PSICOANÁLISIS Y CREACIONES LITERARIAS: ESTUDIO DE UNA PERVERSIÓN EN LA NOVELA “LA HORA ESTELAR DE LOS ASESINOS” DE PAVEL KOHOUT.
¿Qué tiene que decir el Psicoanálisis de la Psicopatía y la Criminalidad?:
¿Qué sanción humana instituye a un acto como criminal? Ya Freud en “La Moral Sexual y la Nerviosidad Moderna” (1908), en “Sobre una Degradación General de la Vida Erótica” (1912) y en “El Malestar en la Cultura” (1929-30) otorgaba a la cultura el estatuto de barrera para la pulsión, la instancia represiva por excelencia. Pero si la cultura es un producto humano ¿no es, también, objeto de la pulsión? ¿No puede acaso, verse a sí misma subvertida, alterada, transformada por ella? “La Hora Estelar de los Asesinos” es un minucioso estudio acerca de la perversión, del punto en que ya la cultura, boicoteada, ha quedado a merced de la pulsión, y la sociedad sostiene política e ideológicamente el crimen. Es la hora en que el incesto, el parricidio y el fratricidio se las cobran a la ley del Padre, renegando sus límites para instalar, bajo argumentos de la razón, una nueva ley: la ley del goce. En su texto “Introducción Teórica a las Funciones del Psicoanálisis en Criminología” (Escritos, 1950) Lacan afirma que “Toda sociedad, en fin, manifiesta la relación entre el crimen y la ley a través de castigos, cuya realización, sea cuales fueren sus modos, exige un asentimiento subjetivo. … de cualquier modo este asentimiento subjetivo es necesario para la significación misma del castigo” (p.118). Desde esta perspectiva habría que pensar “La Hora Estelar de los Asesinos”, un esfuerzo intelectual por plantear cómo, en tiempos de guerra, determinados actos psicopáticos adquieren justificación por el acuerdo subjetivo y la lucha política puede adquirir tonos perversos, sin por ello perder su legitimidad. El acuerdo subjetivo sería en sí mismo el lugar de reformulación de toda ley, de todo castigo y por tanto, de todo crimen y aberración. A ese acuerdo intersubjetivo, en Psicoanálisis, lo llamamos el Otro del lenguaje.
Siendo así ¿qué nos interesa del acto criminal? En el acto criminal lo mórbido es lo simbólico, más allá de su referencia edípica. En el texto antes citado Lacan afirma: “Su estructura psicopatológica no radica en la situación criminal que expresa, sino en el modo irreal de esa expresión” (p.123). Lo importante es comprender que “Las estructuras de la sociedad son simbólicas. El individuo, en la medida en que es normal, se vale de ellas para conductas reales, y en la medida en que es psicópata, las expresa a través de conductas simbólicas”(p.124). El criminal se vale de su acto para expresar su objeción a un aspecto de la dimensión simbólica que le ha sido transferido desde el lugar del Otro, por la vía del Discurso materno (o de aquellos otros que lo encarnan). El simbolismo del acto criminal sólo desvelaría, de la estructura social simbólica, el punto en el cual el sujeto se desprende de las agregaciones sociales, punto que sólo como desprendimiento el sujeto ocupa. En este estudio nos dedicamos con especial interés a examinar el punto de desprendimiento simbólico de un sujeto, quien al no poder soportar su angustia de castración, elige retornar al lugar de señuelo del falo materno, esta vez convencido de que es capaz de cernir la falta en su madre. El interés por este curioso destino del sujeto nos obliga en primer lugar a esbozar algo de su proceso de constitución subjetiva, así como de la estructura y las relaciones de objeto, con las precauciones pertinentes, al tratarse de un personaje de ficción y no de un sujeto real. Lacan, en el texto antes mencionado, objeta que la teoría de los instintos y la hipótesis de “desbordamiento instintivo” puedan explicar el acto criminal, recomendando un enfoque del crimen como acto enclavado en las estructuras sociales, en la transmisión simbólica que éstas promueven, en lo que reprimen y fomentan, por una parte; y por otra, en la tensión que cada sujeto, habitante de dicha estructura, resuelve entre sus tendencias y la realidad misma. Para Lacan, entonces, hay que buscar una explicación del acto criminal así como de la perversión en el principio del placer y el principio de realidad, con el fin de cuestionarse el problema de la satisfacción y las coordenadas establecidas por lo simbólico e imaginario. Asimismo, hemos de comprender el acto criminal como un acto de renegación frente a la castración materna, punto central del encuentro con el límite y con la sexuación, y punto de llamado a la cultura como barrera. El psicoanálisis, desde “El Fetichismo” (Freud, 1927) ha reconocido la forma particular de la confesión criminal en la función más característica que representa; es la Verneinung, la denegación. Nos dice Lacan que en la confesión que recibimos del neurótico o el perverso, del inefable goce que encuentran perdiéndose en la imagen fascinante, podemos encontrar el poder hedonista de las ambiguas relaciones entre la realidad y el placer, goce éste del que habremos de dar cuenta.“La Hora Estelar de los Asesinos” fue publicada en el año 2000 y tenía por título original durante la redacción del manuscrito (1992-1996) “El Asesino de Viudas”, pero su título fue cambiado, tal vez en razón de la profundización de su argumento. De este primer nombre de la obra recogemos una idea importante para cualquier aplicación del Psicoanálisis a la interpretación de la novelas o sus personajes. Esta idea consiste en tener siempre presente que el personaje patológico de la novela, Antonin Rypl, a través de su acto, instituye un nuevo nombre para sí en la voz del Otro: “El Asesino de Viudas”. Así nos lo presenta el autor en las voces de los personajes que se esfuerzan por discernir la acción de Rypl y atraparlo. Este nuevo nombre le hace un lugar en el Otro, atrae sobre él Su mirada, demarcando así su existencia de Sujeto. ¿Se trata de un psicópata, de un criminal, de un enfermo Psicótico o de un perverso? Si bien el enfoque diagnóstico de la Clínica recomienda comenzar por descartar la psicosis, en el presente estudio hemos avanzado al revés: y hemos querido descartar primero una estructura perversa. La prefiguración poética y literaria utiliza con gran frecuencia y no pocas veces desconocimiento teórico, la presentación de aberraciones y perversiones mezcladas con alucinaciones, delirios y fenómenos elementales, dando así claves para precipitar un diagnóstico de psicosis al personaje de que se trate. Aparte de conferir un mayor dramatismo al argumento, se sabe que el efecto de esta combinación es sino convencional al menos tranquilizante: de este modo los autores nos hacen pensar que sólo un enfermo sería capaz de cometer actos tan horrorosos. Habría que preguntarse también aquí qué define la salud y la enfermedad, sobre todo cuando lo que está en juego no es sufrimiento sino satisfacción. Es por ello que, hemos dedicado especial atención a todo lo relativo a la estructura del sujeto, sin arrojar una respuesta única acerca de la misma. Por cuanto la caracterización del personaje muestra rasgos combinados de psicosis y de perversión, hemos decidido enfocarnos más en el estudio de la perversión del sujeto y menos en aquellos datos que nos orientaban hacia la conclusión de una posible psicosis. Tampoco hemos querido descartarla, pero si hemos tomado esta decisión es por una razón de confianza en la intención de Kohout: el recorrido de la novela demuestra que el autor intenta hacer una crítica de los pensamientos totales y de los fanatismos nacionalistas, no de justificarlos con el argumento de la patología. El cruce de esta idea con la de un asesino de viudas no es casual. Podría decirse que nos presenta los dos extremos de lo individual y lo colectivo para hacernos pensar no ya en la diferencia, sino en la semejanza perversa, en lo injustificado del crimen en cualquiera de estos niveles, en la banalidad de las razones que determinan una elección criminógena y en el papel que en esto juega –aquí muy de la mano de Lacan- el asentimiento colectivo o el acuerdo intersubjetivo. Ahora, para introducir los aspectos esenciales del presente estudio, resumiremos brevemente el argumento literario de la Novela de Pavel Kohout.
