nuevas identidades, en el intento de atrapar alguna particularidad que siempre parece escaparse a las opciones pre-establecidas.
Esto se puede ver en la actualidad en la nueva problemática del género, que surge con gran fuerza y que empieza a plantearse en periodos cada más tempranos de la vida, pero también en la aparente necesidad de encontrar un diagnóstico más precoz (TDAH, TEA, Bipolar, etc.) para etiquetar cualquier particularidad individual que no se ajuste a las expectativas. Esto tiene efectos muchas veces negativos, porque se trata de un etiquetado que se incluye muy precozmente en la vida de la persona, convirtiéndose en una explicación para todo que impide la búsqueda de soluciones más específicas, capaces de dar un lugar a lo singular de cada uno, a lo inclasificable que hay en cada ser humano.
Por otra parte, en la vertiente colectiva, la pregunta por lo que somos se ha convertido en un factor determinante de la política, que ha adquirido un giro identitario muy marcado a nivel prácticamente global. Trump, Erdogan, Marine Lepen, son ejemplos muy diversos de este retorno del peso de identidades nacionales muy excluyentes y autoritarias. Pero también en nuestro propio país vemos que hay debates políticos muy acuciantes en los que el factor de la identidad desempeña un papel hipertrofiado, capaz de eclipsar otros planteamientos políticos.
La hipótesis que queremos poner a prueba en estas jornadas es que el aspecto individual del problema y el aspecto colectivo o político configuran dos extremos del mismo campo. Nos interesa conocerlo a fondo porque este es el campo de fuerzas que condiciona a los sujetos de los que nos ocupamos, modula sus síntomas, influye en lo que para ellos funciona como ideales y configura, al menos en parte, sus deseos y expectativas vitales.
Este conocimiento es crucial para que podamos ayudar a cada uno a encontrar su propia vía, para que podamos escucharlo más allá de lo que cree decir cuando habla, de forma que él mismo pueda, al fin y al cabo, leerse. Esto no significa que no respetemos sus «opciones identitarias» (ni en el género ni en ninguna otra cosa), sino que velamos para que esas mismas soluciones, como mínimo parciales, no impidan la construcción de alternativas que incluyan algo del sujeto que nunca podrá ajustarse a ninguna identidad preformateada desde lo social. Consideramos que los síntomas contienen claves que, de ser bien leídas, nos permiten encontrar una mejor respuesta, única, a la pregunta por lo que «soy».
Por otra parte, consideramos que los psicoanalistas también podemos aportar algo al debate en el plano de lo colectivo. Si este tipo de fenómenos se han convertido en un factor de la política contemporánea, podemos y debemos intervenir en el debate de nuestra época, aportando una visión distinta, una perspectiva que permita una reflexión no del todo sometida a los discursos dominantes de una época, los cuales constituyen de un modo u otro lo que Lacan llamó el «discurso del amo», de formas cambiantes pero no menos efectivas en cada momento histórico.
Os invitamos a estas jornadas, que son nuestra cita anual. En ellas podréis seguir verdaderos debates, ya que lo característico de la Escuela es que no pretendemos exponer un saber ya establecido, sino que nos formulamos las que para nosotros son verdaderas preguntas, sobre las cuales debatimos a partir de la exposición y el comentario de nuestro trabajo clínico, las discusines teóricas, también mesas redondas sobre temas de plena actualidad con invitados de otros campos y disciplinas.
La Escuela Lacaniana de Psicoanálisis forma parte del Campo Freudiano, del que también forma parte el Instituto del Campo Freudiano. Este último es el que acoje divessas instancias de formación que conocéis bien, como pueden ser las Secciones Clínicas, el NUCEP, Seminarios del Campo Freudiano, etc. Mientras que los dispositivos de enseñanza en el ámbito del ICF apuestan por una transmisión sistemática, reglada (en forma de cursos, seminarios, etc.) que se acerca en este sentido a una enseñanza universitaria, aunque manteniendo sus características propias, la Escuela es un lugar donde los psicoanalistas no enseñan, sino que se interrogan por su práctica y por su saber, por el modo en que consiguen que el psicoanálisis sea capaz de responder a los retos de su época sin renunciar a sus principios. Se trata de dos maneras distintas de abordar la transmisión del psicoanálisis. Son vías que se complementan, cada una de ellas es necearia.
Por este motivo os invitamos especialmente a participar con nosotros en este acontecimiento que son nuestras jornadas, a las que todos acudimos con nuestras preguntas y de las que siempre salimos habiendo aprendido algo, habiendo dado un paso más en nuestra formación. Esa experiencia es lo que Lacan llamó una Escuela de psicoanálisis. Una experiencia que se puede compartir.
Enric Berenguer
Presidente de la ELP