La Novela[1]
Febrero de 1945, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, el mundo está a punto de derrumbarse, los soviéticos se hallan a las puertas de Praga y el final de la guerra se aproxima. En medio de ese caos, el joven subinspector Jan Morava, de la brigada criminal de Praga, se hace cargo de un caso estremecedor, el de un psicópata que asesina viudas cruelmente. Antonin Rypl, fontanero de profesión y con un problema fundamental de separación de la madre, experimenta, tras una experiencia militar exitosa pero rápidamente frustrada y un único fracaso amoroso, la alienación a una imagen de tortura de la Mártir Reparata. Atrapado en su mundo imaginario y en su vínculo materno, Rypl se había enamorado a primera vista de una viuda, a quien, tras no ser correspondido asesinó brutalmente sin luego ser capturado. Años después, tras la muerte de su madre, y habiendo elegido la imagen de Santa Reparata como “su boceto” Rypl se propone la tarea de purificar el reino de Dios en la tierra, martirizando viudas hasta desangrarlas, y reproduciendo así la imagen del martirio de esta Santa, tal y como deseaba su madre, quien había sido abandonada por su pareja antes de que naciera Antonin para irse con una viuda mayor que ella. Su segunda víctima, ésta torturada ya bajo la fascinación del nuevo método, es la viuda de un general alemán, la baronesa de Pomerania, por lo que la GESTAPO toma cartas en el asunto, de la mano del inspector jefe Erwin Buback. El caso es la excusa perfecta para detectar y neutralizar las actividades clandestinas antialemanas de la policía de Praga, la única institución armada del Protectorado de Bohemia y Moravia. El joven inspector Jan Morava, de la policía checa, intenta descifrar la lógica de este depredador, mientras se suceden uno tras otro varios asesinatos, indicados por un ritmo y una secuencia, cada vez incrementadas. Vemos, a medida que éstos se suceden cómo el Asesino de Viudas va desarrollando un método, articulando una lógica y alcanzando una estética para transmitir su mensaje. De modo que el incremento en la frecuencia de los crímenes llega a ser una función de la respuesta dada por el Otro: Antonin busca en los diarios noticias de su acción, y estudia con gran atención los silencios, las ausencias y el modo en el cual dichas noticias enuncian o presentan su “misión”. En la trampa que prepara la policía al asesino, haciéndole seguir a una viuda señuelo para luego atraparle, muere la novia embarazada del inspector Morava quien, destrozado y pleno de vacío, se aferra a la tarea de dar con el asesino y vengar así la muerte de Jitka. Los acontecimientos políticos se precipitan y se produce el levantamiento popular contra los ocupantes alemanes. Emerge un contexto de reformulación política de la vida de los praguenses, tras varios años de la ocupación alemana de Praga. Los checos intentan retomar sus lugares públicos y proponer una nueva ley. Se instala un Consejo Nacional Checo que se hace cargo del poder ejecutivo, mientras el Gobierno de la República Checoslovaca retoma sus funciones. Este Consejo recibe plenos poderes y declara estar en negociaciones con las autoridades del antiguo protectorado alemán, con el objetivo de que Praga no sufra más daños a causa de la guerra y se respeten los principios humanitarios. Este consejo apela a los ideales humanitarios que rechazan la culpabilidad colectiva de cualquier raza o nación, con el fin de evitar masacres. En este especial contexto se produce un viraje importante de la lógica de Antonin Rypl: ocurre en el momento en que se desencadena la defensa checa ante el enemigo alemán y cuando, por la radio, se hace un llamado a todos los antiguos soldados para socorrer la sede de la radio Checa, que había sido asaltada por los alemanes. Antonin entendió que le llamaban a él. Se le imponía una NUEVA TAREA “¡Ya no se trataba de castigar a un par de viles fornicadoras, sino a toda una NACIÓN ENVILECIDA…Ahora sonaba aquella hora estelar por segunda vez (la primera había sido su experiencia de guerra contra los húngaros, a sus 18 años) y lo liberaba entre otras cosas de la prisión voluntaria que se había impuesto.” (p.389). Se sintió de nuevo un soldado. Así, el asesino de Viudas eclipsa ante la emergencia de una nueva y más fuerte identidad, ahora pública y por la cual finalmente obtiene el tan anhelado reconocimiento: comienza a matar alemanes, incluso sin que le importe que algunos se rindan. “Si los mata a placer es porque se lo puede permitir; es posible que algunos lo tomen como un héroe…” (p.442). De esta manera pasa por encima de cualquier nueva ley, no se suma a la nueva formación política conciliadora y pacifista, y aprovecha la hiancia del odio hacia los alemanes y del deseo de venganza de muchos checos como argumento para colar su propio goce asesino. Las explosiones de patriotismo, en ocasiones contradictorias, hacen que el perseguido se convierta así en el perseguidor. Sin embargo, entre Buback y Morava se establece una relación especial y se comprometen a no dejar escapar a tan vil asesino, cada vez más osado en sus crímenes. Así Buback, honorable y respetado detective de la GESTAPO, y quien en el decurso de la novela va experimentando un proceso de cuestionamiento de su identidad nazi, de la lealtad al régimen y del sentido del idealismo alemán, termina por mortificarse con la culpa que lo lleva a “entregarse” a la muerte, a manos de Antonin Rypl. Este inevitable episodio, en el cual Buback y el asesino pierden la vida, cierra la novela, no sin que un “después” se nos presente en dos cortas páginas, a manera de pregunta. Efectivamente, persevera el detective Jan Morava en encontrar un ideal, es el miembro enfermo del proceso, el factor de repetición, el resto desacomodado. No muere, pero no se salva. Su amada muerta con su hijo dentro, un destino sin sentido y su única meta –dar con ese asesino para matarle – esfumados, lo condenan al lugar del vacío desde el cual repite un apego a los ideales. Le vemos sumarse al frente comunista que protagonizó el destino de postguerra de Checoslovaquia, con su férrea tiranía y con un doloroso final del que tantos autores han comentado. La Hora Estelar de los Asesinos es una novela de lealtades y compromisos en la que se entrecruzan el amor, el honor, la épica y las miserias humanas. Pero sobre todo es un planteamiento: el campo de las ideas totales (es decir no pasadas por la castración) tiene la paradójica capacidad de alimentar al hombre y hacerle avanzar, de revolucionar su entorno, de hacerle soñar e incluso de sumirlo en la fantasía de su propia libertad. Pero asimismo también este campo puede, por lo mismo, condenarlo a las perversiones de su inconsciente, esclavizarlo y engañarlo para siempre.
Retorno al S1 en la Constitución Subjetiva: El Asesino de Viudas
“Antonin Rypl, nacido el 27 de mayo de 1900 en Brno, de nacionalidad checa, soltero, fontanero de profesión…”(p.307). “Los compañeros de trabajo y los vecinos de su casa lo describieron… como un hombre bastante agradable, cuyo retraimiento atribuían más bien a que se interesaba por cosas menos superficiales que, por ejemplo, jugar a las cartas o decir bobadas y tomar cerveza. Casi todas las mujeres le abrieron la puerta confiadas” (p.339). “Era un hombre fuerte y religioso, que sólo tenía un problema…fundamental: nunca se había independizado de la tutela de una madre dominante. A ella la había abandonado su compañero y padre de su hijo antes de que naciese la criatura y, lo que más la hirió, la había dejado por una viuda mucho mayor” (p.278-9). Ese padre, tras haber sido abandonado por su amante, se había suicidado. Así nos describe el autor uno de los datos más importantes de la relación de Antonin con su madre y que atañe a la pulsión escópica, eje central del fantasma fundamental: al entrar en su habitación “La encontraron limpia y ordenada como el dormitorio de un cuartel ¿O como la habitación de un niño muy obediente?…En la pared principal había una gran foto de una mujer de alrededor de cuarenta años. Los rasgos irradiaban severidad pero ni mucho menos frialdad ¡Debía haber sido una mujer muy apasionada! Cuando le sacaron la foto miraba directamente al objetivo ¿pretendía que su hijo no pudiera esquivar su mirada? Buback pensó que podría haber sido allí donde empezó a hablar con ella a través del cuadro…” (p.312).En el seminario IV (1956-57), Lacan nos plantea el problema de la falta en la madre y el momento de su descubrimiento por parte del niño: “Sólo más allá de la realización narcisística y al empezar a organizarse el vaivén tensional, profundamente agresivo entre el sujeto y el otro… puede introducirse algo que le revela al sujeto, más allá de lo que él constituye como objeto para la madre, esa forma, que el objeto de amor mismo está capturado, cautivo, retenido en algo que él mismo, como objeto no puede apagar, a saber, una nostalgia relacionada con la falta del propio objeto de amor” (Seminario IV, p 179). Esa nostalgia es transmitida en el Discurso de la Madre, en su presencia-ausencia, a manera de “x” a significantizar. El niño, en este punto, ha franqueado la fase de la madre real, omnipotente, detentora de todos los dones de amor, para instalarse en el angustiante descubrimiento de la castración materna que la destituye de esa omnipotencia, planteándole a su vez al sujeto la pregunta por el sentido de su propia existencia. Suponemos que ningún objeto real puede colmar esa falta en la madre, y que junto a su relación con el niño convive la falta de falo como amarre de su propia inserción imaginaria. Aquí el niño aporta más allá del objeto de amor esa falta que puede verse llevado a suplir, proponiéndose a sí mismo como el objeto que la colma (Seminario IV, p. 179). Para el caso de las perversiones Lacan advierte “Se trata del falo y de saber cómo capta el niño, de forma más o menos consciente, que a su omnipotente madre le falta…algo, y la cuestión es por qué vía le dará ese objeto que le falta y que a él mismo le falta siempre” (Seminario IV, p. 195). Es la relación al falo como falta en la madre lo que cuenta, pero del falo en lo que tiene de puro significante, de lugar vacío que se presta a la significación. Y así, también importa la manera como el sujeto le aporta el objeto que falta a la madre, es decir, la posición desde donde lo da.La etapa crucial se situará entre esta relación primera con la omnipotencia materna y el edipo. Aquí el niño se introduce en la dialéctica del señuelo: “Para satisfacer lo que no puede ser satisfecho, el deseo de la madre que en su fundamento es insaciable, el niño por la vía que sea, toma el camino de hacerse él mismo objeto falaz. Este deseo que no puede ser saciado es cuestión de engañarlo… Al hacerse objeto para engañar, el niño se compromete con respecto al otro en una posición en la cual la relación intersubjetiva está enteramente constituida…el sujeto supone en el otro un deseo…y como es un deseo que no puede ser satisfecho, sólo se lo puede engañar” (Seminario IV, p. 196-197). Pero –y aquí se juega el punto central del viraje estructural – en la perversión, más que sólo suponer un deseo en el otro, y ante el vértigo de la castración materna y el vapuleamiento del NP en el propio discurso de la madre, el niño decide interpretar ese deseo como voluntad de goce y elige retornar a la identificación primordial del S1 para desde allí, identificado al objeto, saturar el goce de la madre. Se fabrica una férrea certeza acerca de ese goce del otro para escabullirse ante la angustia que la produce la castración, y esta certeza viene a ocupar el lugar de respuesta ante la fragilidad manifiesta del NP, dándole así un sentido a su existencia, un sentido de goce con el cual poder re-negar la castración femenina. Así, pasa de ser un señuelo falaz a posicionarse como objeto que lo colma, por la vía de la inversión del fantasma.
Volvamos ahora a la descripción de nuestro personaje. El sacerdote de Klasterec, para quien Antonin había trabajado como sacristán, nos confiesa su opinión sobre la relación entre esta madre y su Antonin: “ …la experiencia me ha enseñado que las madres que han pasado por experiencias semejantes hacen de su hijo, sobretodo si es varón, el único sentido de su vida, como quien dice, su alfa y omega. Es el encargado de recuperar su dignidad pisoteada, convirtiéndose en su caballo vengador” (p. 279). Así se nos describe el lugar de Rypl en el DM –el del falo- y la venganza como el despliegue de su potencial existencial, en tanto le certifica en el lugar del falo constituyendo así su existencia de sujeto, aspecto éste que veremos resaltado en el fin que persigue Antonin en sus matanzas: ser reconocido como un mensajero, un juez o un justiciero. Sabemos que es el lugar del falo y no otro porque en la historia de esta madre ha existido un partenaire muy singular, de cuyo abandono ella no se queja. Este partenaire es en efecto un lugar, un más allá en su deseo, pero un más allá que ella enuncia de una manera muy particular. A este padre podría odiársele, podría amársele, culpársele de abandono, sólo por dar algunos ejemplos. Pero eso no es lo que nos dice el autor. Sabemos que se lo menciona y por eso sigue constituyendo un objeto para esa madre, pero ¿un objeto perdido? De ser así, de esa pérdida parece importar menos el objeto y mucho más quién se lo lleva y cómo se lo lleva. Este padre entonces es sólo objeto perdido en tanto objeto robado, y esta manera de enunciar la cuestión evidencia la relación especial de esta madre con su propia falta: le falta en cuanto le roban; de lo contrario ella es completa. Cuenta este padre entonces sólo como objeto robado por una furcia, una viuda roba-maridos. Este ligero pero interesante desplazamiento del acento en el enunciado de la madre, sumado a otros aspectos, instaura la posición del niño en el lugar del falo, tanto en el DM como en su propia constitución subjetiva, así como de una renegación en todo lo relativo a la castración femenina. O sino ¿qué otra cosa, distinta a castrar, puede significar matar viudas? Ese acto supone reintegrar una falta que al necesitar reintegración está siendo denegada.
No es éste un caso de nostalgia, de longing del falo: esta madre lo tiene al falo, es su Antonin. El más allá en el DM es en cualquier caso significantizado por Antonin a la perfección: se trata de la completación de esta madre, de la restitución de su honor robado, es el longing por la potencia fálica en acto, por su despliegue, su efecto. Y es desde esta modalidad particular de longing de falo (que no es tal, porque el longing supondría el reconocimiento de la propia falta) que Rypl es convocado a colmar la falta en tanto objeto vengador, identificado a ese más allá del deseo de la madre.
Intentos fallidos de Separación
Nos interesa ahora describir los dos intentos más importantes de separación de Antonin Rypl: su experiencia en el ejército y su enamoramiento. A sus 17 años este niño de mamá se incorpora al ejército checoslovaco “…La mejora de su estado de salud la había explicado diciendo que su madre le hacía tomar agua hervida con carbón para que no tuviera que ir a la Gran Guerra: … y poco después como cabo voluntario, se dedicó a limpiar de húngaros el sur de Eslovaquia” (p.312). Sentía un miedo indescriptible porque “Iba a estar POR PRIMERA VEZ SIN ELLA durante tanto tiempo…, y es que no lo dejaba ni salir con los amigos por la noche ¡Para que pilles algo, Antonin, o que alguien te pervierta! Intentó conseguirle una excedencia, pero no lo consiguió… Allí manifestó un talento excepcional, fue el único del pelotón que acertó todos los blancos… Nunca antes había conseguido convertirse en el centro de atención. No es de extrañar que se sintiese repentinamente entusiasmado con el ejército. ¡VOY A SER SOLDADO!…Los veteranos de guerra se dieron cuenta. Era al único novato al que no le hacían putadas, al contrario: el temible sargento Kralik le propuso presentarse voluntario para Eslovaquia. Después de tantos años con ELLA estaba tan poco preparado para algo así que se resistió. Pero ¡No había nada qué temer! Rechazó aquella objeción Kralik, se veía que él tenía lo que hace falta para ser soldado ¿Y eso qué es? ¡Qué va a ser: GANAS DE MATAR! Se quedó de piedra. No entendía de dónde podía haber sacado aquello un hijo único como él, al que le llamaban ‘el niño de mamá’, pero estaba seguro de que Kralik no se equivocaba. ¡LAS TENGO! ¡Y QUIERO SER POR FIN YO MISMO! (p. 358-359). Estas ganas de matar y este deseo de ser él mismo evidencian el deseo que lleva al perverso a posicionarse en el lugar de objeto “a” de la producción, de la causación del goce y de su límite: la muerte. En este punto de su vida Antonin aún no puede construir a plenitud el enunciado de su argumento, aquella voluntad de goce que coordinará su acción psicopática bajo la modalidad de ley. Ya luego veremos cómo en el segundo asesinato dicha voluntad está articulada y muestra el claro sello de un pacto de unión con la madre muerta.Tras el asalto de una granada en el campo de batalla había experimentado “…el hospital, la vida civil y el vacío, el saber que uno es absolutamente inútil” (p.389) teniendo que retornar al seno materno. A partir de entonces aquel deseo de matar se aplacó, retornó a depender de su madre hasta casi los cuarenta años y no volvió a sentirse igual hasta que divisó la IMAGEN de Santa Reparata en la sacristía de la Iglesia de Klasterec. “…que se había apoderado de él en la sacristía de la capilla rural de tal manera que ése había sido el principal motivo de que se quedase allí y de que no hubiera sido capaz de irse cuando descubrió que era su BOCETO” (p.359). Trabajó de sacristán en dicha iglesia durante cuatro años, los anteriores a la guerra, mientras su madre trabajaba como cocinera. Así vemos cómo se produce este primer intento de separación caracterizado por la búsqueda de un lugar en la existencia significantizado por la muerte. La incursión de un Real –la granada que le estalla en la cabeza- lo devuelve al seno materno, haciéndolo experimentar la inutilidad. Intento fallido de separación que termina hincándolo en el lugar del cual intentaba salir. En aquella relación simbiótica entre la madre y el hijo el equilibrio es completo, exceptuando el simple hecho de que podría ocurrir que un día Antonin se enamorase.Viviendo con su madre, a sus cuarenta años “…fue cuando por primera vez conoció a una chica en su ausencia (de la madre), de modo que ella no tuvo tiempo de convencerlo de que no le convenía. Fue un conocimiento casual, durante un viaje de tren, algo que ninguna persona normal se tomaría demasiado en serio, pero él, en su inexperiencia, se sintió profundamente enamorado. Se había quedado viuda poco tiempo atrás, seguía vestida de negro y, por desgracia, le dio su dirección” (p.279). “Por fin le confesó su amor a primera vista a su madre, que se volvió loca al pensar que lo iba a perder precisamente de esa manera. Intentó despertar en él el asco hacia las viudas que cuando aún están de luto se dedican a robarle a las mujeres honestas los maridos y los hijos. Le recordó a su padre, que al poco tiempo de dejarla a ella había sido abandonado por su amante y arrastrado al suicidio. ¡Deseaba que aquellas viudas corrieran la misma suerte que Reparata!. Él, pese a todo, halló fuerzas para resistir y marcharse. Por desgracia, fue a dar con una amada que sólo existía en sus sueños…Cuando abrió la puerta (la mujer de Brno) se encontró con que le proponía matrimonio un hombre del que ni siquiera se acordaba. Se rió de él…” (p.280). En respuesta a ello el “la castigó”: “…la había castigado, también en nombre de su madre, la había castigado como los verdugos a aquella pobre mártir…” (p.280). En “El estadio del Espejo como Formador de la Función del Yo” (Escritos, 1949) y en “Introducción Teórica a las Funciones del Psicoanálisis en la Criminología” (Escritos, 1950) Lacan comenta que cada vez que la falta de adecuación del “otro” hace abortar la identificación resolutiva, también determina con ello, un tipo de objeto que se vuelve patógeno o criminógeno en la suspensión de la dialéctica del yo. El salto abrupto desde el mundo de sentidos imaginarizados del personaje a la realidad con la que se confronta –la de la no relación-, y en ausencia de significantes que aportaran una solución regulada, el conjunto de impulsos no acotados por la ley se ponen en juego y la agresividad especular invade la escena para dar lugar así al primer asesinato del asesino de viudas. Vemos que en tanto experiencia, no muestra con claridad una formación perversa estructurada con el conjunto de la cadena significante aportada por el Discurso Materno -¡Deseaba que aquellas viudas corrieran la misma suerte que Reparata!-, sino la reacción abrupta en ausencia de significantes ante el desencuentro con el objeto. Pero en tanto tal, este episodio se constituye como matriz para la consolidación de un escenario-fetiche, la tortura de viudas-roba-maridos, que emergerá luego de la muerte de la madre (evento significativo en lo relacionado con la castración) y que articulándose subjetivamente como “MISIÓN” funcionará como un intento por tapar la hiancia, la falta en la madre. La estructura del sujeto se construye a partir del encuentro con el deseo y la demanda del Otro, que no son indicativos de otra cosa que de la falta en el Otro. En la cadena significante hay una incompletad propuesta por la falta en el Otro. Ante el Otro y su demanda el sujeto responde con una determinada forma de gozar, como respuesta “no” al Goce del Otro. Eleva así un objeto a la altura del vacío que descubre en el Otro. Objeto que puede ser cualquiera siempre que venga a dar respuesta incluso en lo simbólico, tomando el valor de lo que falta. El objeto toma el valor de lo que falta y tendrá valor fálico en la medida en la que puede responder a ese vacío en el Otro. Así tiene sentido la trasgresión de la Ley que corresponde a la renegación del vacío del Otro. Con el fetiche el perverso se inventa un padre y lo hace existir para transgredir su Ley. La metonimia como proceso de lenguaje da cuenta de la renegación (Rasgos de Perversión en las Estructuras Clínicas. Perversión y Acto, p.163).En la parte final de la novela, la relación entre Antonin y un adolescente que se suma a su banda de malhechores y que habla despectivamente de su madre, nos propone la pregunta por la estructura de este personaje. De ese joven Antonin se pregunta ¿Cómo de liberó de ella, de su madre?, pregunta ésta que nosotros le reformulamos a él ¿Pudo liberarse de su madre? Y una respuesta negativa interroga la estructura resultante para Antonin en su constitución subjetiva ¿Es esta perversión una estructura subjetiva en sí, o acaso es un rasgo, una formación desarrollada para sostener la alienación al vínculo materno, tras varios intentos fallidos de separación y la muerte de la madre como castración femenina en lo que tiene de real? Esta es nuestra hipótesis de trabajo: al sujeto en cuestión le resulta inmensamente angustiante la castración de la madre, por cuanto dicha falta cuestiona su propio lugar en la existencia y completud, entendiendo que su existencia ha quedado atrapada en el vínculo con su madre y ese falo imaginario. Esto es, que allí donde un significante del DM debía dar una nueva salida al sentido de la existencia de este sujeto, sacándolo de esa posición; en su lugar aparece la elección subjetiva de un retorno, un retorno al S1, al nombre de goce que marca al sujeto desde el Discurso de la Madre. En efecto, como luego veremos, en la vida de Antonin se producen estos movimientos de “intentos de separación” con un consiguiente retorno a la vida en el circuito materno, un movimiento de vuelta atrás. Resulta imprudente hacer un diagnóstico de la estructura de este sujeto, por cuanto no lo es en la realidad. Es decir, es un personaje de ficción, de cuya estructura sólo podríamos decir que es mixta. Porque si bien se presentan allí todas las condiciones para el advenimiento de una psicosis, veremos que el posicionamiento del personaje con respecto al otro, su relación al otro, su relación con el inconsciente, la innegable presencia de lo imaginario y lo fantasmático en las formaciones inconscientes y toda su fenomenología apuntan más bien a la de un sujeto perverso. En varios fragmentos de la novela se nos especifica que Antonin sabe lo que quiere y cómo conseguirlo. Dice Jan Morava “Estaba preparado de antemano, sabía perfectamente lo que quería hacer y cómo quería hacerlo”. (p.36). “Lo tenía todo pensado” (p.49). Antonin anticipa cada uno de los pasos que debe dar para lograr lo que quiere: tocar el timbre, quitarse el sombrero para cambiar de apariencia, cambiar la voz, decir incluso, si es necesario ¡control de protección antiaérea! (p.49). “A partir de allí bastaría el pie como cuña, el codo como palanca y, para mayor seguridad, dos cuchilladas” (p.49). Así pues, sostenemos que tras la muerte de la madre y las sucesivas experiencias de goce con la muerte, Antonin, este personaje ficticio, articula un fantasma perverso para mantenerse ligado a esa madre por la vía de renegar su castración toda vez que da sentido a su propia existencia, un sentido de goce. De este modo, identificado al falo materno (único lugar que ha podido ocupar con relativa seguridad y éxito), sostiene en su alienación a la madre muerta el sentido de su propia existencia. A fin de cuentas así nos lo dice “¡ELLA SIEMPRE HA SIDO LA ÚNICA QUE ME HA QUERIDO!” (P.310). ¿Cómo separarse de ella?
Buback, el policía de la Gestapo, parece un psicoanalista convencido de la importancia de la relación madre-niño-falo y, en ese sentido, nos ayuda a sostener esta hipótesis: “Los autores de los crímenes elegían una manera aparatosa de matar, convencidos de que estaban actuando en defensa de un interés superior. Seguro que es también el caso de Rypl, se ha convertido en el instrumento de venganza de su madre. Naturalmente, lo único que hacía era ocultar su incapacidad de desligarse de ella, y cuando la actitud de aquella pobre costurera le hizo perder la sensación de su propia valía, encontró la manera de recuperarla en sus instintos más oscuros, que desgraciadamente había descubierto, y los disfrazó de misión. Posiblemente está convencido de que libera al mundo de malas hierbas y por eso no es uno de esos maníacos depresivos que se delatan a sí mismos.” (p.339).Efectivamente, ante la agresividad del objeto, la posibilidad de que esa madre no le quiera, el desencuentro, la inadecuación, el rechazo, Antonin experimenta la crisis fundamental que lo retorna a la alienación, construyéndose un fantasma fundamental. En efecto, cuando la realidad le producía situaciones de incertidumbre que ponían en juego la posibilidad de desencuadre de los objetos, Antonin experimentaba angustia y lo invadía “la parálisis”. De inmediato nos refiere dicha parálisis a su relación con la madre: “se la debía a ELLA, era lo que sentía de pequeño cuando NO LO QUERÍA.
<> era el mayor castigo, no le hablaba y miraba a través de él como si fuera de aire; se sentía tan abandonado y humillado que…,sí…¡casi la odiaba! Cuando ya era mayor se lo confesó una vez y ella se horrorizó de haber cultivado en él una debilidad tan peligrosa. No volvió a hacerlo nunca; por el contrario, lo estimulaba aunque se hubiera equivocado, pero ya nunca pudo librarse de aquella reacción, siempre lo sorprendía cuando estaba en dificultades y las hacía aún más difíciles” (p.333). Para esta falta de respuesta en su relación con el otro se fabrica Antonin su fantasma fundamental explícitamente basado en la pulsión escópica, en la mirada. Es la mirada lo que está en juego en la satisfacción implícita en cada asesinato, la mirada del Otro a la que él llama y de la que espera su propia restitución existencial en el lugar de instrumento, de mensajero, de MISIONERO.
Un Fantasma Justiciero
Lacan en “Kant con Sade” (Escritos, 1963) habla del perverso como un sujeto reconstituido de la alienación, a costa de no ser más que un instrumento de goce. Es de esa posición de donde le viene su voluntad de goce. El perverso será entonces un sujeto dividido por el lenguaje, en un momento primero de la alienación para reconstituirse en un momento segundo, el de la separación. Cuando adviene al momento de hacerse un sujeto para sí, algo de sí mismo, el perverso, en lugar de ir en busca de un significante que dé cuenta de su ser, que dé un sentido, elige retornar y petrifica su ser al S1 de la alienación. Cuando el perverso se estructura es porque ha renunciado a la subjetivación, a aquel significante que hubiera podido darle respuesta a su pregunta por el ser. “No pienso, luego soy”, esa es la escogencia perversa. Se ha fijado a una certeza, situándose en su relación al otro como pura pulsión, pura mirada, atendiendo no a la falta sino al goce del Otro. En la escogencia entre ser y sentido se ubica del lado del ser y abandona de esta forma el sentido, quedando petrificado en el ser de goce (S1 que no es otro que el rasgo unario, y que implica un real de goce). S1 y a coalescen para suturar el borde que constituye al sujeto –el vacío en el Otro – y hacen de su ser ese borde. En vez de poner en el Otro su propia pérdida, coloca allí su ser, pero como instrumento de goce. Se introduce en ese intervalo con el objeto, con el “como si” del objeto. En la escogencia entre ser y sentido el sujeto perverso escoge el ser, abandonando el sentido para quedar atrapado en el ser de goce. Escoge el no pienso, luego soy, petrificándose en el S1 que conlleva un real de goce. El objeto que el perverso coloca en el Otro para restaurar lo perdido es “a” sí mismo, constituyendo así la forma invertida del fantasma: “La reconstitución de la alienación se sostiene por el desmentido, un nuevo acto psíquico que reniega el vaciamiento de goce producido por el significante, por la inscripción del sujeto en el Otro. El perverso hace un nuevo acto psíquico que afirma lo negado para desmentirlo” (Rasgos de Perversión en las Estructuras Clínicas. Perversión y Rasgos Perversos, Contribución de la Escuela del Campo Freudiano de Caracas, 1990, p.166). Se imagina ser el Otro al imaginarse que lo completa. “El Otro de la Ley, siempre insuficiente, deja al sujeto ante la elección de someterse a la inconsistencia del Otro y asumir su falta en ser, o desmentirlo o renegarlo. El perverso elige la renegación del pecado original, de esa fractura de la sexualidad, acuñando una nueva versión de la ley del Padre, una ley de la voluntad de la cual él es su instrumento. El perverso, al estar más cerca, más enterado de la impasse de la no relación, la desmiente afirmando que sí hay una, y puede afincarse en la voluntad de goce porque para él el goce no es imposible sino que está prohibido. De allí la construcción de una Ley transgresora según el imperativo de goce” (Rasgos de Perversión en las Estructuras Clínicas. Perversión y Rasgos Perversos, Contribución de la Escuela del Campo Freudiano de Caracas, 1990; p.166). Restaurar la alienación y elegir ser sobre sentido produce la ausencia de deseo en el perverso. Si el deseo es barrera al goce, entonces el sujeto perverso supone en el Otro un goce del cual él va a ser su servidor. Se imagina ser el Otro imaginando que lo completa. Otro de la Ley insuficiente lo somete a elegir entre o bien la inconsistencia del Otro –asumiendo en este caso su propia falta en ser- o bien el desmentido y la renegación. El perverso elegirá la renegación de la fractura de la sexualidad, acuñando su versión de la Ley del Padre, una ley de la voluntad de la cual él es su instrumento . Se puede afincar en la voluntad de goce, ya que para él el goce no es imposible sino que está prohibido. De ahí que entonces constituya una Ley transgresora según el imperativo de goce. Siguiendo el esquema del fantasma sadiano que Lacan nos propone en su texto “Kant con Sade”, comprendemos que el deseo del perverso (la completud del Otro) lo lleva a posicionarse en el lugar de un objeto, a partir de su certeza acerca de la voluntad de goce del Otro. En virtud de dicha voluntad él se hace instrumento de goce para hacer emerger el goce mediante la división del sujeto. Si se extralimita es porque persigue el goce puro, total, absoluto, la estética del goce, el saber del goce. Y ello se produce porque a su posición subyace una versión particular de la Ley del Padre: ¡Hay que gozar, lo demás es panfleto! (“mi misión es necesaria para limpiar al mundo”, nos diría Antonin). El imperativo del fantasma en el caso de Antonin es “¡hay que dar a ver!” porque obliga al Otro a ver, a inteligir, no sólo por su fuerza y monstruosidad sino por la voluntad totalitaria implicada en su acto. El sujeto de la perversión se comporta como un fetiche que sostiene el deseo que está del lado del objeto. El objeto queda en el fantasma arrimado al lado del sujeto perverso que lo encarna. En el fantasma se produce la incidencia del objeto “a” en la forma de superyó dentro del sistema Deseo-Ley como objeto causa de goce, enlazado en la perversión a la satisfacción. El perverso apela al objeto en su fantasma procurando imponer el goce al Otro vía la voluntad de goce, aún cuando el goce encuentre sus límites. Explora por esta vía los límites del placer. Ante la castración el perverso hace del Otro un Otro del goce para restaurarle el objeto y constituir Otro completo. Así reduce el Deseo del Otro a una voluntad de goce a la que se somete en semblante de objeto. Ante la demanda del Otro el perverso, lejos de elegir entre someterse o no, opone la voluntad identificándose con el Otro materno. Se produce un vel lógico entre voluntad y demanda: para ser el sujeto tiene que optar por la voluntad, que no es sino la expresión de una nueva versión de la Ley del Padre –tomada del Discurso Materno-. La manera más ilustrativa de describir la posición fantasmática de nuestro personaje consiste en hacer una descripción del desarrollo del mismo y su puesta en acto en el recorrido de la novela.
Despliegue del Fantasma: del asesinato de viudas al liderazgo.
El segundo asesinato cometido por Rypl es descrito por el inspector checo Jan Morava: “…ató a la víctima con correas,…, boca arriba, con la espalda apoyada en la mesa, de modo que la cabeza sobresaliese; por debajo de la mesa le ató luego los tobillos a las manos…le cortó ambos pechos, a escasa distancia del tórax , y los colocó junto a la víctima en una fuente ovalada…le abrió el vientre a la víctima desde el pecho a la pelvis, extrajo la totalidad del intestino delgado, lo enrolló hábilmente en forma de madeja y lo metió en una sopera; le cortó a la víctima el cuello casi hasta la altura de la médula, pero sin llegar a seccionarla por completo, de modo que la cabeza quedó colgando del cuerpo y la sangre fue cayendo de un recipiente de bronce;… ni siquiera el forense fue capaz de determinar en qué momento de la tortura murió la víctima… por la expresión de sus ojos…ambos llegamos a la conclusión de que desgraciadamente no fue de inmediato” (p.34). “La rajó viva, casi del todo. La única novedad es que se llevó algo de recuerdo…¿Qué?…El corazón…¡Dios mío!…Y además…¿Qué más?…Las correas que usó para atarla, lógicamente ¿Y qué se puede deducir de eso? El discípulo Morava también lo sabía. Que lo volverá a hacer” (p.45). Así recuerda Antonin a su primera víctima: “Volver a verla, tendiéndose en realidad ella sola (connotación erótica del carácter sádico) en la mesa del comedor convertida en altar de sacrificio” (p.65).De la imagen de la Santa, boceto a partir del cual Rypl construye su escena, la policía checa descubre lo siguiente: “Parece que a esa Reparata los romanos la destriparon viva y le cortaron la cabeza y los pechos. Sólo se les escapó el corazón en forma de paloma blanca” (p.275). “El pintor barroco había reproducido al óleo…lo mismo que el comisario Beran se resistía, no sin motivos, a exponer a la vista del público. Tenían ante sí, aunque con algunos adornos antiguos, básicamente el mismo altar de la muerte que el asesino de viudas dejaba en el lugar de los hechos. La santa martirizada tenía los dos pechos cortados y sus tripas formaban un ovillo. El maestro desconocido le había añadido además una paloma blanca que seguía salía volando de la herida que había dejado la cabeza cortada” (p.277).En “Fetichismo” (1927) Freud nos dice que el fetiche “es el sustituto del falo de la mujer (la madre), en cuya existencia el niño creyó otrora y al cual –bien sabemos por qué- no quiere renunciar” (p.2993). En este sentido, las escenas de asesinato constituirían escenas fetiche, articuladas semánticamente desde el Discurso de la Madre con su cadena de significantes (desea que corran la misma suerte que Reparata) hasta la imagen de tortura de Santa Reparata. Concretamente, de estas escenas, el corazón extraído a la víctima simbolizaría el objeto fetiche por excelencia, un trozo de cuerpo que, en el campo imaginario del personaje, contiene el alma impura de una viuda extirpada del mundo. Este corazón raptado, robado, representa la producción original de este perverso, el símbolo con el cual anuda el Discurso de la Madre, la tortura injusta aplicada a una mártir con un “justo” castigo a las viudas-roba-maridos (tapando de esta forma la falta). Sustituyendo la paloma blanca del cuadro -aquella que se escapa hacia los cielos en símbolo de santidad y pureza- por un corazón robado, Antonin en cada muerte sentencia: “Esta puta no era una blanca paloma”. Nos dice Freud en el texto antes mencionado: hace falta un acto enérgico para que se produzca la denegación. Otra cosa viene a ocupar el lugar de ese pene materno que el niño abandona en lo consciente, declarándose su sucedánea y atrayendo hacia sí todo el interés que antes concentraba el pene materno. “Este interés, empero, experimenta todavía un extraordinario reforzamiento, porque el horror a la castración se erige a sí mismo una especie de monumento al crear dicho sustituto” (Fetichismo, p.2994). Subsiste así el fetiche como un emblema del triunfo sobre la amenaza de castración y como salvaguarda contra ésta. Como vemos, en el primer asesinato de Rypl se expresa su horror ante la castración materna, que se le hace explícita al significar en el rechazo de su amada toda la cadena de significantes maternos acerca de las viudas roba-maridoSigmund Freud también comenta, en este mismo artículo que la doble actitud del fetichista frente a la castración femenina muchas veces se aloja en el fetiche, por su estructura de repudiación tanto como de afirmación de la castración femenina. Al asesinar a estas viudas Rypl no sólo reintegra la completud a su madre sino que castra a las viudas, y este doble movimiento contiene en sí mismo la lógica de la repudiación, como mecanismo de defensa ante la angustia de castración. Asimismo, a manera de lazo con esa castración materna, se presentan en la escena las correas, señalando indesligablemente el signo materno, mostrando de esta forma la actitud paradójica, la otra cara, ante el objeto fetiche: “¡Las correas! Las dos primeras, las más cortas, las que el tío aquel tenía alrededor de los tobillos, eran lo único que le había quedado de aquella cartera escolar que le había comprado ella, y las dos más largas, las que le mantenían las manos atadas a la espalda, eran un recuerdo de Simón y Bara, dos gatos de angora, y con ellas los llevaba a pasear por el prado y ella se reía mucho de él. Y todas, todas aquellas tiras de cuero, en su mayoría recortes del taller del zapatero de al lado, con las que ELLA trenzaba bolsas para la compra, para que tuvieran algo de qué vivir, eran ahora, desde que él ya no tenía LAS ALMAS, junto con su querido cuchillo, los únicos testigos de una gran etapa de su vida que en este mismo momento dejaba paso a otra aún mayor” (p.390).Varios extractos de la novela nos indican la posición del personaje en un fantasma perverso. Nos dice el autor: durante el acto, estaba curiosamente ido, asombrado de su sangre fría y la habilidad manual con que ejecutaba aquella “tarea tan compleja”. “Ya no era el patoso de Brno. En los últimos años, aparentemente desperdiciados, se había ido convirtiendo en un maestro, como aquel pintor desconocido” (p.24). Se considera un Instrumento elegido para limpiar, para transmitir un mensaje. Por eso se le ha indicado la manera, a través del cuadro de Santa Reparata. Ahora había “vuelto a ser capaz de ACEPTAR ÓRDENES, y ya que la obra le había salido tan bien, esperaba ansioso lo que iban a escribir esta vez” (p.66). Su propósito es humillar el MAL. Por eso no puede dejarse atrapar y que lo confundan con un ladrón o con cualquier persona corriente (p.143). He aquí, en esta posición, que el sujeto se encuentra situado en inversión total, en tanto objeto cuya causa es la de instalar el bien humillando al mal. Humillar al mal es ciertamente una compleja tarea que exige poner en juego todo lo que, de mortal, un sujeto puede contener. Esta posición se encuentra indesligablemente vinculada a la voz de la madre, al discurso materno. Tras haber cometido el asesinato, informa a su madre de lo que ha hecho “… y de cómo lo ha hecho y, tal como esperaba, oyó un elogio”. Se había mostrado digno de confianza, sólo él era digno de llevar a cabo la tarea. “Aquella mañana había dudado de sí mismo, le parecía un esfuerzo sobrehumano ¡Lo increíble fue que sus dudas se las despejó inmediatamente ella misma! Había reconocido en él a su juez” (p.31). “Lo embarga una sensación de felicidad beatífica por haber sido capaz de hacer AQUELLO” (p.48). Este aspecto evidencia la identificación al falo que imaginariza en su relación con una madre mortífera, voraz y deseante, así como la satisfacción pulsional y narcisística que el personaje obtiene en la identificación al falo. El deseo materno de venganza y de justicia: es al lugar de ser el instrumento que ejecute este deseo al que Antonin es llamado a manera no ya de señuelo sino de objeto (es decir, no ya para engañar el deseo de esa madre sino para intentar satisfacerlo una y otra vez).El Asesino significa la posición y actitud de su víctima desde la lógica del fantasma perverso: “¡Ella tenía que haberlo notado! En lugar de quejarse y chillar como una loca…ésta enseguida había reconocido su DERECHO…Dejó de vivir sin que él se diese cuenta, porque incluso después seguía fijando en él la mirada, casi perruna” (p.24). Ella le reconoció y se le entregó (p.109). “Y se ve que a partir de entonces sólo se había fijado en sus ojos que observaban con tanto interés lo que hacía con ella…” (p.29). Si él es el juez y el instrumento de limpieza entonces la víctima no puede hacer otra cosa que entregarse, puesto que en su inconsciente le reconoce este derecho, el derecho de hacerla gozar, de hacerla pagar su impureza, de extraer su corazón. Aquí Antonin supone una culpa inconsciente en la Viuda, es decir, le supone una voluntad de goce, en virtud de la cual ella puede reconocer su derecho a limpiar el mundo. Pero detrás de esta certeza yace una evidente satisfacción de la pulsión escópica, de fijación a la mirada que le devuelve un lugar en el mundo. “…la víctima no es más que un soporte particular del Otro…En el exhibicionismo no es sólo la víctima la que está implicada sino el Otro que la mira. La víctima es tal en tanto referida a otro que goza y es en ella donde coloca el $ del fantasma para el perverso, un fantasma invertido: a _ $” (Rasgos de Perversión en las Estructuras Clínicas. Perversión y Rasgos Perversos; p.166). La relación con la pulsión escópica también es aquí patente, pero dicha relación no se reduce a la interacción con la víctima. Si bien alcanza una satisfacción pulsional y un significado existencial en esa mirada, que lo nombra como sujeto de derecho, él aspira a la mirada del Otro, patentizada en lo que dirían de él en los diarios, al descubrir su obra. He ahí el verdadero blanco a quien dirige el mensaje: ese Otro al cual incompleta para luego completar. “¿Qué cara pondrán?¿Qué dirán? ¡Esta vez han tenido que comprender! ¡Y lo que escribirían sobre él esta vez iba a ser muy distinto! Y a lo mejor hasta publicaban una foto, era algo imposible de comprender con palabras. Lo que lo excitaba era que ellos mismos aportarían lo único que faltaba: la prueba. ¡La imagen fiel e indudable de su obra, tan parecida a la imagen que aquella vez le puso como ejemplo ella!” (p.23). “Le fastidiaba que en comparación con el efecto casual de las bombas no destacasen el TRABAJO LIMPIO que había efectuado” (estética del acto) (p.66). Tras el silencio de la prensa, luego de éste, su segundo asesinato, Antonin resuelve volver a actuar antes de lo previsto “¡Veremos quién tiene los nervios más firmes!”. Al menos con tres víctimas desencadenaría el rumor. Estamos entonces ante una primera envestida del fantasma, desde la cual el personaje se compara con la experiencia criminal anterior y ya consigue percibir ciertos avances en la lógica y el argumento.Con el tercer asesinato Antonin experimenta ya la confianza en su ejecución y afianza su posición: lo había logrado otra vez, ello le producía una magnifica sensación. Sin ERRORES. Ha logrado incluso desarrollar una estrategia que le permita satisfacer todas las condiciones necesarias para desplegar la escena simbólica a la perfección: “Estaba satisfecho porque por fin sabía cómo empezar” (p.108).”Lo primero era conquistar su confianza” (p.109) “La había dejado sin sentido con tal precisión que no tuvo problemas para preparar sin prisas LO NECESARIO…El siguió el mismo orden y se alegró al comprobar que le había dado mucho menos trabajo que la vez anterior, junto al río. Sólo se oían leves quejidos y los temblores del cuerpo no le impedían hacer todas las incisiones con la debida precisión” (p.109). No sólo se evidencia aquí el carácter de necesidad de cada elemento integrante de la escena-fetiche, sino que además evidenciamos en la narración el afianzamiento de la posición, el incremento en el control de lo necesario para obtener satisfacción, la precisión y la maestría. El sujeto ha puesto su fantasma en acto y ya le vemos atrapado en él, en la certeza de su sentido, plasmada en el convencimiento que tiene de sus ideas: haber encontrado entre miles precisamente a esta viuda “¡Había hecho bien en engañarla porque se lo merecía! ¿había reconocido con disimulo, que era una PUTA! Su nuevo semental se llevaría mañana una sorpresa cuando viera cómo se la había preparado para la noche de bodas” (p.95). Puta es la palabra con la que su madre le ha enseñado a distinguir a las viudas. Su acto se sostiene en esta fe sembrada por el discurso de la madre.Asimismo nos desvela la relación del perverso con el goce, que consiste en la búsqueda de una estética del acto y del goce en él contenido: toca la piel de la espalda de la víctima “¡Los muertos no sudan!, constató sorprendido…Era la primera ocasión que tenía de observar en detalle lo que había hecho. ¡MI OBRA!” (p.108) “Ahora los cabellos de la víctima estaban apelmazados y le recordaban la estopa con la que solía limpiar las herramientas. Así fue como hizo un nuevo descubrimiento: EL PELO ES LO PRIMERO EN MORIR…Y LAS UÑAS Y LA BARBA SON LAS QUE MÁS TIEMPO VIVEN. Comprobó, levantando la cabeza cortada, la sombra del bigote en el labio superior de la víctima” (p.109-110). Allí tenemos, entonces, a un investigador del goce puro y de sus límites, un examinador de cuerpos que se encuentra con el gran hallazgo de su misión.
Otro de los rasgos perversos que vemos perfilarse en este tercer asesinato es que Rypl finalmente articula la estrategia que debe emplear para hacer llegar su mensaje al Otro: “Para que CONTASEN CON ÉL, llegó al convencimiento de que su actividad debía tener cierto ritmo estable: necesitaba dos semanas para ASIMILARLO y dos para PREPARARSE. Así, doce al año le resultaba una cifra que encerraba UN SÍMBOLO. Sin embargo, para que sirviera de ADVERTENCIA, lo primero era darse a conocer. Todos tenían que comprender aquel ritmo y esperar el siguiente CASTIGO. Sólo así los que se lo merecían podrían temer y arrepentirse, convertirse en un ejemplo que dejase paulatinamente de ser una excepción, hasta que el mundo quedase LIMPIO” (p.142-143).Luego, tras el cuarto y quinto asesinatos, vemos cómo se afianza ésta intención de capturar la mirada del Otro, su verdadero blanco: “Lo consternaba comprender que…, después de su tercer acto, OTRA VEZ NO SALIA NADA EN LOS PERIÓDICOS. Ya tenía CUATRO corazones en el sótano, ¿cómo era posible que siguiesen sin hablar de su trabajo?. Algo le decía que ya LES FALTABA POCO. ¡¡Sólo tenía que repetirlo una y otra vez!!” (p.187). Al encontrar por fin una pequeña reseña sobre sus crímenes, se contenta. Satisfecho de que al menos reconocieran que NO ES UN LADRÓN, sentía que ahora podría darse un merecido descanso.(p.188). Y es que en esa mirada quiere encontrarse significado como instrumento, como objeto “a”. De ahí su interés por distinguirse de un criminal o un asesino.
Otra vez emerge el discurso de la madre cargado de la significación de este sujeto, demostrando que contiene toda la imaginarización de un sujeto alienado al S1 en posición de falo de la madre: Ella lo elogió mucho, podía estar orgulloso de sí mismo. ¡Qué gran idea la de taparles la boca y atar las piernas de una a las de la otra! (p.187).Cuando intenta empezar a construir variaciones en el argumento y piensa si será mejor cambiar de cementerio, “…la vio a ELLA, señalándole el camino hacia las tumbas de los grandes personajes de la historia: aquí yacerás un día Antonin, venerado por toda la nación” (p.271). No sólo con sus palabras esta madre imaginaria lo envuelve con el brillo fálico, sino que le dicta la ORDEN de volver a ir al mismo cementerio. Serás un héroe venerado por toda la nación. Vemos que, aunque la narración se encuentra cargada de referencias a una posible psicosis, por el posicionamiento del sujeto en relación al otro podemos señalar el marcado peso del campo imaginario en el pensamiento del personaje. Cuando asesina a la sexta víctima tiene que asesinar también al novio, quien aparece en la escena inesperadamente. Se reprocha perder la cabeza ante los imprevistos. Haber matado al joven amante le produce arrepentimiento y lástima “ESA NO ERA MI INTENCIÓN”. En medio de la indecencia, el jovencito era sin duda la víctima (identificación) y precisamente por defender a personas como él LAS CASTIGABA (p.222). No obstante, este episodio le había hecho comprobar que la degradación de las costumbres se extendía a gran velocidad, por lo cual había decidido cambiar el ritmo: “¡Las voy a castigar TODAS LAS SEMANAS!” (p.223). Este tipo de rectificaciones se convierten en mandatos, al punto que su vida en el trabajo se ve afectada, y ya percibimos a Antonin (p.270) agobiado intentando encajar su ritmo al ciclo de las demandas de su vida diaria.
El octavo asesinato corresponde a la muerte de Jitka Modra, novia del inspector Jan Morava. Se autoreprocha haberse dejado vencer por la rutina, volverse confiado: “Cuando la miró por fin a la cara desde el umbral de la cocina se dio cuenta enseguida de que lo estaba esperando, de que sabía quién era, de que lo había conducido hasta allí para que FUERA CAZADO”. Y le volvió a pasar los mismo: se quedó paralizado, duro, petrificado junto a la puerta de la cocina, completamente seguro de que inmediatamente lo aferrarían muchos brazos fuertes. Sabía que había venido a BUSCARLO LA MUERTE y además del miedo cerval que ya había experimentado una vez, cuando a su alrededor caían las granadas, sintió rabia ¿¿ASÍ QUE ESTO ES LO QUE QUERÍAS, MADRE??” (p.294). NO obstante, este descontrol ante los imprevistos no se constituye en causa de angustia pues pronto Rypl pondrá sus reflejos básicos al servicio de sus objetivos. Manifiesta habilidad para actuar calculadamente en situaciones límites. Al acto, así adquiere un carácter mecánico, frente al miedo de ser cazado. Repite su rutina masacradora (p.295). Al escapar de la escena lo invade el agotamiento. Sin embargo se ha producido aquí un primer franqueamiento de ese punto débil, ese punto de parálisis que Antonin relacionaba al desamor, al a mirada petrificada de la madre y que retorna cuando se siente “cazado”. Hay, en efecto, un primer franqueamiento. El discernimiento de que le habían preparado una trampa, y su incapacidad para anticiparlo leyendo las claves de la situación, le hacen sentir que su madre lo ha traicionado. “Y como en él había brotado la sospecha de que ELLA LO HABÍA TRAICIONADO, volvió a dirigirse, al cabo de los años, A ÉL: Tú sabes mejor que nadie que yo no he hecho MÁS QUE OBEDECERLA A ELLA, no pretendía destruir sino MEJORAR TU REINO, sálvame y te juro que YA NUNCA VOLVERÉ A HACERLO, que te serviré ¡COMO TU DIGAS!” (p.297).
Del autoengaño perverso: el estallido del fantasma.
A partir de este momento, Antonin ya se sabe perseguido, por lo cual huye para poder sostener su misión. En un momento crucial de la trayectoria de Antonin, se produce un vuelco que certifica el estallido y diversificación de su acto perverso. Estando en un tren, en medio de un bombardeo, Antonin decide quedarse sentado, retando la muerte “…no se movió lo más mínimo y recibió de inmediato una buena recompensa: el maquinista…había engañado al atacante soltando un chorro de vapor como el que hubiera producido un impacto” (p.304) . Recibe Antonin ovaciones por su gallardía, de lo cual el concluye “¡¡Siempre lo podré hacer!!”. Es en este punto cuando el acto perverso, antes localizado en un punto significante, cobra variabilidad simbólica. La pulsión se desata, en un máximo nivel de contacto con el límite. Esta vez, a diferencia de aquélla vez en el campo de tiro, con la granada, había vencido el límite del goce. Un rasgo de la relación del perverso con los otros demuestra que el otro que encarna al sujeto dividido, esto es, la víctima, no es sino un velo, un punto de enclave de un mensaje. Esto lo refleja la escena del tren (p.316) cuando, hambriento y desesperado, pide una señal a su madre. Aparece en escena “el enano aquel” que no paraba de hablarle en el tren, y entonces en este punto recobra la imagen de su sargento Kralik, levantando su pulgar en señal de elogio, y piensa “¡YO SOY UN SOLDADO!…¡TENGO NERVIOS DE ACERO!¡IMAGINACIÓN!” (p.315-316). En este punto comienza a engañar al enano para lograr de él sus beneficios (morada, comida, refugio), pero esto no sin conservar la idea fija de que, al mismo tiempo es su salvación y su amenaza. Para asegurarse en presencia de este sujeto, piensa “LO PRIMERO ES CONOCERLO” (p.326), enterarse de su modo de vida, de sus costumbres, sus ritmos y visitas. La forma de ser de este sujeto, que no se callaba y al que no había que preguntarle para que dijera de sí todo, le venía de perlas. Al cabo de una hora, sabía perfectamente que debía tomar medidas: el sujeto podía ponerlo en peligro. Esta habilidad para anticiparse, para percibir el inconsciente del otro, para utilizarle, concuerda perfectamente con la fenomenología del perverso. Rypl es capaz de sostener un engaño pues detecta la necesidad de Malina de llamar la atención y ser tomado en cuenta. Y bajo el puro engaño consigue que Malina se autosometa a las torturas más indignas, mientras sostiene la fe en su torturador: “Cuando volvió de la casa de la vecina lo obligó a punta de pistola a atarse él mismo las piernas con las correas; el enano, aterrado, seguía convencido de que se había saltado la disciplina, desatando así la desconfianza del ‘paracaidista llegado de Inglaterra’, y le juraba y perjuraba que él era un patriota fiel. Él mismo puso las manos a la espalda para que fuera más fácil atarlo y seguramente estaba convencido de que ‘el hombre de la resistencia’ tenía que tomar primero precauciones para después dejarlo libre con todos los honores, en cuanto fuera posible” (p.356). Al mismo tiempo así se justifica Antonin: “Al fin y al cabo, aquel charlatán era un peligro real para él, y después de haber tomado la decisión de vengarse de los cabezas cuadradas TENÍA DERECHO A EMPLEAR ESTRATAGEMAS DE GUERRA” (p.357). Esta cuestión del derecho responde al argumento del autor –su crítica a la naturaleza de la legitimidad que se confieren los pensamientos totales- pero encaja perfectamente como fenómeno de la perversión, por su relación a la Ley, y la versión de la misma que se fabrica el perverso…a su medida.Curiosamente, en su conversación con el anfitrión, descubre que para él los alemanes eran lo mismo que para él las viudas, sin diferenciar los uniformados de los civiles. “¿PARA ÉL LOS CABEZAS CUADRADAS SON COMO PARA MÍ LAS PUTAS ESAS!” (p.333). Este aspecto de similitud le sirve de enclave para preguntarse si, dentro de su “derecho” de limpiar el mundo, no se incluye también el asesinato de alemanes. Cobra entonces el fantasma una amplitud que nunca antes había tenido, porque en su base la pulsión persigue la satisfacción. Aprovechando el levantamiento de los checos contra los invasores alemanes, Antolin va constituyendo su pequeño grupo de seguidores: cuando en plena lucha contra los alemanes Antonin aniquila a un chiquillo de 20 años vestido con el uniforme de las SS y portador de una granada, encuentra el reconocimiento de los checos que presenciaron el escarnio y piensa “¡OTRA VEZ SOY ALGUIEN!” (p.406). Y se sentía satisfecho puesto que esta vez no tenía que ocultar lo que había hecho, al contrario “¡LO PUEDO HACER EN PÚBLICO!” (p.406). “Se dio cuenta de que todas las miradas se fijaban EN EL. Lo miraban como tiempo atrás miraba él al sargento Kralik, pensó con orgullo. ¡ES QUE SOY EL MEJOR DE TODOS!” (p.407). Aquí entonces el retorno de esa mirada constituyente que le devuelve un sentido a su existencia, siempre que se entienda que para adquirir este sentido el sujeto paga con su subjetividad: petrificado en esta mirada queda condenado a partir de ahora a repetir crímenes, matar y matar, producir una aporía del crimen justificado, del dolor del cuerpo del otro ensalzado, estrategia ésta con la cual él se garantiza al tiempo el sostén de aquella mirada, a la vez horrorizada y fascinada con él. La otra cara de este autoengaño sobre la propia libertad es el límite mismo de lo real: la muerte. Este es también el punto en el cual descubre su liderazgo y la posibilidad de adiestrar, entrenar, enseñar, servir de ejemplo. Esta maestría propia del perverso, se hace sistemática en él. Será ahora Antonin el que, sin hablar mucho, sólo bajo la modalidad de la mostración, transmitirá la buena forma de aniquilar al enemigo para instalar la buena justicia. Forma grupo, encuentra “amigos” en quienes instalar una nueva doctrina del castigo merecido por los alemanes, “…un castigo que se note” (p.422). A fin de cuentas la cultura en este punto esta subvertida y el asentimiento colectivo le otorga a Rypl todo su brillo público. En esta fase el agotamiento físico y la depresión ha cedido, el personaje esta convencido de su poder, autoengaño que le hace perder de vista nuevamente la posibilidad de ser capturado: “…durante el levantamiento… todo lo que intentaba le salía bien, y ahora estaba pletórico de confianza en sí mismo, como el novato que obtuvo un éxito inesperado en el campo de tiro de Brno. Sobre todo, SE SENTÍA INMENSAMENTE MEJOR. Mientras se limitaba a cumplir SUS órdenes, se apoderaban de él inesperados ataques de flojera, cuyo origen de pronto creía entender: la moral hipócrita de la sociedad le obligaba ocultarse porque le llamaban crimen a lo que era justiciera purificación y lo perseguían como a un animal para aplicarle su inmunda venganza judicial. Peor ahora, esa misma sociedad había hecho sonar las trompetas para que empezase la caza del ocupante, y él era su brazo armado. ¡LA NACIÓN SOY YO! (p. 469). En este punto el personaje ha fabricado ya su propia creación, ha alcanzado el punto de dominio, de maestría y de originalidad, pero a la vez se encuentra atrapado en su trampa, sin salida, sin otro destino: “Lo atraía la visión del castigo renovado, que se le había ocurrido por primera vez esta mañana y sin embargo lo dominaba ya por completo, tal como en otros tiempos el cuadro de la parroquia de Klasterec. No tenía modelo.
¡ES MÍA! ¡SÓLO MÍA! Obra de su propia fantasía” (p.553). Asimismo, exacerbada, evidenciamos la máxima emergencia de la pulsión escópica, la satisfacción que obtiene al producir horror a sus seguidores. Mientras asesinaba a una alemana delante de ellos, le dice “-¡Mírame!- le dijo en alemán como a la baronesa en febrero…Ella también le obedeció y volvió a ver en sus ojos aquello a lo que estaba acostumbrado, una ráfaga de miedo animal y una humilde entrega, como si el fuera ya su última esperanza. De repente sintió ganas de MOSTRÁRSELO TODO. A pesar de que en el teatro donde trabajaba nunca había logrado entender cómo podía disfrutar una persona adulta exhibiéndose ante los demás, eso mismo era lo que él ahora deseaba” (p.471). Evitando delatarse al evidenciar que él era realmente aquel asesino de viudas tan buscado, le atravesó el pecho lentamente con el cuchillo mientras ella gritaba amordazada. “Parecía que los ojos se le iban a salir de las órbitas, pero también parecían a punto de salirse, comprobó con satisfacción, los de sus compañeros…Los tres estaban pálidos, no quería correr el riesgo de que la fascinación se convirtiese en repugnancia. Volvió a empuñar el cuchillo y lo hundió todo lo que pudo. Retiró el cuchillo y él mismo se sorprendió: en la hoja no había ni una gota de sangre” (p.472). “Le llamaba la atención que ya ninguno de los suyos le hiciese ya ninguna pregunta. Creía saber por qué: antes le tenían RESPETO; después de lo de la alemana parecía que les había entrado MIEDO. Estaba satisfecho con el curso de los acontecimientos” (p.476).Para finalizar vemos ya, al final de la novela, cómo la satisfacción pulsional se desnuda en el acto perverso, evidenciando el engaño del sujeto perverso “Todo estaba preparado, pero prolongaba aquella ceremonia para que su conciencia no se perdiera ningún detalle. Aquella vez en Brno, cuando inició de tan mala manera el camino que lo iba a conducir hasta allí, estaba tan nervioso y excitado que después sólo era capaz de recordar lo que había tenido de repugnante. Del momento presente quería recordar aquello que lo hacía extraordinario y gozoso. Ya no era un desconocido auxiliar en el depósito de un teatro, ahora estaba en el escenario, era admirado y temido y tenía ante sí una actuación nunca vista. ¡ESTOY A PUNTO DE LLEGAR A LA META, MADRE! -¡Cerillas!- pidió, y en realidad se alegró de que nadie se las diese, se habían quedado helados. Él mismo sacó unas cerillas que se había encontrado en la cocina”. (p.563). En la estupefacción que produce la lectura de una novela como “La Hora Estelar de los Asesinos” experimentamos también, de manera poética, una especie de división. Antonin ¿es un enfermo o un criminal? ¿Cuál sería la diferencia? Retomando a Lacan, sólo podremos enfocar la pregunta desde las coordenadas del principio del placer y de la satisfacción. Al final de la novela queda explícita la satisfacción de este sujeto, su placer de torturar, la manera particular de cavarse un lugar en el Otro. Este ejercicio, dentro de sus limitaciones intenta dejar abierta la pregunta sobre si la perversión es sólo una decisión del sujeto ante la falta en A o si además es producto del consentimiento colectivo. El vapuleamiento del NP en el DM tiene los matices del consentimiento. Ésta sería una interesante discusión para el futuro.
[1] A continuación, las citas sin referencia bibliográfica pertenecen al texto de la Novela de Pavel Kohout “La Hora estelar de los Asesinos